Para su
sobrevivencia fuera del ambiente materno, es necesario que el bebé haya
cumplido un promedio de 38 hasta 42 semanas, para que todos sus órganos tengan
la capacidad de poder adaptarse a las condiciones especiales del ambiente
externo.
Un bebé que nace
prematuro puede tener diversas alteraciones, por no contar con el desarrollo
biológico normal en la mayoría de sus órganos o sistemas. Esta condición va en
proporción directa al menor tiempo de embarazo que cuente al nacimiento.
Durante el
tiempo hospitalario de vigilancia al bebé prematuro, se enfatizan los cuidados
primordiales para mantener su vitalidad. En forma significativa se le apoya en
la función respiratoria, cardíaca y digestiva; además de evitar infecciones, para
ayudarlo a completar el desarrollo de esas funciones y otras adicionales, antes
de poder entregarlo a los cuidados habituales domiciliarios.
Es posible, que
por sus propias condiciones de prematurez y/o por influencia de apoyo
respiratorio, proporcionados durante su atención inicial, se produzcan
alteraciones en el desarrollo del interior de sus ojos, que pueden condicionar
o exponerlos a desarrollar ceguera en forma posterior. Este evento
desafortunado, era relativamente frecuente de notar hace algunos años, cuando
este aspecto no se tomaba en cuenta; o simplemente, no se tenía la información
básica de su existencia. Ahora con los avances en vigilancia y tratamiento, es
una condición que puede detectarse en forma anticipada y bajo los tratamientos
adecuados, puede evitar el desarrollo de ceguera en este tipo de niños.
De forma
natural, existe una capa sensible en el interior del ojo (retina) que es la que
percibe la estimulación variable lumínica del exterior, para transformarla en
impulsos eléctricos que se transmiten por el nervio óptico, al centro de la
visión en el cerebro donde se
interpretan como imágenes específicas. Esa capa interna se encuentra como
en especie de forro, adherido sobre la superficie interna del globo ocular. Las
fibras nerviosas de las células sensibles, mantienen su integridad adheridas a
la parte inferior. Así, todo factor que cause la separación de esta capa sobre
la superficie interna, puede condicionar ruptura de las fibras de conducción; y
en forma secundaria, pérdida del envío de señales al cerebro y pérdida de la
imagen por la zona afectada (ceguera).
Durante el
periodo del embarazo, el desarrollo de los vasos de sangre que surten de
nutrientes a la retina, crecen en forma centrifuga –desde la parte posterior
del globo ocular hacia la periferia y luego a la región delantera del globo
ocular-. Inicia a partir de las catorce semanas, a las treinta y dos semanas se
completa los del lado de la nariz y la parte lateral terminan entre las treinta
y siete a las cuarenta semanas.
El crecimiento
de los vasos sanguíneos tiene dos etapas. En la primera, se forman los vasos
sanguíneos de los arcos principales, que se realiza de las 14 a 21 semanas y es
dependiente de la información hereditaria. En la segunda fase, que se conoce
como tardía, se completa la formación con nuevos brotes que surgen de los
formados en la fase primaria, pero para su desarrollo requieren de una
sustancia que liberan las células de la retina, ante la deficiencia de oxígeno
en sus tejidos y de otra sustancia que se libera por la placenta. Durante el
tiempo restante del embarazo, esos factores permiten la formación de vasos
sanguíneos en su desarrollo normal.
Cuando el niño
nace en forma anticipada, la influencia del ambiente tan elevado en concentración
de oxígeno (a diferencia del vientre materno), impide la liberación de la
sustancia dependiente de las células para estimular formación de nuevos vasos
sanguíneos; y en casos adicionales, por el apoyo respiratorio a estos niños, se
les agregan aportes adicionales de oxígeno que también evitan la estimulación
secundaria. Por otra parte, la falta de la sustancia estimulante dependiente de
la placenta que ya deja de ejercer su función, se agrega para establecer la
falta de un desarrollo vascular normal en el paciente prematuro. En etapa
posterior, al estabilizarse sus condiciones generales del prematuro, la falta
de oxígeno en la retina, junto con la sustancia estimuladora (ahora producida
ya por el niño), estimulan ahora el desarrollo de los vasos sanguíneos en forma
diferida pero normal; pero en ocasiones, este crecimiento puede provocar que la
retina se desprenda de la parte posterior del ojo, lo cual puede producir
ceguera.
La enfermedad no
manifiesta signos o síntomas que indiquen su presencia, por lo que la forma más
apropiada de realizar la identificación de estas características en el
prematuro, incluyen su revisión por el oftalmólogo, mediante uso de equipo
especial y el paciente, bajo efecto medicamentoso para mantenerlo quieto y con
apertura amplia de su pupila, para poder revisar de forma completa la mayor
parte de su retina.
El crecimiento
anormal de los vasos sanguíneos, puede comprometer la adherencia de la retina a
su parte inferior en grados variables, que definen la evolución y gravedad de
esta enfermedad, asociando también a esos cambios, sus diferentes alternativas
de tratamiento para evitar mayor desprendimiento de la retina sobre su base.
Aproximadamente
del 60 al 80% de los prematuros con peso menor de 1250 gramos, desarrollan
retinopatía entre el primer y segundo mes de vida, de éstos la mayoría de los
casos (90%) se resuelve; y el resto, van a progresar a condiciones más severas
de la clasificación y pueden llegar a desarrollar ceguera.
Por estas razones,
se considera recomendable efectuar el estudio de evaluación, a todos los recién
nacidos prematuros menores de 31 semanas de embarazo, y/o con peso menor de
1250 gramos. De preferencia de 4 a 6 semanas después del nacimiento; y también,
en el momento que corresponde al tiempo que cumplirían con sus 40 semanas del
embarazo, ya que es en ese momento, que la retina en sus partes más periféricas
termina su vascularidad. Los intervalos siguientes pueden ser de cada dos a
tres semanas, para vigilar la evolución de la retina y poder definir su
clasificación correspondiente.
Después de
identificar una enfermedad tratable, el tratamiento deberá aplicarse en las
primeras 72 horas (siempre que sea posible), para minimizar el riesgo de desprendimiento
de retina y solo en caso de contarse, con una enfermedad agresiva el
tratamiento deberá de considerarse dentro de las primeras 48 horas.
Algunos casos de
retinopatía del prematuro son leves y se corrigen solos, pero en otras
ocasiones, se requiere de cirugía para prevenir la pérdida de la vista. Para la
cirugía, se incluyen el empleo de láser o de otros medios, para detener el
crecimiento de los vasos sanguíneos anormales y para asegurarse que no se
produzca el desprendimiento.
Debido a que
existen varios grados de evolución de la enfermedad, el tipo de cirugía que se
utilice puede ser diferente para cada tipo de evolución. La cirugía tiene el
objetivo de detener el crecimiento de los vasos sanguíneos anormales,
localizados en las partes laterales de la retina, para conservar lo mejor
posible la retina central. El tratamiento consiste en cicatrizar las áreas de
la retina periférica, para detener el crecimiento anormal y evitar el
desprendimiento de la retina. Se tiene posibilidad de perder tejido sensible en
la periferia, pero al preservar la retina central, el ojo podrá realizar sus
funciones de forma conveniente, como: distinguir colores, identificar objetos o
leer. Para la cicatrización se puede emplear el láser o temperatura de
congelamiento (crioterapia). En casos avanzados se puede aplicar una especie de
banda alrededor de la circunferencia del ojo, para mantener el contacto de la
retina; o bien, sustituir el líquido del interior del globo ocular, para evitar
el desprendimiento de retina. Recientemente se ha empezado a aplicar en unas
etapas de la enfermedad, algunas sustancias (anticuerpos monoclonales) para
regularizar la actividad vascular.
Si usted tiene conocimiento de
un niño prematuro, no deje de comentar esta enfermedad en los familiares, o el
médico tratante, a fin de llevar a cabo una evaluación temprana y de
preferencia un tratamiento adecuado, para dar un pronóstico significativo en su
vida.