En la evolución
de un embarazo de características normales, su proceso final establece el
nacimiento del niño mediante el proceso del parto, para la continuidad de su
evolución orgánica futura de un desarrollo normal.
A partir del desarrollo
tecnológico de los años setenta, en que a nivel de la evaluación del embarazo,
se disponen de medios automatizados para la vigilancia de la frecuencia
cardíaca del niño, se incrementa la realización de intervenciones quirúrgicas
–cesáreas- para interrumpir el trabajo de parto, con la finalidad de evitar el daño
cerebral.
Se suma
posteriormente el desarrollo de otros estudios, que permiten identificar
factores de riesgo que puedan complicar un parto normal y con ello, la
oportunidad de mejorar el pronóstico para el nacimiento de los niños.
Actualmente a
nivel mundial, la realización de las cesáreas se ha incrementado en forma
desproporcionada sobre los partos normales, llegando a existir registros que
establecen el nacimiento por cesáreas, en más del 80% de los casos.
Desafortunadamente
la definición de la elección, ya no se establece en forma justificada a la
evolución del embarazo y del trabajo de parto, ahora es mucho más dependiente
de la solicitud expresa de la madre; y en otras ocasiones, de la agenda laboral
del médico que la realiza para poder cumplir con actividades programadas, ya
que la vigilancia de un parto involucra una “relativa incertidumbre en su
desempeño laboral”.
En atención a
las prioridades biológicas y éticas, la interrupción de un embarazo o la
suspensión de un trabajo de parto mediante una cesárea, deberán establecerse
ante el riesgo inminente de muerte en la madre o en el niño; o bien, de
posibles secuelas que puedan dar un daño irreversible para el producto o a
funciones orgánicas de la madre.
Su contraste en
forma lamentable para nuestros tiempos, establece ahora que la cesárea se
realiza con propósitos muy diversos e increíbles: para tener una fecha especial
de nacimiento, para poder cumplir objetivos laborales o sociales, por los
periodos vacacionales de los médicos, por no sufrir los dolores del parto, la
zona vaginal no tiene daños posteriores, se puede seleccionar el lugar de
nacimiento, porque puede haber una modalidad de cesárea en donde no hay
evidencia de cicatriz, para poder seguir luciendo una “bella” figura femenina.
También en forma
lamentable, los médicos indican con anticipación o justo al momento del trabajo
de parto, la interrupción por medio de la cesárea como un medio anticipado
defensivo, ante una posible demanda por cualquier consecuencia que tuviera
relación posterior con anomalías en el recién nacido o en la madre. Cuando
quizás su habilidad y conocimientos, no son los adecuados para poder
identificar alguna variante en el mecanismo del parto.
El parto como
evento biológico de la evolución humana, desarrollado por millones de años,
involucra mecanismos múltiples que al paso del tiempo se han perfeccionado para
permitir que la especie humana pueda lograr mejores metas, pero al tener una
mayor frecuencia a nivel mundial la realización de las cesáreas, es natural que
empecemos a detectar algunas consecuencias en los individuos nacidos mediante
este procedimiento.
A finales del
embarazo y durante el trabajo del parto, se generan muchos cambios en la madre
y en especial en el nuevo ser que definirán su vida futura, de los cuales solo
haremos mención de los más conocidos y significativos.
A nivel del
cerebro, se tiene la falsa idea que la realización de una cesárea evita que el
niño llegue a tener algún daño, ante la falta de circulación de oxígeno a cada
una de sus neuronas, considerando que durante las contracciones hay momentos
que disminuye la cantidad de ese nutriente, sin tomar en cuenta que el oxígeno
como radical libre y en cantidad importante en la circulación materna, puede
ser un factor de riesgo para daño celular: y por otra parte, la situación de
tipo emocional en donde se establece que el niño ante el parto, experimenta
liberación de mediadores químicos que involucran en forma simple “un pánico o
stress traumático” que pueden hacerlo sentir mal, en realidad es parte de un
proceso natural, donde sus estructuras cerebrales inferiores por la liberación
de esos mediadores, estimulan a las estructuras superiores de forma
significativa, para que puedan alcanzar una funcionalidad más adecuada; y
quizás, relacionada con mejores funciones cerebrales superiores en aspectos
afectivos y procesos cognitivos. El vínculo afectivo materno hacia el hijo, se
incrementa con la experiencia dolorosa y el aspecto sentimental futuro es más
estable.
En los momentos
finales del embarazo -por influencias hormonales maternas-, se revierte la
eliminación de líquido hacia los tubos respiratorios del producto, generando
ahora un proceso de reabsorción para su eliminación, que se incrementa mucho
más con el desarrollo del trabajo de parto. Eso influye para facilitar su llenado
pulmonar de aire, con la energía adecuada de poder expandir sus pulmones, con
una presión negativa de 60 cm de agua, influido por el “stress traumático” del
nacimiento. Mientras que por la cesárea, es más frecuente que haya eventos que
impiden esa inversión, eliminación y
distensión, generando en forma inmediata: una dificultad respiratoria en grados
variables y posteriormente, una susceptibilidad para enfermedades respiratorias
(bronquiolitis, asma, bronquitis, obstructivas crónicas).
En cuanto al
desarrollo del sistema inmunológico, mucho tiene que ver que al momento de ser
eliminado el producto por la vía vaginal, se ingiera en el trayecto una
cantidad importante de bacterias, que en sus primeras horas de vida, al
multiplicarse en el sistema linfático del sistema digestivo, definan a futuro
el reconocimiento adecuado de partículas ajenas al cuerpo humano y su
eficiencia en el desarrollo de la inmunidad natural. En cambio, los niños
nacidos por cesárea tienen la particularidad de nacer sin la ingesta de ninguna
posible bacteria en su extracción, ya que como requisito quirúrgico, se le hace
un lavado exhaustivo a la piel abdominal por donde se obtienen y como
consecuencia, esa deficiencia de bacterias impide una estimulación adecuada del
sistema inmune, ante lo cual tienen predisposición futura para el desarrollo de
obesidad, de enfermedades alérgicas, o enfermedades condicionadas por su propio
sistema inmune (autoinmunes, como: lupus, artritis, diabetes juvenil, etc.), y
algunas tipos de cáncer.
La producción
láctea y la posición del niño para su alimentación, pueden verse afectadas
cuando la madre ha sufrido una cesárea; y como consecuencia, puede tener todas
las alteraciones secundarias por deficiencia de alimentación humana.
Durante el
trabajo de parto, la madre con la intensidad del dolor y del esfuerzo físico,
libera otros mediadores bioquímicos cerebrales que funcionan como endorfinas,
que posterior al trabajo de parto le proporcionan bienestar físico y son
capaces de generar sentimientos de afecto hacia el hijo de mayor proporción. En
contraste, las madres que se efectúan cesáreas, son más propensas a sufrir
condiciones emocionales de depresión y el aspecto emocional no revela un apego posterior
tan eficiente.
Por otra parte -para
la madre-, la realización de una cesárea no está exenta de riesgos, ya que
durante la intervención es posible que haya complicaciones con la anestesia,
alergia a medicamentos o un daño a otros órganos que se encuentren cercanos a
la matriz, existe un riesgo mayor al siguiente embarazo, de poder tener
complicaciones con la implantación de la placenta y también pueden sufrir
rotura del útero, por lo que en forma invariable, es muy posible que sus
gestaciones futuras sean resueltas por cesárea.
Con esta
información, se busca orientar a las futuras madres sobre la importancia que
tiene el parto normal, para el pronóstico futuro que quieran para su
descendencia. Si la decisión se toma fuera de las indicaciones médicas y
condiciones éticas, podrá ser digna de respeto, pero no hace evidente el deseo
de bienestar futuro para sus propios hijos…