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Desarrollo de la visión


Uno de los momentos más emocionantes después del nacimiento de un niño, es la primera ocasión que el recién nacido abre los ojos y hace contacto visual con usted.
No deberá de haber preocupación o inquietud en la persona mayor, ante la reacción del niño; ya que en ese momento, su deficiencia de desarrollo visual y del cerebro le impide tener una visión similar a la de un adulto.
El sistema visual del recién nacido, generalmente requiere de tiempo para poderse desarrollar a partir de los primeros momentos o semana de vida, en que solo distingue al exterior de forma confusa y con tonos variables de gris, con mayor predominio de sombras e iluminaciones; llamándole la atención en especial, toda la estimulación brillante, como son los ojos de la madre, los lentes, lámparas, sol, etc.
Es necesario que transcurran varios meses para que se desarrolle la visión de forma adecuada en el recién nacido.
Durante el embarazo se forman las estructuras anatómicas normales del ojo, y la integridad puede estar amenazada con el estado nutricional deficiente de la madre, o con la exposición a sustancias potencialmente dañinas como son humos de cigarro, o la ingesta de medicamentos con efectos secundarios durante el embarazo. De preferencia se debería de realizar una valoración del estado general de una futura madre, antes de concebir un embarazo para tener mayor seguridad que todo puede evolucionar normal. Ya durante el embarazo, será el ginecólogo quien supervise su evolución, cuidando entre otros factores, que no haya deficiencias particulares que puedan interferir en su desarrollo. La presencia de una desnutrición dentro del vientre materno, incrementa la posibilidad de tener afección del desarrollo visual. Hay infecciones específicas que afectan el desarrollo del ojo y se deberán de descartar o tratar de forma adecuada.
Al nacimiento, las células nerviosas de la capa del ojo (retina), que percibe la luz y la transmite al cerebro para su interpretación, al igual que las neuronas del cerebro que reciben esta estimulación,  no están completamente desarrolladas; y por esta razón, se condiciona la percepción de imágenes en tono obscuro, además que no hay capacidad de poder enfocar bien los objetos (para poder ver bien los que están cercanos de los alejados) y ante esto, la visión del recién nacido solo es de curiosidad hacia todo lo que recibe de estimulación.
En los siguientes días, se nota que el niño prefiere mirar la imagen del rostro de la madre que la relaciona con los estímulos de alimentación que de ella recibe, y que el niño aprende a distinguir en particular, por las características del marco de la cara condicionado por su cabello. Se distingue en esta etapa, una proporción mayor aparente del tamaño de los ojos, ya que se encuentran en cerca del 65% de su tamaño de adulto, y el tamaño de la cara en forma proporcional es más pequeña. 
Durante el primer mes, los ojos del bebé no son muy sensibles a la luz y es necesaria una iluminación excesiva para que el niño se haga consiente de ella, se menciona entonces que su umbral a la iluminación es 50 veces mayor que el adulto, ante lo cual se puede justificar emplear una luz débil en la noche, para que el adulto se pueda guiar a su revisión y evite tropezarse o hacer ruido innecesario, ya que la intensidad leve no será factor para mantenerlo despierto. La luz solar directa podrá afectar a su retina y hay que evitarla, para no afectar el desarrollo de su visión.
Los bebés, empiezan a desarrollar su capacidad de poder ver los colores de forma rápida después de la primera semana de vida, y pueden distinguir el rojo, naranja, amarillo y verde, pero requieren de un tiempo mayor para que sean capaces de poder distinguir el azul y el violeta, ya que estos colores tienen una menor longitud de onda y el ojo del niño no tiene desarrollados los receptores para esos colores de forma adecuada.
Se recomienda como sugerencia a la estimulación de la visión durante esta etapa, de rodearlo en su habitación de colores brillantes y alegres, en contraste de colores y de formas, por lo que la colocación de móviles de colores contrastantes es adecuado.
Durante esta etapa no se inquiete al notar que los dos ojos del niño no aparentan estar trabajando juntos de forma adecuada, es posible que haya desviación de alguno de los ojos de la alineación normal, y solo en caso de notarlo de forma muy persistente o evidente será necesario consultar el oftalmólogo pediatra, o el oftalmólogo para una valoración adecuada; al igual, que la presencia de secreciones o alteraciones en la apariencia de un ojo, comparativo al lado contrario; y de forma particular, si al tomarle algunas fotos tiene diferencia de reflejo en alguno de los dos ojos.  
A partir de los dos meses a los tres años, los niños tienen la capacidad de ir desarrollando de forma más precisa la agudeza visual y los ojos comienzan a moverse en forma adecuada. Se identifica por notar que el niño tiene un seguimiento de los objetos con la mirada de forma más simétrica.
Durante esta etapa de su vida, se da cuenta que puede seguir mirando los diferentes objetos sin necesidad de tener que movilizar su cabeza, los ojos se empiezan a hacer más sensibles a la luz, su umbral ahora de detección es diez veces mayor que el adulto, y es necesario ya disminuir la intensidad de la iluminación durante la noche, mientras duerme o bien mantenerlo con la luz apagada.
Como estimulo en esta etapa, se sugiere cambiarle su cuna para que pueda observar otras cosas en su cuarto, hablarle mientras el adulto camina y cambia de posición para que el niño lo busque. 
Durante el periodo de los cuatro a los seis meses por mejorar su agudeza visual (de 20-400 a 20-25), tienen capacidad de poder distinguir algunas particularidades de la visión como los tipos de texturas, dimensiones, brillos, tonos y contrastes, por lo que su curiosidad natural de quedarse observando diferentes eventos de su entorno, es de lo más natural. Adquieren también mayor velocidad de movimientos oculares y empiezan a realizar la coordinación entre los ojos y la toma con la mano, y ya puede distinguir todos los colores del arco iris. A esta edad, se podrá realizar la valoración oftalmológica de forma más conveniente, para detectar fallas de agudeza visual; en especial, si se cuenta con antecedentes familiares de esta alteración.
Lo anterior no deberá de justificar que al momento de que el niño se queda viendo a los padres en el acto de comer, sea interpretada su mirada atenta, como el deseo de comer o el antojo a los alimentos, ya que en la conducta instintiva natural del ser humano ante una mirada mientras se practica la alimentación es compartir el alimento,  el hacerlo en un momento en que el intestino del niño aun no está preparado, puede condicionarle posteriormente enfermedades alérgicas, trastornos metabólicos con obesidad o diabetes.
De los siete a los doce meses, ya tiene capacidad para calcular mejor las distancias y coordinar su visión con los movimientos del cuerpo. En cuanto al color del iris se empieza a modificar, los pigmentos más oscuros se empiezan a desarrollar para definir el color en etapa posterior. 
La estimulación durante esta etapa es ofrecer objetos grandes que se puedan armar y desarmar, otros que se puedan guardar o extraer de recipientes, con colores variados asociados con texturas diferentes o sonidos múltiples.
Ante cualquier duda en el desarrollo de la visión de sus hijos, es conveniente ponerse en contacto con el oftalmólogo pediatra, o el oftalmólogo de confianza en la familia.