La
marcha de un niño es variada, de acuerdo con su edad y al momento de su
desarrollo que se encuentre; pero en ocasiones que tiene malestar por dolor al
momento de realizarla, es natural notar que modifica sus desplazamientos
habituales, realizando cambios para disminuir la generación y/o la percepción
del dolor. A este cambio súbito o gradual de hábito de marcha, se le denomina
como marcha antálgica y sus causas pueden ser muy variadas a diferentes edades,
así como su pronóstico específico que pueden ser graves o benignos.
A fin de poder proporcionar una información adecuada al médico para su evaluación, conviene antes de la consulta, ya tener respuestas específicas a las siguientes consideraciones: presencia de dolor, su intensidad, localización, tiempo de inicio o duración, forma de inicio y cambios posteriores, antecedente de algún golpe o lesión previa, molestias adicionales acompañantes, condición que influye para mejorar o empeorar, influencia sobre el sueño, rigidez especial en un momento específico del día, ingesta de medicamentos o de exposición posible a tóxicos, enfermedades crónicas o previas a la molestia.
Las causas de la marcha antálgica se pueden dividir en categorías traumáticas y no traumáticas. Las causas traumáticas suelen ser contusiones, distensiones y lesiones por uso excesivo, mientras que las de origen no traumático incluyen infecciones, alteraciones de los huesos, diferente tipos de cáncer y otras posibilidades especiales.
En las causas de tipo traumático, generalmente hay antecedente del daño que provocan los síntomas que incitan a buscar una evaluación médica. De forma habitual para estos casos, el tratamiento de estos niños depende del examen realizado en la consulta y de los hallazgos por imágenes que valore el médico. Una causa común de marcha antálgica en bebés mayores y niños pequeños es la fractura que en ocasiones es difícil de sospechar para el médico, por no existir siempre la referencia del traumatismo (negado por quien cuida al niño de forma intencionada o también verdaderamente desconocido). Por el desarrollo de los huesos en edades pequeñas, las fracturas suelen ser especiales sin establecer una deformidad notoria de la extremidad, por no producirse el desplazamiento del hueso fracturado. El hallazgo más común en estos niños es la negativa a soportar su peso; el examen físico puede ser normal o puede haber dolor sobre la zona fracturada al momento de tocarlo. Las radiografías simples de la extremidad afectada pueden mostrar la fractura, pero también en aproximadamente el 40% de los niños, estas radiografías pueden ser normales, que ante la incertidumbre, justifica la consulta con el especialista con traumatólogo pediatra.
Otro tipo de lesiones traumáticas que causan alteraciones articulares o de fibras tendinosas, tienen comportamiento en la marcha con mejor tolerancia y con la adecuada revisión médica, es posible su orientación específica en su tratamiento.
En forma menos evidente, es posible notar que el niño en forma progresiva manifieste una marcha diferente con señalamiento de malestar por dolor de forma irregular, con intensidades variables, que justifican su evaluación preferente por el ortopedista pediátrico, a fin de descartar alteraciones posturales o funcionales de las extremidades o de la columna, que afecten a la marcha y sin tratamiento pueden causar mayor deformidad o limitación física. Entre las alteraciones ortopédicas más habituales, se establecen: la deformidades angulares de extremidades con particular señalamiento a las rodillas que pueden tener exageración de ángulos que pueden ser normales a determinada edad, ya que la angulación de las rodillas (separadas) es normal durante el tiempo que aun no desarrolla su marcha, notándose ya rectas entre los 18 a 24 meses, pero en forma posterior, pueden irse acercándose para quedar juntas entre los 2 y 3 años alcanzando su máximo a los 4 años, para corregirse nuevamente en forma progresiva hasta los siete. La determinación del ángulo normal requiere de la evaluación especial del ortopedista, debiendo comprobar si el defecto es bilateral o unilateral, para descartar enfermedades que causen esa manifestación. Otras alteraciones para valorar por el ortopedista son la longitud diferente de las extremidades (dismetría), deformidades por alteraciones de la rotación de los miembros inferiores, que incluye el ángulo de progresión del pie, para definir si tiene el pie hacia dentro o hacia afuera. Arco de rotación de la cadera, ángulo entre el muslo y la pierna.
Ya la presencia de fiebre y marcha antálgica hacen sospechar una causa infecciosa. Puede asociarse con infecciones de tejidos blandos, aunque esto es menos común. Las infecciones pueden seguir a traumatismos triviales, heridas punzantes o mordeduras de animales. La sinovitis transitoria es común en edad escolar, esta afección imita la infección de los huesos (osteomielitis) o la articular (artritis séptica), generando dolor y, a veces, negativa a deambular. La fiebre puede o no estar presente, esta afección sigue a una infección viral, es inflamación autolimitada. La osteomielitis, se adquiere por diseminación de bacterias a través de la sangre y con mayor frecuencia afecta a los huesos largos. Los bebés con osteomielitis pueden presentar fiebre y se puede provocar irritabilidad o dolor con un movimiento de la extremidad afectada. La diseminación por la sangre también puede infectar alguna articulación (artritis piógena) Los niños mayores presentarán fiebre y dolor al caminar. Puede haber dolor reproducible a la palpación, dolor con la amplitud de movimiento de la extremidad o articulación afectada.
La inflamación del músculo (miositis) es una causa común de marcha antálgica en niños. La influenza es el virus más predominante y a menudo es bilateral. Algunas bacterias también pueden afectar al músculo y pueden formar acumulación de pus (abscesos). Cuando hay inflamación de los espacios entre las vértebras es posible la referencia de dolor en ese lugar.
En adolescentes principalmente obesos, puede presentarse alteración de la marcha con dolor a nivel de la cadera y/o rodilla por alteración del hueso del muslo sobre la cadera que ameritan atención especializada y manejo hospitalario al igual que las osteomielitis y artritis séptica.
Algunos tipos de cáncer pueden producir alteraciones en la marcha, señalando en especial:
Osteoma osteoide, que es más frecuente entre la población de adolescentes y clásicamente establece dolor nocturno que se alivia con medicamentos antiinflamatorios no esteroides, sin ceder al paso del tiempo y se determina solo ante su presencia en estudio radiográfico. Osteosarcoma y sarcoma de Ewing, son las dos lesiones óseas malignas más comunes en la población pediátrica. Se encuentran con mayor frecuencia en la parte inferior del hueso de la pierna (tibia). En ellos, el dolor se nota que empeora progresivamente y es posible que no responda a los medicamentos antiinflamatorios. Con la leucemia casi la mitad de los afectados experimentan dolor que puede afectar la deambulación. A menudo hay síntomas sistémicos adicionales como fiebre, palidez y aparición de moretones con facilidad. Este tipo de padecimientos deben ser valorados por el especialista en oncología pediátrica.
Hay otras alteraciones por respuestas inmunes anormales, que deben ser valoradas y tratadas por el reumatólogo pediatra, con la ventaja que no son tan comunes de encontrar, en los niños con artritis reumatoide juvenil y lupus, donde las alteraciones principales de dolor y alteración funcional se acompañan de otros datos adicionales.
Habrá de considerar también los niños con algunas alteraciones abdominales agudas, que pueden asociar la marcha alterada como en los casos de apendicitis, torsión testicular o incluso aquellos con problemas de retención intestinal o vesical para identificarlos bien.
Considere con todas estas posibilidades de origen tan variado, la importancia que establece el consultar sin retraso, al niño que se queja en su marcha para evitar complicaciones.
A fin de poder proporcionar una información adecuada al médico para su evaluación, conviene antes de la consulta, ya tener respuestas específicas a las siguientes consideraciones: presencia de dolor, su intensidad, localización, tiempo de inicio o duración, forma de inicio y cambios posteriores, antecedente de algún golpe o lesión previa, molestias adicionales acompañantes, condición que influye para mejorar o empeorar, influencia sobre el sueño, rigidez especial en un momento específico del día, ingesta de medicamentos o de exposición posible a tóxicos, enfermedades crónicas o previas a la molestia.
Las causas de la marcha antálgica se pueden dividir en categorías traumáticas y no traumáticas. Las causas traumáticas suelen ser contusiones, distensiones y lesiones por uso excesivo, mientras que las de origen no traumático incluyen infecciones, alteraciones de los huesos, diferente tipos de cáncer y otras posibilidades especiales.
En las causas de tipo traumático, generalmente hay antecedente del daño que provocan los síntomas que incitan a buscar una evaluación médica. De forma habitual para estos casos, el tratamiento de estos niños depende del examen realizado en la consulta y de los hallazgos por imágenes que valore el médico. Una causa común de marcha antálgica en bebés mayores y niños pequeños es la fractura que en ocasiones es difícil de sospechar para el médico, por no existir siempre la referencia del traumatismo (negado por quien cuida al niño de forma intencionada o también verdaderamente desconocido). Por el desarrollo de los huesos en edades pequeñas, las fracturas suelen ser especiales sin establecer una deformidad notoria de la extremidad, por no producirse el desplazamiento del hueso fracturado. El hallazgo más común en estos niños es la negativa a soportar su peso; el examen físico puede ser normal o puede haber dolor sobre la zona fracturada al momento de tocarlo. Las radiografías simples de la extremidad afectada pueden mostrar la fractura, pero también en aproximadamente el 40% de los niños, estas radiografías pueden ser normales, que ante la incertidumbre, justifica la consulta con el especialista con traumatólogo pediatra.
Otro tipo de lesiones traumáticas que causan alteraciones articulares o de fibras tendinosas, tienen comportamiento en la marcha con mejor tolerancia y con la adecuada revisión médica, es posible su orientación específica en su tratamiento.
En forma menos evidente, es posible notar que el niño en forma progresiva manifieste una marcha diferente con señalamiento de malestar por dolor de forma irregular, con intensidades variables, que justifican su evaluación preferente por el ortopedista pediátrico, a fin de descartar alteraciones posturales o funcionales de las extremidades o de la columna, que afecten a la marcha y sin tratamiento pueden causar mayor deformidad o limitación física. Entre las alteraciones ortopédicas más habituales, se establecen: la deformidades angulares de extremidades con particular señalamiento a las rodillas que pueden tener exageración de ángulos que pueden ser normales a determinada edad, ya que la angulación de las rodillas (separadas) es normal durante el tiempo que aun no desarrolla su marcha, notándose ya rectas entre los 18 a 24 meses, pero en forma posterior, pueden irse acercándose para quedar juntas entre los 2 y 3 años alcanzando su máximo a los 4 años, para corregirse nuevamente en forma progresiva hasta los siete. La determinación del ángulo normal requiere de la evaluación especial del ortopedista, debiendo comprobar si el defecto es bilateral o unilateral, para descartar enfermedades que causen esa manifestación. Otras alteraciones para valorar por el ortopedista son la longitud diferente de las extremidades (dismetría), deformidades por alteraciones de la rotación de los miembros inferiores, que incluye el ángulo de progresión del pie, para definir si tiene el pie hacia dentro o hacia afuera. Arco de rotación de la cadera, ángulo entre el muslo y la pierna.
Ya la presencia de fiebre y marcha antálgica hacen sospechar una causa infecciosa. Puede asociarse con infecciones de tejidos blandos, aunque esto es menos común. Las infecciones pueden seguir a traumatismos triviales, heridas punzantes o mordeduras de animales. La sinovitis transitoria es común en edad escolar, esta afección imita la infección de los huesos (osteomielitis) o la articular (artritis séptica), generando dolor y, a veces, negativa a deambular. La fiebre puede o no estar presente, esta afección sigue a una infección viral, es inflamación autolimitada. La osteomielitis, se adquiere por diseminación de bacterias a través de la sangre y con mayor frecuencia afecta a los huesos largos. Los bebés con osteomielitis pueden presentar fiebre y se puede provocar irritabilidad o dolor con un movimiento de la extremidad afectada. La diseminación por la sangre también puede infectar alguna articulación (artritis piógena) Los niños mayores presentarán fiebre y dolor al caminar. Puede haber dolor reproducible a la palpación, dolor con la amplitud de movimiento de la extremidad o articulación afectada.
La inflamación del músculo (miositis) es una causa común de marcha antálgica en niños. La influenza es el virus más predominante y a menudo es bilateral. Algunas bacterias también pueden afectar al músculo y pueden formar acumulación de pus (abscesos). Cuando hay inflamación de los espacios entre las vértebras es posible la referencia de dolor en ese lugar.
En adolescentes principalmente obesos, puede presentarse alteración de la marcha con dolor a nivel de la cadera y/o rodilla por alteración del hueso del muslo sobre la cadera que ameritan atención especializada y manejo hospitalario al igual que las osteomielitis y artritis séptica.
Algunos tipos de cáncer pueden producir alteraciones en la marcha, señalando en especial:
Osteoma osteoide, que es más frecuente entre la población de adolescentes y clásicamente establece dolor nocturno que se alivia con medicamentos antiinflamatorios no esteroides, sin ceder al paso del tiempo y se determina solo ante su presencia en estudio radiográfico. Osteosarcoma y sarcoma de Ewing, son las dos lesiones óseas malignas más comunes en la población pediátrica. Se encuentran con mayor frecuencia en la parte inferior del hueso de la pierna (tibia). En ellos, el dolor se nota que empeora progresivamente y es posible que no responda a los medicamentos antiinflamatorios. Con la leucemia casi la mitad de los afectados experimentan dolor que puede afectar la deambulación. A menudo hay síntomas sistémicos adicionales como fiebre, palidez y aparición de moretones con facilidad. Este tipo de padecimientos deben ser valorados por el especialista en oncología pediátrica.
Hay otras alteraciones por respuestas inmunes anormales, que deben ser valoradas y tratadas por el reumatólogo pediatra, con la ventaja que no son tan comunes de encontrar, en los niños con artritis reumatoide juvenil y lupus, donde las alteraciones principales de dolor y alteración funcional se acompañan de otros datos adicionales.
Habrá de considerar también los niños con algunas alteraciones abdominales agudas, que pueden asociar la marcha alterada como en los casos de apendicitis, torsión testicular o incluso aquellos con problemas de retención intestinal o vesical para identificarlos bien.
Considere con todas estas posibilidades de origen tan variado, la importancia que establece el consultar sin retraso, al niño que se queja en su marcha para evitar complicaciones.