Se denomina en
esta forma, a la condición en la que el niño manifiesta alteraciones en el
control de su evacuación, condicionando la presencia de manchado en su prenda
interior y/o la eliminación repetida de evacuaciones de consistencia normal, en
lugares no apropiados.
Esta alteración,
es posible encontrarla durante el proceso de aprendizaje del control de
evacuaciones, como dificultad en el
aprendizaje y coordinación, causando accidentes ocasionales. Generalmente a la
edad de cuatro años, es posible que la mayoría de niños ya tengan un buen
control para poder eliminar sus evacuaciones de forma socialmente aceptada,
influido por la enseñanza de quienes lo cuidan, o bien de forma espontánea.
La alteración
como tal, se relaciona con esta edad y puede ser clasificada como primaria o
secundaria.
La condición
primaria se relaciona a la edad de cuatro años, cuando algunos niños no han
alcanzado el control de su evacuación en forma adecuada; y de esta manera,
manifiestan accidentes por lo menos una vez al mes, durante los tres meses
previos. En contraste con la condición secundaria, los niños manifiestan la
alteración en el control de las evacuaciones, en tiempos posteriores al haber
logrado tener un control intestinal regular, por lo que su periodo de aparición
sucede entre los cuatro a ocho años de edad.
Por frecuencia,
afecta con mayor predominio a los varones y su curso de forma rara se hace
crónica, manifestando recuperación apropiada, mediante reeducación de los
hábitos de defecación y en forma espontánea, al identificar el factor emocional
que interviene, luego de haberse descartado alteraciones de función o de
anatomía, que la puedan hacer persistente.
En la mayoría de
las ocasiones este evento no depende de la voluntad del niño, pero ocasionalmente
puede ser intencional. Se le relaciona (hasta en el 90% de los casos) con el
estreñimiento asociado al tipo de alimentación, que causa dolor al momento de
su eliminación, con dificultad a su expulsión pudiendo quedar atoradas en el
interior, donde al paso del tiempo se le absorbe el líquido contenido,
incrementando su consistencia y en un círculo vicioso, producirá mayor dolor a
su eliminación, permitiendo solo la liberación de evacuaciones escasas
líquidas que terminan manchando la ropa interior del niño. En esta condición, la
pérdida puede presentarse tanto en el día como en la noche, y al acudir al
inodoro solo eliminan cantidades pequeñas de materia fecal.
Existe otra
variante, en donde no existe incontinencia por desbordamiento y tampoco hay
evacuaciones compactas o dolorosas. Las heces al contrario, son de forma y
consistencia normal, con una incontinencia intermitente de predominio diurno,
que el niño elimina depositando en algún lugar de su preferencia particular (bajo la mesa, en el salón de clases, etc.). Cuando esto sucede, se
relaciona con un comportamiento opositor desafiante o como trastorno de
conducta infantil, en donde el niño experimenta satisfacción por su realización.
La forma como se
produce esta alteración, no siempre es muy clara. Se han propuesto una variedad
de explicaciones: psicológicas, anatómicas, fisiológicas y alimentarias, pero
la explicación más probable, es que las causas de la encopresis tienen múltiples
aspectos. La mayoría de los niños con encopresis, no tiene una anormalidad
física que interfiera con su capacidad para adquirir el control intestinal.
Algunos niños pueden retener intencionalmente las heces por motivos
psicológicos, pueden tener miedo de usar el inodoro, estar habituados o tener
preferencia particular al inodoro de su casa, o la retención se puede deber a un patrón de
conducta opositora, al notar que causa enojo a los padres o sus cuidadores.
En muchos casos,
la encopresis ocurre cuando hay una situación familiar estresante, como un
divorcio, el nacimiento de un hermano o una transición, como: el inicio de la
escuela. Cuando el niño efectivamente se ensucia con heces, hay un claro
indicio de que puede haber un problema en las relaciones familiares. El niño
que es reacio a expresar abiertamente su ira, puede expresarla defecándose. La
incontinencia fecal puede ocurrir en un niño que tuvo una experiencia
traumática o aterradora, como un abuso sexual o físico.
Otros factores
fisiológicos que pueden contribuir con el estreñimiento, incluyen: la
deshidratación debido a una enfermedad febril, hipotiroidismo o un efecto
secundario de un medicamento. La incontinencia por desbordamiento producto del
estreñimiento, puede deberse a una nutrición deficiente, a una enfermedad
estructural del ano, del recto y del colon, o a trastornos endocrinos o
neurológicos.
Para definir la
causa que influye a la existencia de este cuadro, se requiere la valoración
médica que integrando datos del interrogatorio, hallazgos en la revisión del
niño y de ser necesario, la interpretación adecuada de estudios adicionales,
permitirá identificar la causa orgánica y en forma secundaria la solución con
su tratamiento correspondiente. Cuando no haya elementos de alteración
anatómica o funcional, se podrá considerar la evaluación emocional del niño
para su tratamiento asociado.
Los consejos
para corregir este problema -muchas veces bien intencionados de los familiares
y amigos de los padres-, no siempre son útiles ya que muchas personas lo
consideran erróneamente como un problema de conducta o falta de autocontrol
adecuado, y es común que la frustración de los padres, abuelos y todas las personas
que cuidan del niño, ante la recurrencia del problema, optan por aplicar
castigos o expresan conceptos, que solo hacen sentir al niño humillado,
deprimido o enojado; y en forma secundaria, con una autoestima menor que podrá
condicionar mayor recurrencia.
El tratamiento
de acuerdo a sus características individuales, podrá requerir del empleo de
sustancias laxantes para poder expulsar el material retenido de forma adecuada;
o bien, de sustancias que reblandezcan las evacuaciones y se vuelvan normal de
consistencia, por un periodo variable de tiempo para recuperar las funciones
alteradas del intestino. En forma adicional, se sugiere también establecer
rutinas de evacuación que sean atractivas y adecuadas al niño, como: motivarlos
a su evacuación al terminar de consumir algún alimento, para aprovechar la
estimulación de los movimientos intestinales. De preferencia, deberá de contar
con el tiempo suficiente para poder eliminar el material total almacenado en su
intestino (cuando lo quieren establecer antes de irse a la escuela, siempre lo
están apurando a terminar y no logran vaciar su intestino bien). El inodoro en
especial, deberá de contar con un taburete, que le permita al niño subir y
mantener sus pies con apoyo, para permitir que sus rodillas tengan un nivel más
alto que su cadera, a fin de proporcionar una postura adecuada para facilitar
la evacuación y que le ofrezca seguridad al niño. Llevar un registro en
calendario, de las fechas en la medida que el niño vaya teniendo evacuaciones
adecuadas e identificación correcta de su estímulo digestivo. Complementar la
atención siempre con una valoración de tipo psicológico, para dar apoyo al
aspecto de la autoestima y no condicionar de forma insistente a los premios
constantes, por los logros conseguidos.
Este cuadro
puede incluir medicamentos, tiempo y actividades variables, para poder
conseguir el resultado final, siendo la clave significativa: la paciencia y
responsabilidad de los familiares, cómo la más importante para conseguir la
corrección adecuada.
Demorar la
consulta pensando que es transitorio el cuadro, solo complicará su evolución y
tampoco es conveniente el empleo de medidas empíricas, ya que pueden alterar el
cuadro original.