Es una
alteración del lenguaje en donde los sonidos, sílabas o palabras, se repiten o
duran más tiempo en su pronunciación condicionando alteración en la fluidez,
por lo que se distingue, como un lenguaje con interrupciones frecuentes en su
expresión.
La dificultad en
la habilidad para poder hablar en forma continua, es una alteración funcional,
en donde actúan factores asociados al cociente intelectual, lingüístico,
emocional y del sistema motor del habla, que incluye: la integridad anatómica y
funcional del sistema auditivo, núcleos cerebrales especiales, coordinación
muscular de la lengua, cavidad bucal, piezas dentales y sistema de fonación.
En ocasiones,
puede ser confundido con los trastornos del desarrollo en el ritmo y velocidad
del lenguaje (fluidez), que manifiestan de forma normal los niños menores de
tres años. Ante esa condición se requiere, además de tomar en cuenta la
referencia subjetiva del familiar, la observación por el profesional de salud
especializado, para poder definir de forma precisa el diagnóstico, ya que en
ocasiones la alteración puede ser dependiente de situaciones y momentos
especiales y no constituir una enfermedad.
La condición relativamente
normal en el flujo del lenguaje, se presenta entre los dieciocho meses a los
tres años de edad, como parte de la adquisición de la habilidad en la emisión
del lenguaje. Se caracteriza porque el niño en su inicio del desarrollo del
lenguaje, tiende a repetir sonidos o sílabas con consonantes especiales (c-p-d-t-q),
casi siempre al inicio de la palabra.
A partir de los
tres años de edad, esta alteración en el fluido del lenguaje se caracteriza por
las ganas que tiene el niño de hablar, pero su pensamiento es mayor que su
fluidez verbal. Se nota porque la fluidez alterada ya no afecta a sonidos o
sílabas como antes, ahora la alteración afecta a la emisión de palabras o de
frases completas, pudiendo manifestar como ejemplo “si, si, qui-quiero” “si quiero, quiero” y lo
manifiesta generalmente al inicio de una oración, con recurrencia posible de una
oración entre diez emitidas. Esta alteración es más frecuente cuando el niño se
encuentra emocionalmente alterado (muy contento, enfadado, cansado, presionado),
con apariciones variables de tiempo, apareciendo o desapareciendo por periodos
de semanas o meses después. Bajo esta circunstancia, los niños no son
conscientes de la falla, no tratan de repararla y no dan importancia al lenguaje, por lo que
tampoco se sienten frustrados ni avergonzados.
El tartamudeo,
es un trastorno relativamente frecuente durante el desarrollo del lenguaje
entre la población infantil, en las edades de 3 a 5 años, con duración variable
que puede incluir desde varias semanas a varios años.
En un porcentaje
aproximado del 1% el trastorno de la fluidez del lenguaje, no desaparece y
puede empeorar al paso del tiempo, conociéndose como tartamudeo del desarrollo
que es la forma más común.
Entre sus causas
adicionales se estable la condición hereditaria, donde el antecedente de cuadro
similar en familiares ascendentes o colaterales, corrobora la relación con
algunos genes específicos. En otras ocasiones, la alteración se presenta
posterior a lesiones cerebrales particulares, como: golpes o enfermedades de
sus vasos sanguíneos. En otras, también participa el aspecto emocional y se
manifiesta, en forma posterior a la experiencia de un trauma psicológico. La
farmacológica asocia el uso de medicamentos.
Cuando la
alteración en la fluidez del lenguaje, se mantiene en forma persistente e
incluso se incrementa por arriba de la edad referida, deberá considerar el
diagnóstico de tartamudeo. La tartamudez puede considerarse en sus extremos,
como: leve y grave. La primera puede que solo se manifieste en determinadas
circunstancias, pero siempre se repetirá cuando surjan las mismas situaciones,
causando que el niño se sienta avergonzado y/o frustrado cuando le ocurre. La
grave se manifiesta cuando la alteración en el flujo del lenguaje se presenta
de forma muy recurrente, generando tensión en el niño, con temor de hablar por
miedo al ridículo causando inhibición espontánea. Es más frecuente en los niños
mayores, pero puede aparecer en cualquier momento entre los dos y siete años,
tras un periodo de tartamudez leve o de repente sin que exista antecedente.
La tartamudez
puede presentarse en forma especial bajo situaciones emocionales, en que el
individuo tiene dificultad para controlar su pensamiento con la expresión oral.
Así es factible que alguna persona tenga problemas en su lenguaje, cuando se
encuentra: enojado, deprimido, asustado o bajo la presión de ambientes públicos
especiales, por lo que es posible que esas personas limiten su participación en
esas actividades.
Por su forma de
expresar la tartamudez, básicamente puede tener tres tipos de manifestaciones
generales: tónica, clónica o mixta. La forma clónica, es la más conocida por
hacerla popular con fines de diversión en medios masivos de comunicación,
consiste en la repetición involuntaria de sílabas o palabras, en forma
recurrente hasta lograr la pronunciación de la palabra u oración completa. En
la forma tónica, se manifiestan espasmos o contracturas musculares que detienen
o interrumpen la conversación, al asociar inmovilidad muscular relacionada con
la emisión de un sonido específico, recurriendo al empleo de otras estructuras
corporales para conseguir la emisión deseada, por lo que asocia frecuentemente
movimientos de cabeza, cara, manos o pies. La forma mixta es la más frecuente y
combina la tónica y clónica.
Dentro de las
alteraciones de la tartamudez, pueden existir como variantes: las repeticiones,
prolongaciones, bloqueo e interjecciones. Durante la repetición se tiene
dificultad para pasar del sonido de la primera letra al resto de la palabra,
lográndolo luego del segundo o más intentos (ej. d-d-digo). En las
prolongaciones se mantiene el sonido de la letra por tiempo prolongado hasta
pronunciar la palabra (ej. ssssiempre). En el bloqueo, la boca queda en
posición de emitir un sonido sin lograrlo en ocasiones por varios segundos,
llegando a emitir un sonido parcial o sin sonido inicial, para que después del
esfuerzo se complete la palabra. Las interjecciones incluyen sonidos para
retrasar el inicio de una palabra con la que el niño espera “trabarse” (ej. humm gato).
Los datos más
evidentes para hacer considerar a los familiares, que el niño puede tener esta
alteración, incluyen: repetición de sonidos, palabras o frases de forma
evidente después de cumplir los cuatro años de edad. Existencia de gestos o
movimientos corporales exagerados, asociados a la dificultad para la formación
de silabas, palabras u oraciones. Movimientos de sacudidas de cabeza para
iniciar o terminar algunas palabras. Evitar hablar por sentir vergüenza al
hacerlo. Sensación de frustración y dificultad para poder comunicarse con
cualquier persona.
Al momento de
detectar a un niño con este trastorno, conviene consultar la valoración del
experto (terapia del lenguaje, foniatra o fonoaudiólogo), que en colaboración
asociada con otras especialidades, pueda definir el plan coordinado de manejo
para dar una atención individual que mejor convenga a cada niño, ya que sus
condiciones personales son las que establecen un pronóstico particular, tomando
en consideración que no hay un factor definitivo que se pueda emplear en forma
eficiente, para predecir la persistencia de la tartamudez. El terapista dejará
ejercicios para practicar en la casa, que en la medida que se cumplan podrán
reflejar los beneficios en su recuperación.
La actitud de
los familiares, amigos y profesores ante un niño que padezca de tartamudez, no
deberá de ser exigente o generarle tensión emocional. De preferencia debe
mostrar confianza y paciencia, en esperar que termine sus palabras y de ser
posible, animarlo a practicar oraciones cada vez con mejor velocidad.
Es importante
ante este tipo de pacientes su detección en edades tempranas, a fin de
consultar la atención especializada para mejorar la confianza y autoestima, que
son las condiciones que pueden generar dificultad adicional a su recuperación
del lenguaje.