El
asma es una enfermedad no contagiosa de las vías respiratorias (bronquios) que
se caracteriza por obstrucción parcial secundaria a causas variables,
produciendo en el paciente: accesos de tos, sensación de fatiga, dolor toráxico
y/o silbidos en el pecho en grados diferentes de intensidad. Es la enfermedad
crónica más frecuente de la infancia, potencialmente grave, que en su
tratamiento requiere de un control adecuado al no poder ser curable. Cuando el
control no es eficiente, genera incremento en las consultas de urgencias y de
internamientos hospitalarios, con afección secundaria a su aprovechamiento
académico, y limitación a su vida normal (juegos, paseos, mascotas, ambiente,
etc.) Cuando el paciente y su familia aprenden a controlar el asma, los
pacientes pueden tener una vida normal, con desarrollo de sus actividades académicas
y recreativas; en especial, dejar de requerir evaluaciones de urgencia o
internamientos.
El
asma es una enfermedad que se puede tener por muchos años con manifestaciones
variadas de repetición y de intensidad. En ocasiones por sus manifestaciones
tan simples, no se llega a establecer la enfermedad como asma y los pacientes
pueden tener tratamientos erróneos con afección a su desarrollo físico y
emocional. Algunas crisis de asma pueden ser muy graves, que incluso puede
presentar en forma ocasional la muerte. En otras ocasiones, las manifestaciones
pueden tener la capacidad de despertar al paciente en las noches por tos o
dificultad para respirar.
La
clasificación del asma ha pasado de estar centrada en la frecuencia (intermitente
o persistente) e intensidad de los síntomas (leve, moderada o grave) a estar
enfocada en los pacientes (asma controlada, parcialmente controlada, o no
controlada).
El
éxito del tratamiento del asma se asienta sobre condiciones fundamentales: el
empleo de medicamentos específicos, educación sanitaria y descartar
enfermedades asociadas.
Los
medicamentos para el asma se dividen en dos grupos:
Los
medicamentos de alivio rápido (también llamados de rescate), tienen efecto
benéfico a corto plazo. Permiten abrir las vías respiratorias contraídas,
ayudar a aliviar la sensación de opresión en el tórax y la dificultad para
respirar. También se pueden utilizar para evitar el asma inducido por el
ejercicio.
Los
medicamentos de control sirven para regular la alteración involucrada en el
proceso del asma, reduciendo con ello la cantidad de días o noches que el
paciente padece las molestias respiratorias. Se ocupan en quienes tienen
molestias más de dos veces por semana o que se despierten por asma más de dos
veces por mes.
La
evaluación del especialista, sobre las características particulares del enfermo
define la combinación selectiva del tratamiento más adecuado para esperar un
buen control. Así se entiende que, para el control adecuado del asmático, no es
el mismo tratamiento para todos los que padecen esta enfermedad. Se consideran
también que por actuar en el sistema respiratorio es natural que se dispongan
presentaciones variadas que pueden incluir polvo seco dosificado, inhaladores,
soluciones para nebulizar, pastillas para chupar, masticar o deglutir,
cucharadas, inyecciones. Para tener mejor control existen combinaciones entre medicamentos
rescatadores con medicamentos de control.
En
el tratamiento del asma para tener un buen control ante su variedad de síntomas
y posibilidad de repeticiones, se requiere de un esquema especial -plan de
acción para el asma- de indicaciones y alternativas, que está diseñado para
ayudar a los familiares a controlar el asma de un niño. Incluye una lista de
los medicamentos que se toman, los signos de alerta temprana de los síntomas
del asma y las instrucciones sobre cuándo utilizar los medicamentos ante
situaciones específicas y llamar a su médico tratante.
Este
plan de acción para su empleo utiliza un formato de tipo semáforo. El verde
señala las medidas a emplear de forma diaria a partir de datos relacionados a
un buen control. El amarillo establece precaución de acuerdo con las
manifestaciones que presenta el paciente y define continuar con lo establecido
en la zona verde, agregando otras alternativas para emplear de acuerdo con
datos específicos antes de complicarse. Ya la zona roja nos refiere condición
de peligro, para definir que se requiere de atención urgente con administración
del tratamiento sugerido en esa zona, en lo que se consigue la valoración
médica a la brevedad posible para evitar que los síntomas empeoren. El apego a
este plan de acción permite alcanzar un mejor control de la enfermedad.
Es
muy importante saber administrar los medicamentos en forma de inhalador en
aerosol. Si el paciente ya está en edad escolar puede aprender la siguiente
rutina: agitar el inhalador por un tiempo breve y quitar su tapa. En posición
de pie sacar todo el aire de los pulmones, colocar el inhalador en la boca y al
momento de empezar a meter aire en forma simultánea se aprieta el botón del
inhalador para jalar aire y el medicamento por la boca, retirar el inhalador y
aguantar la respiración por cinco segundos para sacar en forma natural el aire
(por nariz). Si está indicado se repite el proceso cuando se indican más
disparos. Ya en el caso de los niños pequeños (3-7 años) conviene emplear un
dispositivo auxiliar (espaciador) para facilitar la respiración del
medicamento. Ya agitado y destapado el inhalador, se conecta en el extremo del
espaciador, mientras del otro lado se coloca el dispositivo de mascarilla en
boca y nariz del niño, se realiza el disparo del aerosol y se observa que el
menor realice su respiración natural en 3-5 ocasiones para separarlo luego de
su nariz y boca. En caso de requerir más disparos se repite el procedimiento.
Así
como el termómetro mide la fiebre, en el asma una cifra de capacidad pulmonar
puede asociarse en forma objetiva (numérica) con un medidor de flujo
espiratorio máximo (flujómetro). Para cada edad y sexo hay valores considerados
como normales, pero ante el desarrollo de una limitación por asma, este valor
disminuye en proporción a la gravedad del proceso inflamatorio. Para su empleo,
se deberá desplazar la marca móvil lo más bajo (marca cero). En posición de pie
sostener el flujómetro con una mano y evitar que los dedos obstruyan la
trayectoria del marcador móvil. Meter mucho aire a los pulmones con la boca
abierta, colocar el tubo del flujómetro dentro de la boca cerrando bien los
labios a su alrededor -sin poner la lengua en el hueco-, para soplar una sola
vez tan rápido y fuerte lo más posible, notando que con esta expulsión brusca
de aire, el marcador se desplaza hacia la parte superior y sin tocarlo, solo se
observa hasta el número que haya alcanzado en su escala; se anota ese número en
un papel, y se repite el procedimiento similar en dos ocasiones más, anotando
el número obtenido en cada ocasión. Como valor significativo se toma solo el
número mayor de las tres anotaciones. En forma adicional el médico establece
los valores que corresponde a zonas verde, amarilla y roja (en su plan de
acción) para tenerlo como referencia. Para lograr un buen control del asma, se
requiere de un registro frecuente diario.
Considerando
que la mayoría de los niños tienen fondo alérgico asociado a su asma, es muy
importante la administración del reactivo en dosis progresiva
(desensibilización) en la forma establecida por el especialista (alergólogo). Por
otra parte, también es importante evitar la exposición a las causas que puedan
desencadenar el asma (disparadores de asma) como polvo casero, peluches,
alfombras, humos, cigarro, etc.
Para
disminuir la probabilidad de desarrollar asma en hijos con padres de
antecedentes asmáticos, se recomienda: evitar tabaquismo durante el embarazo, ofrecer
leche humana en el primer año, evitar la exposición de los bebés a humos,
polvos e infecciones respiratorias en edad temprana. Evitar el empleo innecesario
de antibióticos y deberá permitirse el chupeteo de objetos “contaminados” para
el desarrollo inmune normal.
El
buen control de esta enfermedad permite a los niños disfrutar su infancia y
lograr su desarrollo emocional futuro en forma apropiada… ayúdelos a ser felices.