La fobia social (llamada también: trastorno
de ansiedad social) es el tercer trastorno de salud mental más común después de
la depresión y el abuso de sustancias. Es un problema donde los sentimientos
exagerados de timidez e inhibición se cambian al miedo poderoso.
Como resultado de ello, las personas se
sienten incómodas en situaciones sociales de todos los días.
Estas
situaciones pueden incluir hablar en público, usar baños públicos, comer con
otras personas o participar en contacto social en general. Su edad promedio de
presentación, se manifiesta entre los diez a doce años.
Los muchachos que padecen de fobia
social suelen ser capaces de interactuar con su familia y con unos pocos amigos
cercanos. Pero conocer gente nueva, hablar en un grupo o en público puede hacer
que su timidez excesiva salte a la luz.
En el caso de las personas que padecen
fobia social, la timidez excesiva, la inhibición y los temores de sentir
vergüenza interfieren con la vida diaria. En lugar de disfrutar de las actividades
sociales, las personas que sufren de fobia social probablemente les teman y
mejor las terminan por evitar.
Los niños y jóvenes con este trastorno
temen ser humilladas o avergonzadas en sus situaciones sociales o de
rendimiento por sus acciones, y pueden llegar a sentirse intensamente ansiosas,
manifestando un aumento del ritmo cardíaco, sudoración y otros signos de
activación nerviosa (náuseas, vómito, dolor abdominal, dolor de cabeza o
abdominal). Estos síntomas físicos a su vez pueden causar ansiedad adicional,
dando lugar a una respuesta de miedo condicionado, que refuerza su ansiedad en
situaciones públicas, por lo que las personas con fobia social están
angustiadas también por sus síntomas.
La forma como se desarrolla esta
alteración en un niño o adolescente involucra en especial tres factores.
La conformación biológica de una
persona. La fobia social puede deberse, en parte, a los genes y el temperamento
que hereda una persona. Las características genéticas que se heredan de los
padres y de otros parientes pueden influenciar la manera en que el cerebro
siente y regula la ansiedad, la timidez, los nervios y el estrés. De manera
similar, algunas personas nacen con un temperamento tímido y suelen ser
cuidadosas y sensibles en situaciones nuevas, por lo que prefieren lo que les
resulta familiar. La mayoría de las personas que desarrollan fobia social
siempre han tenido un temperamento tímido.
No todas las personas con temperamento
tímido desarrollan fobia social (de hecho, la mayoría no lo hace). Lo mismo
ocurre con los genes. Pero quienes heredan estos rasgos sí tienen mayores
posibilidades de desarrollar fobia social.
Comportamientos aprendidos de modelos
(en especial de los padres). El temperamento naturalmente tímido de una persona
puede verse afectado por lo que aprende de modelos. Si los padres y otras
personas reaccionan sobreprotegiendo a un niño tímido, el niño no tendrá la
posibilidad de acostumbrarse a situaciones y personas nuevas. Con el tiempo, la
timidez puede derivar en fobia social. Los padres tímidos también pueden, de
manera no intencional, sentar un ejemplo al evitar algunas interacciones
sociales. Los niños tímidos que ven esto aprenden que socializar resulta
incómodo, estresante y es mejor evitarlo.
Eventos y experiencias de la vida. Si
las personas que nacen con una naturaleza cauta tienen experiencias
estresantes, pueden volverse más cautelosas y tímidas. Sentirse presionadas a
interactuar de maneras para las que no se sienten preparadas, recibir críticas,
ser humilladas, o tener otros miedos o preocupaciones son factores que pueden
incrementar la probabilidad de que las persona tímidas o temerosas desarrollen
ansiedad social.
La buena noticia es que el efecto de
estas experiencias negativas se puede revertir con un esfuerzo continuo pero
constante. El miedo se puede aprender y también es posible aprender a dejar de
tener miedo.
Los niños o jóvenes presuntamente afectados
se podrán identificar con fobia social generalizada, cuando manifiesten tensión
emocional en al menos siete de algunas de las siguientes características:
Conocer nuevas personas de su misma edad.
Hablando con personas con autoridad (por ejemplo, entrenadores, otros adultos
que no conocen muy bien). Estar con un grupo de personas de su misma edad (por
ejemplo, en una fiesta, en el comedor de la escuela). Entrar a una sala que ya
tiene gente en ella. Hablando con personas que no conocen muy bien. Salir con alguien
en quien están interesados. Cualquier otra situación en la que podrían ser el
centro de atención o algo embarazoso podría suceder (por ejemplo, trabajar, hacer
tareas mientras alguien mira; escribir, Comer o beber mientras alguien mira,
hablar en clase cuando un profesor hace una pregunta, cuando un profesor
recurra a ellos para: actuar, dar una charla frente a un grupo de personas,
presentar un examen, durante una entrevista de trabajo, aunque estén bien
preparados). Cuando solo tengan menos de siete de las condiciones previamente
señaladas, se les considera como de fobia social no generalizada. La intensidad
del problema se relaciona con la recurrencia con que se presenta en el
intervalo de un año escolar.
Es más frecuente que la fobia social
generalizada pueda asociarse con otras fobias y/o alteraciones emocionales
adicionales, como agorafobia, trastornos de pánico y/o consumo de drogas,
mientras que la fobia social no generalizada, tiene más asociación con el
trastorno de estrés postraumático y con los trastornos por consumo de alcohol.
Los jóvenes con la orientación
psicológica adecuada pueden aprender a manejar el miedo, desarrollar confianza
y habilidades para enfrentar situaciones difíciles, además de dejar de evitar
las cosas que les provocan ansiedad. Los psicólogos pueden ayudarles a
reconocer las sensaciones físicas que les provocan las situaciones como de
huida y enseñarles a interpretar estas sensaciones con mayor precisión. Los
psicólogos pueden ayudar a los muchachos a tener un plan especial individual
para enfrentar los temores sociales uno a uno, y ayudarlos a adquirir las
habilidades y la confianza necesarias para lograrlo. Esto incluye la puesta en
práctica de nuevos comportamientos.
La familia o los amigos son
especialmente importantes para quienes hacen frente a la fobia social, ayudan a
reunir el coraje necesario para salir de la zona en la que se sienten cómodos y
probar algo nuevo. El desprecio, los sermones, las críticas y las exigencias de
un cambio no son de ayuda y simplemente hacen sentir mal al afectado. Para
hacer frente a la fobia social, es necesario tener paciencia y coraje para
enfrentar los miedos, intentar cosas nuevas y el deseo de practicar. Es
necesario el compromiso de avanzar, en lugar de alejarse cuando se siente la
inhibición o el temor.
Poco a poco, quienes deciden enfrentar
la timidez exagerada pueden aprender a sentirse más cómodos. A medida que la
timidez y los miedos desaparecen, la confianza y los pensamientos positivos se
acrecientan. Muy pronto, el afectado piensa menos en lo que podría hacerlo
sentir incómodo y más en lo que podría ser divertido… y será otra persona.