En la población
infantil, el cáncer es la segunda causa de muerte en el grupo entre los 5 a 15
años de edad, precedida por los accidentes, traumatismos y causas violentas.
Generalmente cuando esta enfermedad se detecta, tiene en la mayoría de las
ocasiones, un crecimiento o extensión importante en el niño, que limita su
tratamiento y establece una alta mortalidad o posibilidad mayor de
complicaciones.
En cuanto a los
gastos que genera, por el empleo de medicamentos tan selectivos asociados con
la duración y hospitalización para sus tratamientos, representan un gasto que
la mayoría de los familiares no pueden llevar a cabo, sin el auxilio de alguna
institución de salud; y para las instituciones de salud, es de las enfermedades
en donde su presupuesto se consume en mayor porcentaje.
En forma ideal,
sería conveniente contar con todos los datos ya bien definidos, para poder
establecer que tipos de niños pueden desarrollar cáncer; y en forma exclusiva,
realizar estudios de forma periódica en ellos, para establecer un diagnóstico
temprano y un tratamiento oportuno ó inclusive un preventivo. Pero la realidad
de esta enfermedad, es que no se conocen de forma precisa sus causas concretas,
y hasta el momento solo se presumen algunas condiciones ambientales y/o biológicas,
que pueden influir en su desarrollo.
De manera
normal, existe un equilibrio controlado en la reposición de células que en
nuestro organismo se van destruyendo, para ser sustituidas por otras nuevas con
una maduración aceptable. Esas funciones de forma más detallada son controladas
por genes (material de herencia con capacidad de control de funciones
biológicas diversas), que al resultar
afectados por mutaciones hereditarias, influencias ambientales, sustancias químicas
o influencias de microorganismos, pierden su capacidad de regulación normal de
la multiplicación celular, y degeneran condicionando una multiplicación excesiva,
en la mayoría de las ocasiones con presencia o formación de tejidos anormales
y/o de formas inmaduras, inicialmente localizadas en el sitio de su origen
(cáncer localizado o primario), y posteriormente con diseminación a otros
tejidos ajenos a su sitio de origen (metástasis asociadas) por continuidad o
enviado a través de la sangre.
El momento que
se origina esta alteración es un evento biológico, en donde una primera célula
inicia una reproducción anormal, y a partir de esta alteración, en relación a
la velocidad de multiplicación de sus células secundarias, se tendrá la
oportunidad de empezar a identificar las primeras manifestaciones, que en su
mayoría son muy vagas para poder relacionar con esta causa específica. Bajo
esta perspectiva, suele considerar la dificultad en el diagnóstico temprano
para el médico de primer contacto, ya que en la mayoría de las ocasiones, el
cuadro clínico ofrece síntomas inespecíficos a pesar de ya incluir una cantidad
significativa de tejido orgánico afectado. Solo en la medida que la enfermedad
se extiende o también, en relación a la capacidad especializada del médico, se
hace posible considerar el diagnóstico como una entidad ya bien definida.
En forma
general, se puede tener alerta de posibilidad de desarrollar cáncer, por su
relación con los factores ambientales y biológicos, a todos aquellos niños que
cuenten con antecedentes de canceres entre sus familiares, niños con
enfermedades hereditarias (síndrome de Down, neurofibromatosis,
hemihipertrofia), los que estén expuestos a la contaminación de sus aguas o
alimentos, con productos químicos (cerca de refinerías o fabricas de sustancias
químicas, fertilizantes, aromatizantes e insecticidas ambientales, pinturas,
solventes y barnices), radiaciones particulares (transformadores eléctricos,
centrales eléctricas, hornos de microondas con cierres no herméticos),
exposición a tabaco (con familiares cercanos), empleo excesivo de medicamentos
variados a edad temprana, infecciones con virus particulares
(inmunodeficiencia, hepatitis B, Ebstein-Barr, papiloma humano) y en forma reciente
se describen en posibilidad quienes tengan sobrepeso y obesidad.
El realizar el
diagnóstico de forma más temprana, permite evitar que una tumoración sólida
alcance mayor tamaño, haga menos difícil su extirpación o alteración en función
de los órganos vecinos. De las tumoraciones no sólidas, evita que se extiendan
a otros tejidos, o no asocien complicaciones que pueden poner en riesgo la
vida, y también de forma asociada el diagnostico temprano, permite tratamientos
menos complejos, que pudieran involucrar tratamientos paliativos, analgésicos
potentes (narcóticos), catéteres permanentes o prolongados, cirugías, tiempos
de hospitalización y radiaciones.
Para sospechar
tumoraciones o cánceres en los niños, se podrán considerar algunos signos en
especial tomarse en cuenta, y enlistamos algunos de los más frecuentes.
Palidez,
hemorragias y fiebre, se encuentra relacionadas en la mayoría de las leucemias,
asociadas con dolores óseos y abdominales por crecimiento de hígado y bazo.
Defectos
oculares, como la falta de un segmento en el iris (anillo que define el color
de ojos), motiva a revisar la posibilidad de un tumor de riñones, con estudio
de ultrasonido. El brillo anormal de un ojo en lactantes con la luz o en fotos
familiares, o el estrabismo (bizcos), puede orientar sobre un tumor de la
retina (retinoblastoma) en una etapa temprana. La coloración morada alrededor
de ojos con tumores óseos.
Dolores de
cabeza, frecuentes y de intensidad progresiva o variable, sin datos agregados
de infección (como fiebre o malestar), que se intensifican con esfuerzo
(evacuación, tos) más intenso al anocher o levantarse, e interferir con el
sueño. Puede ser señal de un tumor cerebral o metástasis; en especial, si se
acompaña de alteraciones motoras como marcha inestable (borrachito),
alteraciones visuales (doble, borrosa, etc.) y/o vómitos.
Cojera dolorosa,
puede ser por tumores de hueso cuando rebasan más de tres días de duración y no
mejoran. Puede haber dolor referido en los huesos en algunos cánceres primarios
o por efecto de metástasis de otros cánceres. Se valoran con radiografías.
Diarreas
crónicas o prolongadas, en donde la acción de medicamentos contra infección o
medidas alimentarias no proporcionen mejoría, y asociado con presión arterial
elevada (que requiere ser comprobada con equipo especial), son debidas a
efectos de un tumor del sistema nervioso, que también puede influir a que el
niño llore de forma constante.
Fiebres
prolongadas con duración mayor de dos semanas, asociadas con disminución de
peso podrán hacer sospechar de tumores en tejidos linfáticos.
Sangrados
recurrentes, por vía urinaria o digestiva pueden ser compatibles con tumor de
riñón o neoplasias benignas intestinales. Si es en ambas vías puede relacionar
leucemia.
Desarrollo
sexual precoz con aparición de vello axilar o púbico, o el desarrollo de
tejidos sexuales en una edad muy temprana (antes de los ocho años), puede ser
asociado con tumores glandulares como suprarrenales, hígado, ovarios,
cerebrales.
Aumentos de
volumen en superficies corporales, en forma excesiva de los ganglios en cuello
o en otras zonas, se identifican como masas redondeadas múltiples en tumores
linfáticos. En niños pequeños en la cavidad abdominal pueden corresponder a
masas tumorales del riñón que pueden crecer en exceso, o bien crecimientos
primarios o secundarios del hígado o del bazo. En algunas cavidades el
crecimiento del tejido puede ser motivo de datos de sangrados o molestias de
obstrucción, como pueden ser tumores o cánceres en las encías, lengua, cavidad
nasal, oído, intestino. Los canceres de testículo se caracterizan por
crecimientos notorios progresivos sin mucho dolor. En extremidades todo aumento
de volumen sin datos inflamatorios (enrojecimiento o calor), con dolor puede
ser compatible con tumores.
El inicio del
tratamiento en forma temprana, representa una posibilidad mayor de curación y evitar complicaciones. Debe
fomentarse en personal de salud su detección oportuna, y evitar entre los
familiares confiarse en sus manifestaciones iniciales.