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El niño adoptado


Es la es la crianza de un menor al que no se está unido por vínculos biológicos y su integración en la propia familia, con intención de vincularse a su condición funcional, esperando encontrar una relación afectiva y emocional de los padres hacia el menor y, a su vez, de éste hacia sus padres, para proporcionarse el sentido de pertenencia a todos.
Las expectativas para este proceso no deben estar basadas en la solidaridad ni en la generosidad de los adultos hacia los adoptados, ya que deben comprometerlos al cuidado y supervisión del individuo en dependencia social, para favorecer el desarrollo de su autonomía, personalidad y autoestima de acuerdo con las condiciones de la sociedad a la que pertenecen.
Ser una familia adoptiva es involucrar la mayoría de las vivencias y características de las familias con sus hijos biológicos y además supone, la aceptación de diferencias y retos específicos en la convivencia bilateral entre la pareja y el adoptado y/o con los otros hermanos.
Las condiciones diferentes dependientes del niño, se establecen en primer lugar por su origen previo, en donde pudieron estar bajo situaciones vitales generalmente difíciles, traumáticas y con carencias variadas, haciendo de ese periodo previo a cada niño un momento difícil dentro de su desarrollo. Este antecedente influye en la forma como se manifiesta y se comporta el niño en su vida diaria. Habrá otros que hayan tenido que convivir con un grupo de otros niños, en situación similar de abandono familiar biológico, donde los reglamentos institucionales, normas de los cuidadores y entorno ambiental variado, les influyen a superar retos que en forma normal no se les presentan al resto de los niños; y en otras ocasiones, la identificación grupal puede ser un factor de protección que mitigue su afección emocional y la separación del grupo pueda involucrar un trastorno de su relativa seguridad inicial.
Por parte de la familia que adoptará al niño, también es de señalar que tienen diferencias con otro tipo de parejas. Son parejas que han superado duelos previos, ya sea tras diagnósticos de infertilidad bien definidos, historias dolorosas de embarazos perdidos, enfermedades específicas con desenlace fatal para sus descendientes, alta predisposición de malformaciones congénitas o síndromes genéticos especiales. Son parejas que deben cumplir con trámites administrativos especiales y prolongados para poder conformar una familia. Se tienen que adaptar al momento biológico en que se encuentre el niño sin poder disfrutar de las manifestaciones de periodos previos (niños en edades diferentes). La condición de adopción visible, cuando el ambiente social expone la intimidad de esta familia a la mirada de los demás. Los referentes sociales también constituyen una diferencia para las parejas al enfrentarse a conductas, problemas o retos que provengan de los antecedentes del niño, y para las cuales, no cuentan con los modelos apropiados para tomar referencia y modificar su conducta. La comprensión y reparación de los posibles daños que en el pasado hayan afectado al niño en su salud, su estado emocional, conducta o desarrollo. Por último, el conocimiento del origen del adoptado, donde deben aceptar los orígenes del niño para entender sus deficiencias o virtudes. La carencia de esta información clara y completa debe motivar a la búsqueda de los orígenes del hijo para poder ofrecer las carencias emocionales que el niño requiera de su nueva familia.
Con el proceso de la adopción se establece que los niños separados de su familia original (biológica) son personas que necesitan educarse en diferentes niveles de formación que incluyen el académico, moral, personal, emocional y social; y serán entonces, sus padres adoptivos quienes tomarán esa responsabilidad a cubrir, siendo conveniente la orientación psicológica y evaluación médica periódicas, para ir proponiendo objetivos a comprobar con evaluaciones asociadas, para asegurar que los componentes de la familia (padres e hijo) funcionen de forma positiva.
Durante el periodo inicial de la adopción, los menores con antecedente de relaciones de apego con adultos que los han rechazado, desarrollan modelos de apego caracterizados por expectativas negativas sobre los adultos y sobre sí mismos, lo que provoca que tienda a minimizar esa conducta y a evitar, en la medida de lo posible, la relación próxima con aquellos por lo que la adquisición de confianza y de incondicionalidad, requiere dedicación, tiempo y comprensión por parte de los adultos adoptantes. En este sentido, uno de los aspectos más relevantes en la relación familiar es el modo en que los nuevos padres establezcan el vínculo afectivo con su hijo o hija. Los que han crecido en instituciones especiales generalmente han estado privados de vínculos afectivos con los adultos y ellos tendrán una reacción negativa a los vínculos familiares por estar acostumbrados a las relaciones frías, escasas de cariño y de afecto.
La actitud que tiene la familia adoptiva ante el recibimiento del nuevo menor debe caracterizarse por la paciencia, y comprensión de las dificultades de los niños para establecer vínculos afectivos con ellos. El objetivo prioritario en los primeros momentos es la creación del vínculo afectivo que, al paso del tiempo, tendrá lugar por medio de una relación diaria que proporcione cariño y seguridad suficiente para hacer frente a las situaciones diarias, establecer relaciones sociales y desarrollarse de manera autónoma. Se debe tener confianza al paso del tiempo, que se aprende a querer a partir del amor de quienes proporcionan cuidados y atención dentro del ambiente familiar.
Adicional a la afección emocional, se asocia las carencias físicas y su consecuencia al estado de salud, por lo que es necesario que, al inicio de la adopción, se realice una revisión médica del niño para identificar y empezar a tratar cada enfermedad detectada.
Con objeto de favorecer las interacciones familiares y el desarrollo de apego, se debe contar con: estabilidad y armonía en la relación entre los padres manifestados por el apoyo mutuo, resolución pacífica de los desacuerdos y alto grado de comunicación constante. Disponibilidad y accesibilidad no solo para cubrir las necesidades biológicas, sino también incluir las psicológicas, sociales, emocionales y del conocimiento. Debe existir sensibilidad, coherencia y contingencia ante las demandas y comportamientos de los hijos, para favorecer la identificación por ambas partes.
Su incorporación a la escuela en la etapa preescolar es una oportunidad favorable para su integración a las actividades académicas, debido a que su capacidad (resilencia) para poder proyectarse al futuro a pesar de traumas, condiciones difíciles de vida y acontecimientos desestabilizadores.
El apego familiar -que se busca desarrollar-, hace referencia a la estrecha vinculación afectiva, que se desarrolla y se mantiene entre el niño y las personas de su entorno que más establemente interactúan con él, y que le aportan seguridad y afecto, satisfacen sus necesidades y responden a sus demandas y deseos. Si el apego familiar es adecuado y los roles familiares se mantienen, es factible que el desarrollo final del adoptado consiga los objetivos de desarrollo: personal, físico, emocional, social, moral y académico.  
En cuanto a la adopción por homosexuales, un niño que convive adoptado con una pareja homosexual tiene mayor riesgo de derivar en ese tipo de comportamiento, ante lo que cotidianamente puede aprender dentro del hogar en donde vive; y por otra parte, se establece -de acuerdo a estudios realizados- que los niños adoptados por estas parejas están más propensos a la agresión sexual en un porcentaje muy marcado comparativo al de los heterosexuales, su estado emocional, la percepción de las figuras componentes de la familia y sus valores son modificados en formas anómalas... Nuestra especialidad que vigila los objetivos de la infancia, siempre dará preferencia al bienestar y derechos del menor de edad.