Los niños de todas las
épocas de la historia y de las diferentes culturas, han desarrollado juegos
variados que han permitido -por su influencia en esta época de la vida al paso
del tiempo-, la transformación evidente de los grupos en donde se incluyen.
El juego, es una actividad propia de la
niñez y los diferentes tipos de juego aportan beneficios en el desarrollo
intelectual, físico, social y emocional de los infantes. Sin embargo; al parecer, las sociedades están más preocupadas por
preparar a los infantes para la adultez, para que tengan mayores conocimientos, habilidades motoras y
sociales para conseguir así, ser adultos exitosos. Bajo esta visión y creyendo que el
juego es una actividad recreativa y por lo tanto, una pérdida de tiempo, el
tiempo de juego es sustituido por tiempos de corte académico (clases de
danza, pintura, natación, etc.), tanto en las escuelas como en los hogares.
El juego aporta beneficios al desarrollo de la
inteligencia en la niñez. Existen investigaciones que establecen, que los niños que no tienen la oportunidad de jugar con otras personas en los primeros años de su vida, al iniciar el primer año
escolar tienen menores habilidades que quienes han jugado con sus padres,
familiares y/o amigos.
Desafortunadamente en la actualidad, el
tiempo que los padres dedican a jugar con sus hijos, ha sido reducido y substituido
por la televisión y/o la computadora. Aún incluso, algunos padres gastan
adquiriendo discos didácticos o videojuegos con
propósitos educativos, pero al no poder participar con sus hijos por carecer de la
experiencia previa en ese tipo de juegos, motivan a una menor estimulación, que se puede modificar al
momento que el niño comparte este tipo de dispositivos, con otros niños de su misma edad. Otro factor adicional, es
el tiempo destinado para las actividades recreativas en las
escuelas que se han reducido, disminuyendo el beneficio de la estimulación al
aprendizaje en los primeros años escolares.
El juego cumple varios objetivos, pero entre
los más significativos podemos señalar, que: sirve como herramienta
para que el niño se pueda poner en contacto con su ambiente que lo rodea.
Establece un puente entre su consciencia infantil y la experiencia emocional
que desarrolla paulatinamente hacia su personalidad. Representa una forma de
expresión externa de su vida emocional, equivalente a una forma artística de manifestarse y constituye un medio de
relajación, diversión, gozo y descanso.
El juego entre niños es importante porque al
jugar con personas que están en la misma etapa de desarrollo, se ayudan
mutuamente a adquirir nuevos conocimientos y habilidades. Durante el juego practican y desarrollan conocimientos de
lógica, matemática, lenguaje y juicio social que pueden compartir, una forma es el
intercambio de roles entre ellos, por ejemplo: jugar al “maestro y al alumno”.
El juego beneficia el desarrollo social del
niño. Durante el juego los niños utilizan la imaginación y representan
diferentes escenarios que han visto en la vida real, para la formación de la capacidad
social con sus pares. Las habilidades sociales son necesarias para el desempeño
en las escuelas; y en el futuro, para el trabajo.
Aunque el juego se da en todos los niños,
desde que nacen es importante mencionar que a lo largo de su crecimiento, el
carácter de esta actividad también va cambiando, ya que se encuentra
relacionado con diferentes cambios de conducta, que establecen la manera como
se realizarán los juegos. Así de acuerdo a la edad del niño se pueden
considerar siete conductas principales que dan forma al juego: desocupada,
donde solo observan objetos y acciones cercanas sin participar directamente. Espectador:
observa juegos y habla con los que juegan pero sin participar. Solitario: juega
con sus juguetes sin hablar con otros niños cercanos. Es la etapa que los
padres animan a compartir sus juguetes. Paralelo: elige los mismos juegos de
otros niños que lo rodean sin interferir con ellos. Asociativo: es la forma
libre de juego en grupo en intento inicial de actividad colectiva. En esta etapa el niño ya tiene mayor
capacidad para socializar, seguir órdenes y patrones que observa a su
alrededor. Empieza a tomar decisiones sin participación del adulto que indique
qué es lo correcto, interactúa cómodamente con niños que ya conoce y los
momentos de jugar solos, van disminuyendo. Cooperativo: participa en actividades colectivas
organizadas para conseguir una meta específica, con variedad de materiales entre todos ellos. Grupal: el
niño ya puede asociarse y hacer amigos al encontrar en ellos semejanzas en
gustos e intereses. Tienen juegos más organizados y complejos, descubriendo la relación con su entorno y con ellos
mismos.
Dentro de la manifestación del juego, se
pueden encontrar diferentes contenidos que darán estimulación a particulares
aspectos, pero en general podemos señalar que los juegos desarrollan diferentes
capacidades en los niños, como: desarrollo físico, emocional, mental y social. Podemos describir algunos.
El juego libre es parte del desarrollo
social. Los adultos pueden ayudar a través de él para mejorar las habilidades
sociales de la niñez. Se desarrolla como una forma de expresión de las ideas y la imaginación del niño, que son punto significativo para el desarrollo de su capacidad
abstracta y de creatividad específica, para su vida futura.
Durante el juego imitativo, se copian las
actividades adultas vistas y también las escuchadas en historias de libros o contadas por adultos, asimilando roles y juicios sociales
que serán de utilidad en su vida futura. Si el niño asimila lo que pasa en su
ambiente externo y se comporta de forma apropiada ante sus condiciones, se
podrá sentir seguro, orgulloso y motivado para seguir aprendiendo nuevas
experiencias.
Dentro del juego, pueden considerarse la existencia de algunas reglas para su
control particular. De esta forma, el niño adquiere la capacidad para
entenderlas y aceptarlas; o en ocasiones, negociarlas por otras convenientes. Al estar jugando a
imitar una determinada profesión, bajo ese ambiente divertido y agradable, pueden llegar a entender las reglas de esas situaciones y
de sus lugares donde se desempeñan.
En ocasiones, también durante el juego se
generan frustraciones, que influyen para que el niño exprese enojo, gritos, discusiones, llanto que hacen suponer que es perjudicial o
dañino a ellos, pero si encuentran una reacción similar (iracunda o impulsiva)
con su compañero de juego, en ese momento se proporciona la experiencia de
poder identificar la respuesta inmediata por su conducta inicial. Es probable que comience a identificar y canalizar de
forma diferente sus emociones, que al canalizar de forma apropiada, le ayudarán
a superar sus conflictos mentales presentes, en cuanto a emociones y conductas, para desarrollar su
habilidad particular que lo lleve al éxito futuro.
Es a través del juego, donde los niños pueden canalizar sus emociones y reducir
sus niveles de ansiedad. Cuando el juego se comparte con niños con sentimientos
y problemas parecidos, puede establecerse una empatía (identificación) durante
el juego y darse cuenta que no están solos; y con sus juegos libres, pueden ayudarse y reflexionar juntos sobre sus
preocupaciones, iniciando vínculos de amistad importantes.
El juego brusco en especial, se presenta
en los extremos de la infancia (pre escolar y adolescente), como parte de la evolución en la especie mamífera, donde se juega a luchar y es benéfico para el desarrollo de las habilidades
físicas. Aparenta ser peligroso, sin embargo, el riesgo es menor
cuando los participantes establecen como límite el no lastimarse. Lo disfrutan sonriendo, controlando y desarrollando su
fuerza, mejorando sus habilidades y ejercitando su cuerpo.
El juego en los niños no es una pérdida de
tiempo, es un derecho internacional ya aceptado y se deberá de considerar en
especial, la convivencia adecuada en etapas primarias y la
supervisión posterior de su desarrollo, a fin de favorecer sus efectos integrales futuros.