En forma
sencilla, es la inflamación del hígado como consecuencia de varios factores que
lo pueden alterar.
La causa más
común de inflamación hepática son las infecciones por virus. Durante la etapa
infantil, la forma más contagiosa es producida por el virus de la hepatitis A.
otros virus de hepatitis tienen letras diferentes para poder diferenciarlos, y
entre los restantes siguen en frecuencia para la población infantil, los virus
de la hepatitis B.
Cada uno de
estos virus, tiene mecanismos especiales para poder ingresar al cuerpo del niño
y ser capaces de producir la infección en el hígado. El virus de la hepatitis A,
se contagia de forma simple a través de los gérmenes expulsados por un paciente
en etapa inicial de la enfermedad, mediante estornudos y saliva; y
posteriormente, por eliminación fecal del virus, cuando el enfermo tiene más
alteraciones sintomáticas.
Durante la
temporada de lluvias se incrementa la frecuencia de casos de hepatitis, en
consideración a la insuficiente función del sistema de drenaje, que se ve
rebasado por el volumen excesivo de agua y permite que el contenido de
excremento para su eliminación, sea expulsado hacia las vías públicas formando
arroyos o ríos. El virus eliminado por pacientes, podrá estar presente en las
calles en forma de heces infectadas presentes en pequeñas cantidades, en
alimentos y objetos (desde agarraderas del autobús hasta los pañales de un
bebé), para su siguiente ingesta y desarrollo de infección subsecuente.
Los otros tipos
de virus de hepatitis, requieren de un contagio directo por contacto con la
persona enferma y se transmiten por medio de trasfusiones de sangre, relaciones
sexuales, tatuajes y empleo de objetos contaminados, como jeringas (personas
drogadictas), como alternativas de transmisión más frecuentes.
Otras causas que
generan inflamación y enfermedad del hígado son infecciones por bacterias, sustancias
tóxicas que producen daño al hígado, traumatismos directos, deficiencia de
irrigación sanguínea y daño por anticuerpos (defensas orgánicas). Estas alteraciones
son menos comunes.
En esta ocasión
solo se describirán las características correspondientes a la hepatitis viral
más común en la etapa pediátrica, que es la hepatitis generada por el virus
tipo A.
La hepatitis A
tiene distribución mundial y se acompaña de brotes epidémicos en escuelas,
internados y guarderías. Se puede padecer a cualquier edad, pero lo más
frecuente es en los menores de quince años. Se tiene protección pasiva durante
los primeros cinco meses de vida, gracias a los anticuerpos de transferencia de
la madre a través de su leche al niño.
A los cinco años
de edad, cerca del 90% de la población infantil ya ha padecido esta enfermedad,
con la distinción que en la mayoría de las ocasiones, la enfermedad cursa sin
manifestaciones notorias del padecimiento.
Su periodo de
incubación (desde su introducción del virus hasta el inicio de las
manifestaciones de la enfermedad) es variable de dos a siete semanas. El
periodo de contagio de la enfermedad es corto y se inicia desde el momento que
la persona manifiesta alteraciones respiratorias, hasta el momento que tiene
alteraciones digestivas como vómitos de forma más notoria. Esta enfermedad no
tiene portadores, ya que el virus solo existe por un periodo corto en el cuerpo
de la persona enferma, y posteriormente se elimina, dejando formación de anticuerpos
(defensas) que lo protegen por el resto de su vida.
Puesto que la hepatitis A puede ser
una infección leve, particularmente en la infancia, es posible que algunas
personas no se den cuenta de que han contraído la enfermedad y ésta pase
desapercibida y quede sin diagnosticar.
Al momento de iniciar la enfermedad,
el virus tiene multiplicación en el sistema respiratorio superior, y sus
manifestaciones son a base de síntomas parecidos a los de la gripe como:
malestar general, fiebre, dolores musculares, pérdida del apetito.
Posteriormente al llegar al sistema
digestivo y empezar a causar inflamación en el hígado, se pueden presentar:
ganas de vomitar (náuseas), vómitos, diarrea y coloración amarilla de la piel y
la parte blanca de los ojos (ictericia), además de orina obscura y evacuaciones
de coloración disminuida pudiendo llegar hasta ser blancas.
La mayoría
de los niños a menor edad de contagio, suelen no presentar todos los datos
referidos y su cuadro solo manifiesta síntomas leves o ausencia total de síntomas.
En la
medida que la enfermedad progresa, los datos empiezan a señalar al hígado como
el origen de la enfermedad. Se establece crecimiento por inflamación y hay
dolor al tocar o golpear de forma suave. De forma secundaria, las sustancias
que el hígado habitualmente elimina, se empiezan a acumular y como consecuencia
se generan datos compatibles de intoxicación en la sangre, que se expresan como
aliento particular, sabor amargo de la boca (desagrado con los alimentos), y
hasta alteraciones neurológicas como somnolencia y en ocasiones convulsiones.
Por deficiencia en la formación de sustancias que intervienen en el mecanismo
de la coagulación de la sangre, no son raros también la presencia de sangrados
en diferentes partes del cuerpo, pero el más común en la infancia es sangrado
nasal.
Esta
enfermedad es posible evitarla mediante medidas preventivas generales y
específicas. Entre las alternativas generales se cuenta con hábitos adecuados
de higiene con lavado frecuente de manos, evitar ambientes de insalubridad y de
hacinamiento, evitar contacto cercano en ambientes sospechosos, o compañeros de
salón o guardería que puedan contagiarlo. Evitar el consumo de agua de origen
dudoso y la asistencia a nadar en lugares públicos o ríos, donde las aguas no
tienen tratamiento químico alguno; de preferencia, no comer mariscos o pescados
procedentes de aguas contaminadas con aguas residuales. Si un miembro de la
familia contrae la hepatitis se deberá de emplear desinfectantes para limpiar
retretes, lavabos y apartar sus cubiertos de cocina.
En cuanto
a medidas especificas, se cuenta con la vacuna que se podrá aplicar a partir
del año de edad, y generalmente no viene incluida en el esquema nacional de
vacunación. No deberá de confundirse con la vacuna contra hepatitis que se
incluye desde los primeros días de vida, ya que esa protege contra el
desarrollo de la hepatitis B. Deberá consultar al médico si su hijo manifiesta
algunos síntomas de hepatitis, asiste a una escuela o centro de preescolar en
el que ha aparecido algún caso de hepatitis, ó se ha expuesto a un amigo o
familiar con hepatitis.
Si ya sabe que su hijo tiene
hepatitis, llame a su médico si observa cualquiera de los siguientes síntomas,
que pueden indicar que la patología hepática se está agravando: confusión o
somnolencia extrema, erupciones cutáneas, mal estado general.
Esté pendiente del apetito y las
funciones digestivas de su hijo, y acuda a consulta si el niño pierde el
apetito o aumentan las náuseas, los vómitos o la diarrea.
La
evolución de la hepatitis es autolimitada y en general no requiere de
medicamentos. Los niños
con formas leves de hepatitis se pueden tratar en casa. Deberán permanecer en
cama, excepto para ir al lavabo, hasta que hayan remitido la fiebre y la
ictericia, y recuperen el apetito. Los niños con falta de apetito deben hacer
comidas poco copiosas y frecuentes y beber líquidos con alto contenido calórico
(endulzados). Asimismo, deben ingerir alimentos sanos, ricos en proteínas y
almidones, y agua en abundancia.