El suicidio se
define como el acto de quitarse la propia vida en forma intencionada. Está
asociado a la frustración o necesidades no satisfechas, sentimientos de
desesperación y desamparo, conflictos contrastantes entre la supervivencia y la
tensión insoportable, con disminución de las alternativas de solución para la
condición crítica (problema) y el deseo intenso de huir a esa realidad.
Debido a que el
suicidio se considera un tabú social, muchos médicos evitan incluso mencionarlo
a sus pacientes. Muchas personas creen que el suicidio es un signo de locura,
de debilidad o falta de coraje, posesión diabólica o una incapacidad moral; y
desafortunadamente el personal médico muy a menudo deja pasar la oportunidad de
hablar o de ayudar a las personas que están considerando suicidarse.
La conducta
suicida abarca las actitudes o gestos suicidas, intentos de suicidio y el
suicidio consumado.
Los gestos
suicidas son planes y actos de tipo suicida que parecen tener pocas
probabilidades de éxito. Este tipo de mensajes no debe ser pasado por alto, ya
que constituyen peticiones de ayuda que requieren de una cuidadosa evaluación,
y un tratamiento encaminado a aliviar al enfermo, y prevenir la repetición de
los intentos. Se considera que el 20% de las personas que hacen un primer
intento vuelven a probar en el término de un año después y en el 10% de los
casos logran consumirlo.
El intento de
suicidio es un acto suicida sin consecuencias fatales, ya sea por una intención
menor, o que la forma elegida tuvo un bajo potencial mortal. Los muchachos que
lo realizan establecen de hecho, el intento de una demanda de ayuda, con
realización de un acto que intencionadamente falla, por contar aún con un
fuerte impulso de vida. El suicidio consumado es el que tiene como resultado
final la muerte.
Las causas son
múltiples, la más prevalente es el torbellino de cambios que se generan en
particular durante la adolescencia: aprendiendo a ser independiente, buscando
su propia identidad, desarrollo físico e intelectual, definiendo quizás
carreras profesionales y estableciendo las primeras relaciones afectivas o
amorosas. Para algunos adolescentes es momento de gran infelicidad, rebelión,
confusión y trastorno.
Si hay
inestabilidad y movilidad en la familia, los niños pueden carecer de la crianza
y el cariño necesarios para poder afrontar las presiones que van teniendo en la
medida que crecen; o bien, las presiones del tipo de vida que llevan y se
sienten obligados a cumplir, los hacen considerar esta alternativa.
Entre las mujeres
el 90% de los suicidios se produce por la ingestión de sustancias, y en los
varones el 90% ocurre por ahorcamiento.
Sus motivos que
toman son muy particulares y podemos mencionar que lo realizan para ajustar
cuentas con familiares (“para que sufra y se lamente cuando me haya ido”); como
salida a los conflictos con los padres, ante una falta de relación estrecha;
por el deseo de estar con alguien que ya ha muerto, o bien como una acción
impulsiva.
Las
características que permiten distinguir a los suicidas potenciales son aquellos
niños o adolescentes, que exhiben conductas específicas extremas: impulsivos,
extrovertidos, deprimidos, iracundos, solitarios (tiene pocos amigos y es
retraído), en crisis por pérdida de un progenitor por divorcio o fallecimiento
de una persona querida, y falta de capacidad de comunicación.
Se consideran
también de riesgo, a quienes tienen condiciones especiales de forma de vida:
muy brillantes de forma intelectual; alumnos de escuelas muy competitivas; no
resuelven bien sus problemas; excesivamente exigentes consigo mismos; considera
siempre a las cosas como buenas o malas; el que consigue resultados y es
trabajador infatigable; quien pone fin a los asuntos, regala cosas importantes
y se desentiende de sus actividades habituales.
Las formas de
distinguir los avisos son mediante la manifestación expresa de amenaza de suicidio,
los intentos previos, la depresión extrema, los cambios en el comportamiento
escolar como quedarse dormidos en clases, baja de calificaciones, empleo de
tóxicos. Quienes tienen cambio de apetito y en especial lo disminuyen, cambios
en el patrón de sueño por dormir demasiado o insuficiente; y finalmente, las
situaciones extremas con conflictos entre padres e hijos, abusos físico o
sexual por parte de los padres, separación familiar, disfunción del núcleo
familiar, y el rechazo o negligencia por parte de otros (a nadie le importo).
La conducta por
tomar deberá de incluir una respuesta inmediata, con intervención a la brevedad
posible para garantizarle al niño o adolescente que cuenta con alguien a quien
acudir. No darle una conferencia y, de preferencia, resaltar todos los motivos
que puede tener una persona que desea vivir, pero al mismo tiempo saber
escuchar y asegurarle que puede recibir tratamiento; tomarlo en serio,
demostrarle que se le cuida, y no mostrar sobresalto ni desaprobación.
Si el niño está
deprimido, no tener temor en expresar la pregunta: “¿tienes ganas de matarte o
causarte daño a ti mismo?”. Se deberá de evaluar la seguridad del niño o
adolescente; y de preferencia, acordar con él que no actuará bajo impulsos
suicidas y en especial enviar al especialista en salud mental (psicólogo o
psiquiatra), considerando que la psicoterapia deberá de incluir también a la
familia, personal escolar y compañeros en caso necesario.
Es conveniente
tomar modelos de prevención en otros países que ya tienen buenos resultados,
para poder atender de forma eficiente la prevención del suicidio de forma
elemental, a partir de tres programas básicos: evaluación primaria del
comportamiento de los escolares en su desempeño académico y desarrollo de
personalidad, para poder identificar de primera instancia en quienes pueden
tener alteraciones de comportamiento que puedan caer en depresión y/o
tendencias suicidas. Otro programa para poder detectar conductas o tendencias
suicidas en la población abierta de alumnos o para casos de sospecha a fin de
determinar de forma concreta quién requiere de la ayuda, y finalmente:
capacitación a personal escolar (profesores, administrativos, médicos y/o
paramédicos) para poder orientar a cada niño o adolescente que tenga problemas
de comportamiento y/o tendencias (o ideas) suicidas; y de forma complementaria
organizar un posible un grupo de apoyo con alumnos que hayan superado esta
condición, a fin de poder manejar terapia grupal o individual (según se valore
cada caso), insistiendo siempre, en incluir la atención para todas las personas
que interactúan con el afectado a fin de ofrecer un ambiente que influya a su
autoestima y superación. Esta organización ya se encuentra presente en muchos
países y se pueden aprovechar sus experiencias.
Ante un familiar
con ideas suicidas, en todo momento se deberá contar con la iniciativa de poder
intervenir de forma inmediata y adecuada, ante cualquier intento suicida que
manifieste. El suicidio es una situación de riesgo que no es pertinente de afrontar
sin ayuda, se debe enfatizar en la necesidad de recibir ayuda profesional y de
no subestimar la posibilidad de suicidio, aun cuando la persona parezca más
tranquila, luego de la intervención de amigos o compañeros.
El paso más
importante es hablar con alguien. Quien está al borde del suicidio no deberá de
arreglárselas a solas. Tienen que buscar ayuda inmediata (AHORA).
En forma final, el
objetivo se reduce en disminuir los factores de riesgo que orillen a una
conducta suicida en niños y adolescentes; y al paso del tiempo, disminuir la
frecuencia de suicidios de este grupo poblacional...dando oportunidad a esos
jóvenes, para que noten satisfechos, el futuro potencial de todo lo que
pudieron perder.