La radiación es la emisión (envío) de energía desde
cualquier fuente. Los rayos X son un ejemplo de radiación, pero también lo
es la luz que proviene del sol y el calor que constantemente sale de nuestros
cuerpos.
Cuando se habla de radiación y cáncer, muchas personas
piensan en tipos específicos de radiación, como la de celulares, hornos de
microondas o rayos X. Pero la radiación es de diferentes tipos y su acción
también es distinta.
La radiación existe en un espectro llamado electromagnético
que va desde radiación de muy alta energía (alta frecuencia) hasta radiación de
muy baja energía (baja frecuencia).
La
radiación de radiofrecuencia (RF), que incluye ondas de radio y microondas, se
encuentra en el extremo de baja energía del espectro electromagnético. Es
un tipo de radiación no ionizante. La radiación no ionizante tiene
suficiente energía para mover átomos en una molécula o hacerlos vibrar, pero no
lo suficiente como para ionizar (eliminar partículas cargadas como
electrones). La radiación RF tiene una energía más baja que algunos tipos
de radiación no ionizante, como la luz visible y la infrarroja.
Si
la radiación de RF se absorbe en cantidades suficientemente grandes por
materiales que contienen agua, como alimentos, líquidos y tejidos corporales,
puede producir calor. Esto puede provocar quemaduras y daños en los
tejidos. Aunque la radiación de RF no causa cáncer por no dañar el material genético (ADN) en las
células como lo hace la radiación ionizante, existe la preocupación de que
algunas formas de radiación no ionizante puedan tener efectos biológicos que
podrían causar cáncer en algunas circunstancias.
La radiación RF
artificial se usa para muchas cosas diferentes, como:
transmisión de señales de radio y televisión, teléfonos inalámbricos, celulares
y sus torres, satelitales, radio bidireccional, radar, Wifi, Bluetooth, horno
de microondas, destrucción de tejidos en procedimientos médicos, unir piezas de
polivinilo (pvc) en algunas máquinas y los escáneres de ondas milimétricas de
cuerpo completo en empleo de seguridad de algunos lugares (aeropuertos).
La
radiación de baja frecuencia empleada en los equipos descritos, hasta el
momento, no ha demostrado de forma directa una relación con el desarrollo de
cáncer en forma específica. Estos equipos son factibles de llegar a generar
calor variable ante las vibraciones de sus partículas si la frecuencia de ondas
es particular. Como riesgos existen: generar chispas eléctricas de los
celulares y riesgo de incendios ante vapores de gasolina. El agua calentada en
un horno de microondas puede “explotar” de forma súbita al incorporarse una
cuchara de metal.
Los ejemplos de radiación de alta energía
incluyen rayos X y rayos gamma. Ellos, así como
algunas radiaciones UV de mayor energía, se denominan radiación
ionizante, lo que significa que tienen suficiente energía para eliminar un
electrón o partícula atómica de (ionizar) un átomo o molécula. Esto puede
dañar la sustancia donde se almacena la información normal del funcionamiento
celular (el ácido desoxirribonucleico o ADN), lo que puede provocar mutaciones
genéticas y/o cáncer.
La radiación que recibimos proviene de dos grandes
fuentes, la natural y la producida por el hombre. La principal fuente de
radiación natural son la cósmica y de la biosfera terrestre (días normales). La
radiación producida por el hombre incluye la ocupacional, industrial y médica.
Bajo circunstancias especiales pocos niños se exponen a las dos primeras
artificiales, pero es viable que se expongan a la médica en estudios de imagen.
De la radiación ambiental, en forma diaria recibimos
una cantidad relativamente constante de radiación ionizante, que puede ser
empleado como referencia para señalar la cantidad de radiación que proporcionan
los diferentes estudios radiológicos, logrando señalar que una radiografía
simple de tórax acumula el equivalente a una exposición de diez días, la
tomografía del tórax equivale a dos años, la tomografía del cerebro a ocho
meses y la tomografía con emisión de positrones a ocho años (masivo en cada
empleo).
Los efectos biológicos de la radiación ionizante,
luego de su absorción le dan la energía del fotón a un electrón. El electrón
golpea directamente en el ADN produciendo como efecto directo un quiebre de la
hebra donde está enrollado el ADN. Cuando el electrón golpea una molécula de
agua, produce liberación de un radical químico el cual a su vez produce una
ruptura en las hebras del ADN (acción indirecta). En forma natural la doble
hélice de ADN se mantiene por uniones de hidrógeno. Con dosis menores de
radiación se producen daños en sólo una hebra del ADN, reparándose con la hebra
contraria. Si la rotura se produce en ambas hebras el resultado es la muerte
celular o nuevas uniones cromosómicas, de las cuales puede condicionar cambios
de información genética (traslocaciones) simétricas con posibilidad de activar
genes que inducen a la proliferación desorganizada de las células
(multiplicación cancerosa); o bien, pérdida de información genética (delección)
que puede modificar la funcionalidad celular.
La diferencia de los efectos biológicos de la
radiación ionizante entre adultos y niños recae en tres factores: sensibilidad,
expectativa de vida y la exposición a la radiación.
Durante la infancia los órganos y tejidos se
distribuyen en forma diferente a los adultos. La médula ósea, que en los
adultos está compuesta principalmente de grasa, en los niños tiene gran
proporción de médula roja. Los tejidos están en proceso de proliferación celular
con mayor número de multiplicación, lo que los hace más susceptibles. Los
tejidos más radiosensibles durante la niñez son tiroides, pulmonar, mamario y
médula ósea. Así, los tumores malignos se desarrollan muchos años después de la
exposición, por lo que los adultos pueden fallecer por otras causas antes que
el cáncer inducido por radiación se exprese, hecho que hace la diferencia en
los niños por tener una mayor expectativa de vida. En el caso de la tomografía
la dosis recibida por un niño, aún con parámetros modificados es
proporcionalmente mayor que la de un adulto. Esto se debe al menor espesor de
los órganos, una mayor proporción de órganos en relación con la masa total del
individuo y que los órganos están más cercanos entre ellos.
El empleo de la tomografía se justifica para facilitar
la identificación de enfermedades específicas, pero lamentablemente su empleo
también se ha abusado, exponiendo a los pacientes pediátricos a riesgos
innecesarios de cáncer futuro, por la radiación ionizante, que lamentablemente
su efecto es acumulativo, ya que no hay forma de eliminarlo. Así un niño con
realización de dos tomografías de la cabeza (equivalente a 16 meses) ya se
puede considerar en riesgo relativo (hasta de 25%) de desarrollar cáncer en el
futuro. Para un recién nacido el riesgo se incrementa 10 a 15 veces la
sensibilidad a radiación.
Una exposición innecesaria en niños se asocia a riesgo
innecesario. Entre los cánceres más probables de ser originados por las
radiaciones ionizantes están el de médula ósea, excepto la leucemia linfática
crónica, el cáncer de mamas, tiroides, hueso y pulmón.
La radiación juega un papel importante en la
incidencia de leucemias en niños. Estudios efectuados en madres que recibieron
radiaciones, durante el segundo y tercer trimestre del embarazo, demostraron
que podía duplicarse el riesgo de leucemias de estos niños, hasta los 10 años. Así,
la radiación materna debe ser bien argumentada y justificada.
En nuestro medio, existen varios factores por los que
se emplean estudios radiológicos de forma inadecuada, que incluyen: repetición
innecesaria de estudios ya efectuados, solicitud ante situaciones que no están
debidamente justificados, realización para considerar un control posible de una
enfermedad, equivocación al solicitar el tipo de estudio o al momento de
realizarlo y, por último, estudios considerados por presión de los familiares
sin alguna razón clínica que los avale.
Por el contrario, a fin de proteger al máximo a los
niños de este riesgo, el médico debe de tener la indicación específica para
justificar el estudio radiológico, empleando de preferencia la modalidad menos
invasiva y de ser posible, con asesoría del radiólogo en caso de duda, para
establecer dosis de radiación apropiada. No realizar estudios de radiación por
presión de los padres o condiciones legales y siempre se debe de informar sobre
el efecto acumulativo y de ser posible contar con registro específico…