Esta enfermedad
afecta a los huesos durante su desarrollo en la etapa infantil, causándoles
reblandecimiento y deformidades en sus etapas finales.
La enfermedad,
está condicionada por la deficiencia en la producción o alteración de la
función de la vitamina D para poder permitir que los huesos se calcifiquen de
forma adecuada durante la infancia.
Pero, no es
exclusiva de la infancia; ya que cuando se desarrolla fuera de este periodo de
la vida, genera alteraciones esqueléticas que se nombran como osteomalacia.
Muchas personas
tienen la idea que es una enfermedad exclusivamente relacionada con la
desnutrición, pero no es así, ya que puede darse el caso de un niño que a nivel
social y familiar cuente con el aporte de forma adecuada y regular de
alimentos, pero si tiene deficiencia en la vitamina D, de forma natural podrá
desarrollar la alteración.
La sustancia
deficiente conocida como vitamina D, para realizar su función particular
requiere como si fuera un proceso de maduración, que la molécula básica de las
grasas sea modificada a un compuesto especial, que se activa con la exposición a la luz del
sol, en particular con la radiación ultravioleta; y de ahí, pasa al hígado para
ser modificado su estructura, y finalmente al riñón para poder ejercer su
función. A diferencia de las vitaminas, esta sustancia la sintetiza el cuerpo
sin emplear alguna sustancia determinada proveniente de muchos alimentos y de
ahí que al momento se le considera más como hormona que como vitamina.
Su acción
orgánica normal, es poder absorber el calcio de los alimentos a través de los
intestinos; pero cuando se carece de ella, el calcio no se introduce y baja su
cantidad normal en el cuerpo, por lo que otra sustancia se activa para
compensar esta disminución y empieza a sacar el calcio de los huesos para
tratar de mantener los valores normales. Desafortunadamente con estas acciones,
el hueso se ve comprometido en el proceso de irse endureciendo con el depósito
de sales de calcio y fósforo, y el tejido cartilaginoso empieza a ser luego más
abundante en los extremos de los huesos, mientras en la parte media de los
huesos largos, se puede ir presentando la deformidad por las cargas de peso que
empiezan a soportar.
Clásicamente
todas las personas relacionan al raquitismo con el aspecto de un niño
totalmente delgado, desnutrido y con las piernas chuecas; pero el niño enfermo
de raquitismo en sus primeras etapas que pueden orientar a sospechar esta
enfermedad, -desde los pocos meses de nacido hasta casi el año y medio de
edad-, puede caracterizarse por tener mollera (fontanela) grande, huesos de
cráneo delgados en consistencia de una pelota de ping-pong, deficiencia en su
crecimiento, temblores de las extremidades al llanto, brote dental retrasado e
inicio de la marcha mas allá de los quince meses de vida.
Si la enfermedad
continúa; con el paso del tiempo, se podrán ir encontrando cada vez más
alteraciones especiales de su esqueleto y se notará entonces una frente amplia,
una columna -al momento de sentarse el niño sobre sus caderas con piernas
extendidas-, con aspecto de columna de gato (muy curvada); en su pecho, ahora
se podrán empezar a notar evidentes las costillas; y en especial, unas bolitas
en su trayectoria de forma simétrica, que es un engrosamiento mayor entre la
unión del cartílago con el hueso (rosario raquítico), su pecho podrá tener
aspecto de campana por la prominencia del abdomen; y en muñecas y tobillos
aumento de volumen progresivo. Los dolores pueden ser referidos en cualquier
momento y más comúnmente en la espalda y extremidades. En etapas muy avanzadas
se empezará a notar las piernas con desviaciones; y de ellas, más
frecuentemente con aspecto redondeadas (piernas de charro).
Otras
manifestaciones que no son directamente provenientes de las alteraciones óseas,
son la palidez, pérdida de peso, deficiencia en la adquisición de habilidades
motoras (como caminar), por alteración de sus condiciones musculares y
esqueléticas; sudoración abundante de la región posterior del cuello, y cuadros
recurrentes de infección pulmonar, enronquecimiento recurrente de la voz o el
llanto, crecimiento de los ganglios y de algunas vísceras dentro de la cavidad
del abdomen.
Las consecuencias
del raquitismo son: retraso en su crecimiento, deficiencia en desarrollo motor,
brote dental retrasado, alteraciones ortopédicas, dolores óseos recurrentes y
cada vez más intensos, deformidades óseas y fracturas anormales.
Los niños en la edad de 6 a 24 meses
tienen el mayor riesgo de padecer raquitismo puesto que sus huesos están
creciendo muy rápidamente durante este período. Su niño también puede tener
riesgo si él o ella: tiene piel oscura, no obtiene una exposición moderada a la luz solar o usa protector solar
durante todo el tiempo que se encuentra al aire libre, no come suficientes alimentos que
contengan calcio o fósforo.
En caso que usted considere que su niño pueda padecer
esta enfermedad, no dude en acudir a valoración con su médico, que le hará preguntas acerca de los antecedentes
familiares de salud, y sobre la salud y dieta de su niño. Su niño va a requerir
un examen físico completo. Las pruebas de sangre y exámenes de rayos X de los
brazos y las piernas también pueden ayudarle al médico a determinar si su niño
tiene raquitismo.
El tratamiento depende del tipo de raquitismo que su niño
tenga. El raquitismo causado por deficiencias nutricionales se trata con
vitamina D y calcio. El dolor de su niño y la debilidad muscular probablemente
mejoren en el plazo de algunas semanas de tratamiento. Si su niño ha heredado
el raquitismo o tiene una enfermedad que está causando el problema, es posible
que necesite ver a un médico especializado en endocrinología. Si su niño tiene
deformidades ocasionadas por el raquitismo, puede que necesite usar
dispositivos ortopédicos o someterse a cirugía para corregir el problema.
La forma de evitar esta enfermedad es con una alimentación
adecuada del niño en sus primeros meses de vida, que obviamente requiere de forma
adicional que la mamá tenga un buen aporte de nutrientes y continuar con
ingesta de vitaminas durante la lactancia, y si su bebé obtiene menos de 450
gramos (16 onzas) de fórmula por día, también necesitará vitamina D adicional
que su médico le indicará de acuerdo al desarrollo y peso del niño.
En relación a la
exposición solar, su médico puede decirle cuánto tiempo en el sol es seguro
para su niño. Recuerde que los niños menores de dos años y los bebés deben
permanecer protegidos de la luz solar directa.