El
aspecto de los pies, desde el nacimiento puede generar dudas a los padres al
notar que son muy diferentes al habitual que se tienen en la etapa adulta; y
también durante los primeros años, es posible llegar a considerar que algo
anormal pueden tener, al notar diferentes tipos de marcha, caídas y quejas
recurrentes.
Las
aparentes deformidades de los pies son el motivo más frecuente de considerar la
evaluación por el especialista en ortopedia, durante la infancia temprana; y la
segunda causa -después del dolor musculoesquelético-, durante etapa escolar y
adolescentes.
Por condiciones de acomodación corporal dentro del vientre materno durante el embarazo, es posible notar que uno (o los dos) de los pies manifieste alguna postura o curvatura anormal. Para su consideración, el médico de atención neonatal puede confirmarlo al colocarlo en la postura presuntiva durante el embarazo, y mediante una manipulación suave, verificar si el pie (o la parte deformada) llega a colocarse en su posición o forma normal -es reducible o no- lo que define su pronóstico para comprobar su recuperación a la normalidad en los siguientes 4-6 meses. Esas deformidades posturales se asocian en especial, con la gran elasticidad de sus tejidos que al paso del tiempo se recuperan en forma adecuada.
La mayoría de las dudas en la forma de los pies y su posible influencia en la alteración de la marcha, en realidad corresponden a condiciones naturales de los tejidos que conforman el pie, con cambios en el curso de los años, al igual que la marcha que depende mucho de la evolución del sistema nervioso y motor, que va perfeccionando las habilidades en el niño, en el proceso importante en su vida conocido como desarrollo.
La presencia de un aparente pie plano al nacimiento corresponde, al acúmulo de tejido graso y déficit de desarrollo de los tejidos relacionados para ofrecer el aspecto plano. Al paso de los siguientes tres años, el aspecto puede persistir y a partir del cuarto año, los tejidos empiezan a formar el arco plantar, que se debe identificar en su condición especial que corresponde, con maniobras que se pueden efectuar en casa.
Si un niño tiene aspecto plano de su planta, se le pedirá que levante su cuerpo hasta quedar apoyado de puntas, para identificar si hay formación de su arco. En forma adicional se revisa también la formación del arco plantar, al extender el pie o simplemente al levantar al máximo el primer dedo. Con estas dos maniobras positivas se establece una variante normal llamada pie plano flexible, que en forma progresiva irá formando el arco del pie al paso de los años, en forma espontánea hasta los siete años.
Si el pie plano manifiesta formación del arco solo al mantenerse el cuerpo apoyado de puntas en estiramiento máximo, pero no se forma al levantar el dedo o extender el pie al máximo, corresponderá a un pie plano semiflexible, que de preferencia deberá empezar a tratarse a partir de los cuatro años, con evaluación por ortopedista para identificar su causa específica, que puede corresponder a trastorno muscular, tendinoso o neurológico.
En caso de no apreciar la formación del arco plantar con estas maniobras y persistir con aspecto liso, se le considera como pie plano rígido; y deberá de tener tratamiento correctivo con cirugía a los once años, pero en forma previa, justificará el empleo de plantillas, ejercicios y revisiones periódicas, con intención de evitar que en forma secundaria cause otras deformidades asociadas a nivel de rodillas o de cadera.
La deformidad contraria al pie plano se le conoce como pie cavo, donde la superficie del arco plantar está muy elevada y suele asociar antecedente familiar similar. La forma clínica más frecuente, comienza a manifestarse alrededor de los 12 años y puede afectar a uno o a los 2 pies. El pie se deforma lentamente y sin dolor. El niño gasta el zapato por la punta y lo deforma por el dorso, teniendo dificultad en especial con el cierre de agujetas o problemas de presión dorsal. Corre de forma insegura y se cae con facilidad.
En su detección temprana puede ser mejorado con dispositivos especiales, pero al tiempo, la deformidad ósea se hace más ostensible y el tratamiento justifica ser quirúrgico. En esta fase además de la deformidad evidente, el dolor es más importante en la región plantar correspondiente a la cabeza del dedo mayor, con callo secundario.
En fase inicial se recomienda caminar descalzo sobre el suelo, procurando que el contacto inicial al paso se realice con los talones y efectuar marcha de talones, emplear calzado largo con punta ancha para movilidad adecuada de los dedos y empleo de plantilla con apoyo suave en zona de contacto del primer dedo sobre la planta.
El pie zambo, llamado también equino varo, es un defecto de nacimiento que hace que el pie del bebé se voltee hacia adentro y hacia abajo, en punta (equino) y con la planta girada hacia adentro (varo). Una vez diagnosticado, el tratamiento debe realizarse de inmediato en los primeros días vida, ya que a esta edad los huesos de los pies son moldeables y con gran capacidad de remodelación. Se realiza a través de la colocación semanal de yesos correctivos, con técnica llamada de Ponseti, para ir moldeando el pie, culminando con la colocación de férulas tipo bota, que permite mantener los pies en la posición correcta. Los resultados son sin secuelas de cojera o limitación funcional.
Contraria a la anormalidad de la punta del pie en apoyo, está la postura anómala del pie que condiciona que exista apoyo principal con el talón (pie talo). La deformidad se caracteriza por una flexión máxima del pie, con aproximación a la parte anterior de la pierna y con la planta del pie desviada hacia afuera. Es más común en niñas y en primogénitos de madres jóvenes. En general es de evolución benigna, consistiendo su tratamiento, si es necesario, en masajes repetidos y en el uso de férulas si persistiera esta posición. Si la deformidad no se corrige rápidamente o es resistente a maniobras de reducción, se pueden aplicar vendajes correctores enyesados. Ante su presencia, se debe revisar también la integridad de la articulación de la cadera o columna vertebral.
El
pie en mecedora se establece cuando la superficie plantar tiene aspecto
convexo, y por alteraciones óseas se distingue una prominencia dura por la
parte posterior e interna del pie. Asocia afecciones en tendones y músculos con
acortamientos, que justifican su tratamiento quirúrgico a la edad más temprana
posible. Suele presentarse asociado con otro tipo de alteraciones o
enfermedades que se deben considerar en su revisión.
Cuando la punta de los pies está orientada hacia dentro (pie varo) desde el nacimiento, puede tener origen en acomodación corporal. Se recuperan de forma apropiada, cuando con maniobras de reducción se nota que adquiere su aspecto normal. Esta alteración se puede presentar también como una condición adquirida, durante los primeros tres años (uno o los dos pies), ante los procesos de torsión que tienen los huesos de la pierna y el muslo con la cadera en su etapa normal de desarrollo. Pueden ser motivo para justificar caídas y marcha torpe por tropiezos, solo conviene comprobar que a partir de los tres años se noten ya en posición recta o paralelos; y a partir de esta edad, puedan ir ganando 1.2 grados de separación por año, hasta llegar a 10-12 grados a los diez años, debiendo de cuidar en especial que la postura del niño no afecte más esa alteración, evitando que no se duerma boca abajo y/o siente con las puntas de los pies hacia dentro. Ya no es necesario el empleo de dispositivos exagerados para su corrección. Cuando no sea posible reducir el defecto a condición aparente normal o no se compruebe su separación gradual, se deberá considerar la opinión del especialista para su definición.
Ante cualquier duda en el aspecto del pie, existen tiempos específicos para valorarse de acuerdo con su desarrollo, pero también se establece que se puede tomar en cuenta alguna alteración para ser comparada en el curso de los siguientes seis meses. Si hay mejoría se puede mantener la tranquilidad de dejar a su evolución natural, pero si se nota que no hay recuperación o incluso se nota con deterioro comparativo, no debe ser retrasado el tiempo de evaluación por el especialista en ortopedia.
Por condiciones de acomodación corporal dentro del vientre materno durante el embarazo, es posible notar que uno (o los dos) de los pies manifieste alguna postura o curvatura anormal. Para su consideración, el médico de atención neonatal puede confirmarlo al colocarlo en la postura presuntiva durante el embarazo, y mediante una manipulación suave, verificar si el pie (o la parte deformada) llega a colocarse en su posición o forma normal -es reducible o no- lo que define su pronóstico para comprobar su recuperación a la normalidad en los siguientes 4-6 meses. Esas deformidades posturales se asocian en especial, con la gran elasticidad de sus tejidos que al paso del tiempo se recuperan en forma adecuada.
La mayoría de las dudas en la forma de los pies y su posible influencia en la alteración de la marcha, en realidad corresponden a condiciones naturales de los tejidos que conforman el pie, con cambios en el curso de los años, al igual que la marcha que depende mucho de la evolución del sistema nervioso y motor, que va perfeccionando las habilidades en el niño, en el proceso importante en su vida conocido como desarrollo.
La presencia de un aparente pie plano al nacimiento corresponde, al acúmulo de tejido graso y déficit de desarrollo de los tejidos relacionados para ofrecer el aspecto plano. Al paso de los siguientes tres años, el aspecto puede persistir y a partir del cuarto año, los tejidos empiezan a formar el arco plantar, que se debe identificar en su condición especial que corresponde, con maniobras que se pueden efectuar en casa.
Si un niño tiene aspecto plano de su planta, se le pedirá que levante su cuerpo hasta quedar apoyado de puntas, para identificar si hay formación de su arco. En forma adicional se revisa también la formación del arco plantar, al extender el pie o simplemente al levantar al máximo el primer dedo. Con estas dos maniobras positivas se establece una variante normal llamada pie plano flexible, que en forma progresiva irá formando el arco del pie al paso de los años, en forma espontánea hasta los siete años.
Si el pie plano manifiesta formación del arco solo al mantenerse el cuerpo apoyado de puntas en estiramiento máximo, pero no se forma al levantar el dedo o extender el pie al máximo, corresponderá a un pie plano semiflexible, que de preferencia deberá empezar a tratarse a partir de los cuatro años, con evaluación por ortopedista para identificar su causa específica, que puede corresponder a trastorno muscular, tendinoso o neurológico.
En caso de no apreciar la formación del arco plantar con estas maniobras y persistir con aspecto liso, se le considera como pie plano rígido; y deberá de tener tratamiento correctivo con cirugía a los once años, pero en forma previa, justificará el empleo de plantillas, ejercicios y revisiones periódicas, con intención de evitar que en forma secundaria cause otras deformidades asociadas a nivel de rodillas o de cadera.
La deformidad contraria al pie plano se le conoce como pie cavo, donde la superficie del arco plantar está muy elevada y suele asociar antecedente familiar similar. La forma clínica más frecuente, comienza a manifestarse alrededor de los 12 años y puede afectar a uno o a los 2 pies. El pie se deforma lentamente y sin dolor. El niño gasta el zapato por la punta y lo deforma por el dorso, teniendo dificultad en especial con el cierre de agujetas o problemas de presión dorsal. Corre de forma insegura y se cae con facilidad.
En su detección temprana puede ser mejorado con dispositivos especiales, pero al tiempo, la deformidad ósea se hace más ostensible y el tratamiento justifica ser quirúrgico. En esta fase además de la deformidad evidente, el dolor es más importante en la región plantar correspondiente a la cabeza del dedo mayor, con callo secundario.
En fase inicial se recomienda caminar descalzo sobre el suelo, procurando que el contacto inicial al paso se realice con los talones y efectuar marcha de talones, emplear calzado largo con punta ancha para movilidad adecuada de los dedos y empleo de plantilla con apoyo suave en zona de contacto del primer dedo sobre la planta.
El pie zambo, llamado también equino varo, es un defecto de nacimiento que hace que el pie del bebé se voltee hacia adentro y hacia abajo, en punta (equino) y con la planta girada hacia adentro (varo). Una vez diagnosticado, el tratamiento debe realizarse de inmediato en los primeros días vida, ya que a esta edad los huesos de los pies son moldeables y con gran capacidad de remodelación. Se realiza a través de la colocación semanal de yesos correctivos, con técnica llamada de Ponseti, para ir moldeando el pie, culminando con la colocación de férulas tipo bota, que permite mantener los pies en la posición correcta. Los resultados son sin secuelas de cojera o limitación funcional.
Contraria a la anormalidad de la punta del pie en apoyo, está la postura anómala del pie que condiciona que exista apoyo principal con el talón (pie talo). La deformidad se caracteriza por una flexión máxima del pie, con aproximación a la parte anterior de la pierna y con la planta del pie desviada hacia afuera. Es más común en niñas y en primogénitos de madres jóvenes. En general es de evolución benigna, consistiendo su tratamiento, si es necesario, en masajes repetidos y en el uso de férulas si persistiera esta posición. Si la deformidad no se corrige rápidamente o es resistente a maniobras de reducción, se pueden aplicar vendajes correctores enyesados. Ante su presencia, se debe revisar también la integridad de la articulación de la cadera o columna vertebral.
Cuando la punta de los pies está orientada hacia dentro (pie varo) desde el nacimiento, puede tener origen en acomodación corporal. Se recuperan de forma apropiada, cuando con maniobras de reducción se nota que adquiere su aspecto normal. Esta alteración se puede presentar también como una condición adquirida, durante los primeros tres años (uno o los dos pies), ante los procesos de torsión que tienen los huesos de la pierna y el muslo con la cadera en su etapa normal de desarrollo. Pueden ser motivo para justificar caídas y marcha torpe por tropiezos, solo conviene comprobar que a partir de los tres años se noten ya en posición recta o paralelos; y a partir de esta edad, puedan ir ganando 1.2 grados de separación por año, hasta llegar a 10-12 grados a los diez años, debiendo de cuidar en especial que la postura del niño no afecte más esa alteración, evitando que no se duerma boca abajo y/o siente con las puntas de los pies hacia dentro. Ya no es necesario el empleo de dispositivos exagerados para su corrección. Cuando no sea posible reducir el defecto a condición aparente normal o no se compruebe su separación gradual, se deberá considerar la opinión del especialista para su definición.
Ante cualquier duda en el aspecto del pie, existen tiempos específicos para valorarse de acuerdo con su desarrollo, pero también se establece que se puede tomar en cuenta alguna alteración para ser comparada en el curso de los siguientes seis meses. Si hay mejoría se puede mantener la tranquilidad de dejar a su evolución natural, pero si se nota que no hay recuperación o incluso se nota con deterioro comparativo, no debe ser retrasado el tiempo de evaluación por el especialista en ortopedia.