Desde el
nacimiento de un niño las características de sus genitales, puede ser motivo de
diversas dudas en los padres sobre sus condiciones naturales, los cuidados
higiénicos a practicar de forma apropiada; y en algunas ocasiones, la utilidad
de la circuncisión.
En forma
elemental, se debe comprobar desde el nacimiento que los genitales manifiesten
la integridad adecuada de las bolsas escrotales, con los testículos en su
interior y el cuerpo del pene, con una cubierta de piel (prepucio) que en la
mayoría de las ocasiones, en su extremo, deje una pequeña apertura para la
eliminación urinaria normal como un chorro continuo sin alteraciones. El tamaño
del pene al nacimiento será entre 2.5 a 3.5 cm. Si alguna de estas condiciones
no se aprecian en forma adecuada al nacimiento, se podrá considerar desde ese
momento una evaluación orientada.
Ya comprobando
que todas las características aparentes son normales, los cuidados de higiene
deben considerar algunas estimaciones específicas para llevar a cabo, bajo
justificación del funcionamiento normal para esa edad y su evolución futura.
En consideración
a la realización de la circuncisión, basta señalar que el prepucio tiene la
función de cubrir la mayor parte del glande durante los primeros años de vida,
con la finalidad de permitir el desarrollo de glándulas y tejido nervioso
especial, que tendrá funciones específicas durante el periodo reproductivo,
además de evitar lesiones o traumas importantes al tejido genital durante la
infancia, por lo que su eliminación debe quedar a reserva de condiciones
médicas o específicas por los padres, debiendo señalar en forma previa de sus
posibles secuelas o efectos secundarios.
Así si el
prepucio se mantiene, es motivo también de incertidumbres sobre sus cuidados
higiénicos por establecer desde los primeros días. Al nacimiento, suele
extenderse hasta un máximo de un cm. más allá del glande para proporcionar
protección. De forma natural, comienza a desarrollarse como un pliegue de piel
que crece hacia delante desde la base del glande, a las ocho o nueve semanas
del inicio del embarazo y se completa su desarrollo entre los cuatro meses y
medio de la gestación. Por tener un revestimiento interno similar al
superficial del glande, es natural que existan adherencias circunferenciales
entre estos dos tejidos, lo que condiciona al nacimiento que no se desplace uno
sobre el otro.
La separación
entre estas dos estructuras se va produciendo en forma progresiva por la
descamación de sus tejidos. Suele iniciarse al final del embarazo, pero es
incompleta en la mayoría de los bebés al momento del nacimiento y solo el 4%
podrán tener su prepucio retráctil por haber completado esa descamación; pero
en el resto, el prepucio de forma natural no puede retraerse en forma
suficiente para poder visualizar el orificio miccional. Después del nacimiento,
el crecimiento genital y erecciones recurrentes favorecerán a la separación de
los tejidos, dejando en ocasiones notar la formación de algunas perlas de
residuos de piel combinadas con grasa de esa zona (esmegma), que puede ser
confundido erróneamente como material purulento o pus y en forma secundaria
recibir mal manejo.
Es habitual que
personal médico no relacionado con esta especialidad (pediatría), desconozca
estos detalles del desarrollo; y por ignorancia, suelen dar recomendaciones
equivocadas de aparente higiene, señalando la realización de “ejercicios
genitales” a los padres (en especial a las madres), para forzar al prepucio a
su desplazamiento posterior, que por sus condiciones especiales, solo pueden
generar desgarros en su borde y en el interior del conducto urinario, que al
cicatrizar causarán estrechamientos por la cicatrización con riesgo de infección
secundaria o disminución de calibre urinario.
Mientras su hijo
todavía es un bebé, asegúrese de que el orificio en el prepucio sea suficiente
para que orine con flujo continuo. Hable con su médico si nota: flujo urinario
escaso en forma de goteo, que el niño se muestre irritable o incómodo mientras
orina (esto se aprecia al mantenerlo descubierto) y/o si se nota el prepucio muy
rojo o hinchado.
En forma
especial existe el término de fimosis (estrechamiento) fisiológica, para
señalar a la limitación natural que existe de poder retraer el prepucio durante
los primeros años de vida, que al paso del tiempo se va limitando de acuerdo a
la edad, señalando para su relación las edades de seis, nueve y doce años para
porcentajes específicos: retracción total en 8, 20 y 58% respectivamente.
Porcentaje de glande visible: 50, 60 y 70%, fimosis sin poder visualizar
orificio miccional: 17, 10 y 1%.
Los cuidados a
proporcionar en los primeros años establecen en especial: en el recién nacido y en el
lactante, el prepucio no requiere cuidados especiales aparte de los que se
proporcionan al resto del cuerpo. El pene debe lavarse regularmente cuando
se da un baño. Se puede usar jabón siempre que no sea irritante y sea seguro
para la edad del niño. Cambios frecuentes de pañales para prevenir la erupción
del pañal y disminuir la irritación de la piel. A medida que el prepucio
comienza a retraerse de forma natural, se puede limpiar y luego secar debajo
del prepucio. Después de bañarse, el prepucio retraído siempre debe
bajarse a su posición normal cubriendo el glande.
La retracción
forzada o prematura del prepucio puede provocar desgarros y formación de
adherencias en su borde, con cicatrización que limita su elasticidad del tejido
y establece el otro tipo de fimosis llamada patológica (por ser secundaria a
maniobras). En ocasiones, esos intentos de retraer el prepucio, pueden colocar
su borde estrecho (anillo) en la parte posterior del glande, que ante la
presión comienza a hincharse (parafimosis) y constituye una condición de
urgencia su tratamiento, por establecer deficiencia en su flujo sanguíneo que
debe atenderse a la brevedad necesaria. Por lo que se insiste: no se debe
realizar tracción forzada al prepucio, por poder causar lesiones posteriores o
daño inmediato que requiera de atención emergente a fin de evitar muerte del
tejido (necrosis) o amputación.
La recomendación
de realizar tracción suave del prepucio en los niños, debe estar orientada por
la evaluación particular que realice el médico sobre su hijo, que deberá de
tomar en cuenta: en primer lugar la edad del niño que justifica para iniciarse
entre los dos a cinco años; y cuando lo empiece a realizar el niño mismo, se
establece como referencia cuando ya tenga el control de su micción urinaria y/o
se bañe solo, con movimientos suaves y sin forzar.
Existen
condiciones variantes de lo normal que solo requieren vigilancia y atención
especial, que incluyen además de la fimosis fisiológica, el prepucio globo, esmegma
y quistes prepuciales. El prepucio globo se considera al notar que durante la
micción, el niño acumula un volumen de orina en el interior del prepucio
estrecho, que debe ameritar evaluación médica si se nota que solo cede al hacer
presión manual sobre el mismo.
En los niños sin
prepucio totalmente retráctil, el esmegma puede formar bultos blancos debajo
del prepucio, a menudo denominados quistes prepuciales. Los quistes
prepuciales son benignos y generalmente se encuentran alrededor de la
corona. Ayudan en el proceso de separación entre el prepucio y el glande,
y se desintegran una vez que el prepucio se vuelve más retráctil. No es
material infeccioso y por tanto, no requieren antibióticos.
Por deficiencia
en las medidas higiénicas a nivel de genitales masculinos, se pueden presentar
infección de las vías urinarias, ante la multiplicación excesiva de bacterias
en el interior de las vías urinarias, secundario a deformidad cicatrizal del
trayecto urinario. Infección de los tejidos blandos del prepucio y glande por
contacto con manos sucias, que ante inflamación intensa puede impedir una
micción normal y causar dolor intenso. El tratamiento a emplear en estas
alteraciones depende de características específicas.
Cuando el
prepucio ya tiene capacidad para poder retraerse de forma normal, se deberá de
instruir al escolar o adolescente que realice su higiene bajo estas
sugerencias: retraer el prepucio hasta su base, realizar aseo con jabón neutro
y agua tibia, luego del enjuague, volver a colocar el prepucio en el lugar
habitual.
Por último y
también muy importante, establezca el hábito en su hijo de lavarse las manos
antes de orinar a fin de no contaminar sus genitales… y a futuro a su posible
pareja.