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Salmonelosis, fiebre tifoidea

Entre la gran variedad de bacterias que existen, algunas se agrupan con el nombre de salmonellas por tener particularidades que comparten. Entre este grupo -de casi 2500 tipos (200 relacionadas con enfermedades humanas)-, cada una es identificada con un nombre adicional en su clasificación para orientar sobre su origen, comportamiento y enfermedades que puedan llegar a causar.
Todas las enfermedades causadas por este grupo de bacterias son conocidas como salmonelosis y pueden afectar al hombre y algunos tipos de animales: como las aves (patos, pollos), mamíferos (cerdos, bovinos), y algunas especies domésticas como gatos, perros, hámsteres, pájaros, tortugas, iguanas. En estas especies, la enfermedad en general pasa desapercibida por falta de revisión veterinaria o curación espontanea.
En el hombre, la enfermedad puede adoptar diferentes formas de manifestarse, y las formas clínicas más comunes son: los cuadros gastrointestinales como intoxicaciones ó diarreas. Menos frecuentes son: los cuadros localizados (por ejemplo a: cerebro, huesos, pulmones), infecciones generalizadas (fiebre tifoidea o sepsis). También existe la condición de portador sano –que puede ser temporal o prolongado-, eliminando los microorganismos por las evacuaciones de forma constante, después de un cuadro intestinal o sin haber manifestado alteraciones de la enfermedad, y que juega un papel importante en la existencia de la enfermedad.
Estas infecciones se distribuyen por todo el mundo, pero predominan en los países en desarrollo, debido a que los mecanismos de transmisión por medio del agua y los alimentos, se relacionan con defectuosas condiciones higiénicas y sanitarias.
Estas bacterias, son capaces de poder sobrevivir hasta tres meses en temperatura de congelación, y solo se inactivan con temperaturas mayores de 60 grados mantenidos durante veinte minutos; así, su tiempo de supervivencia varía y es factible, que sea prolongado ante las condiciones de temperatura y humedad relativa ambiental de muchos países, pudiendo favorecerse su multiplicación.
El enfermo y el portador sano, son prácticamente los reservorios y origen de las infecciones más frecuentes por salmonella, a través de la eliminación de la bacteria por sus heces. En otras salmonellas no tan frecuentes, los reservorios son variados predominando en especial las aves: pato, pollo, pavo, palomas, loros; y otros, animales como: la vaca, cerdo, oveja, gato, perro, ratón, hámster, tortuga, iguana, serpiente, moscas, y sus productos animales como alimentos: carne, huevo, leche, además del agua contaminada por ellos.
La forma más común de adquirir la enfermedad, es a través del agua o alimentos contaminados con las evacuaciones, posible con el agua de riego de algunas verduras o vegetales, o con la insuficiencia de drenaje en épocas de lluvias. En estos casos, el número de enfermos es abundante.
En el caso de las salmonellas poco frecuentes, el mecanismo posible es a través de la ingesta de productos animales contaminados, o contacto con animales domésticos infectados. El huevo y los alimentos elaborados con huevo y la carne de aves son los más habituales. La carne se contamina con frecuencia, a partir de su proceso de extracción de vísceras con contacto del contenido intestinal (tripas). Los huevos se contaminan al momento de romper su cáscara que contenga residuos de heces del animal. La cantidad de personas afectadas es individual o en número familiar. Otras fuentes pueden ser mariscos y pescados contaminados.
No todas las personas que ingieren la salmonella se enferman, pero en particular los niños y en especial los preescolares, son los más afectados. En general, las manifestaciones de la enfermedad, se pueden desarrollar a partir del tercer día de su ingesta.  
El tipo de salmonelosis que se asocia de forma más común en los niños, es la que causa manifestaciones digestivas predominantes como: nausea, vómito, diarrea –en ocasiones con sangre y moco-, dolor abdominal; además de dolor de cabeza y fiebre ligera. Generalmente asociada por consumo de huevo, pollo, carne de res, o contacto con reptiles como tortugas o iguanas. Típicamente remiten en forma espontanea sin tratamiento antibiótico, y solo vigilando las condiciones generales.  
Otra enfermedad por salmonella es la fiebre tifoidea, que solo se transmite por medio de los seres humanos o los productos contaminados con sus desechos. Entre las principales manifestaciones genera: un cuadro intestinal de intensidad variable, similar al cuadro de afección digestiva, y en la siguiente semana: dolor abdominal por inflamación visceral, acompañando al brote de manchas de color rosado muy tenues en el tronco del niño, la fiebre es de una  mayor intensidad por las tardes con remisiones por las mañanas,  persistente, asociada con dolor de cabeza, malestar general, somnolencia, estreñimiento y afección mental importante en el niño que le hace generar ilusiones y alucinaciones en su etapa crítica.
En la tercera semana -en algunos casos-, puede causarse perforación de los intestinos, que requiere de intervención quirúrgica para su tratamiento, o padecer de cuadros que afecten a órganos particulares, como la infección a los pulmones (neumonía), al cerebro (meningitis) o a los huesos (osteomielitis); y algunos niños con condiciones y evolución favorable, pueden curarse de forma espontanea a partir de la cuarta a sexta semana de la enfermedad, pero en su mayoría requieren de valoración médica y antibióticos especiales, ante la posibilidad de alguna resistencia.  
Algunos niños con enfermedades o condiciones especiales previas como la desnutrición, cánceres, enfermedades de la sangre ó inmunológicas y otras, pueden tener las formas especiales de complicación, de manera más común; e inclusive, pueden desarrollar de forma muy rápida una inflamación intensa de todos sus órganos y sistemas, que puede terminar con su vida de forma muy rápida. Por lo que este grupo vulnerable de niños, siempre deberán de recibir una atención en especial más anticipada, y de preferencia en ambiente hospitalario, para evitar su fallecimiento.
La prevención de esta enfermedad, a nivel colectivo (municipal), se logra con el manejo adecuado de las aguas residuales en un tratamiento eficiente, y un drenaje funcional en época de lluvias –con responsabilidad ciudadana para evitar tirar basura en coladeras-. Además de supervisión a locales en donde se almacenan, procesan y expenden alimentos para cumplir con los requisitos sanitarios de forma estricta, y detectar a posibles portadores sanos que intervienen en esos procesos.
La prevención a nivel familiar debe incluir el manejo seguro de las heces de una persona enferma, control posterior para descartar que sea portador sano en el futuro, higiene de manos después de ir al baño y antes de cada comida, preparación adecuada de alimentos para evitar consumir alimentos crudos o poco cocidos, en especial carnes y huevos. Emplear utensilios bien lavados como tablas y cuchillos que generalmente tienen contacto con material crudo, para evitar la contaminación cruzada. Evitar el contacto con las heces de las mascotas de la familia, lavarse bien las manos después de tocar un animal y evitar mascotas a los niños más pequeños.

Busque atención médica si sospecha que su niño tenga salmonelosis o fiebre tifoidea; y en especial, recomiende la atención en niños con riesgo de complicarse.