Es
una causa poco frecuente -pero importante-, de dolor abdominal agudo que se
establece ante la rotación completa o parcial del ovario sobre sus soportes
(vasos y ligamentos) que lo sostienen. Con frecuencia, el conducto -trompa de
Falopio- que captura y lleva el óvulo al útero, se retuerce junto con el ovario
y, cuando eso ocurre, se llama a esa condición torsión anexial
Es una de las emergencias quirúrgicas ginecológicas más comunes y puede afectar a mujeres de todas las edades, con mayor frecuencia en la etapa reproductiva, pero con poca consideración a su sospecha, en la población adolescente e infantil que, ante un diagnóstico equivocado o no sospechado, puede condicionar complicaciones de riesgo y/o afección a la vida reproductiva posterior.
El ovario normalmente está suspendido de dos ligamentos principales, uno que hacia afuera lo une a la pelvis y el otro que hacia dentro lo une al útero, pero no lo fija y de acuerdo con la postura de la paciente, puede estar en un plano lateral o posterior al útero. Cuando se produce la torsión, el ovario normalmente gira alrededor de esos ligamentos, condicionando con esa rotación la compresión de sus estructuras vasculares que, por sus característica de menor grosor las venas, causa retención sanguínea en forma inicial por obstrucción a la salida de la sangre, pero al paso del tiempo y de la obstrucción cada vez mayor, se produce en forma lenta la disminución de entrada del flujo nutritivo (arterial).
Estos eventos dinámicos explican el hecho que, en forma inicial, se produzca acumulación líquida que incrementa en forma notoria su volumen habitual, con coloración sanguínea importante, pero ante la disminución del flujo arterial (con oxígeno y nutrientes) inicia su deterioro en vitalidad orgánica, progresando a necrosis con pérdida de su función ovárica. Este tejido necrótico, puede auto amputarse o involucionar con el tiempo. También durante su evolución pueden formarse adherencias pélvicas con manifestación de dolor pélvico recurrente o infertilidad, por obstrucción del tubo (trompa de Eustaquio) que comunica al útero. Como condiciones adversas posibles adicionales, se incluyen: el sangrado (hemorragia) y la infección del tejido que cubre a las vísceras abdominales (peritonitis), aunque la hemorragia que requiere de transfusión de sangre y la infección diseminada son raras.
En forma concreta, no existe una duración de tiempo específico que pueda predecir el desarrollo de la necrosis en el ovario una vez iniciado el proceso de la torsión, llegando a reportarse rangos muy amplios de 7 hasta 160 horas, por lo que existe siempre el margen de recuperar la funcionalidad aún en algunos tratamientos aparentes tardíos.
En ocasiones, puede existir torsión anexial intermitente que asocia pocas consecuencias adversas, ya que en la mayoría de esas torsiones el compromiso de la circulación arterial no se afecta de forma persistente, condicionando con ello la vitalidad del ovario.
La afección del lado derecho parece tener predominio comparativo al del lado contrario, ya que el ligamento derecho es más largo que el izquierdo y, por otra parte, la presencia de la parte final del intestino grueso sobre el lado izquierdo puede ayudar a prevenir la torsión en ese lado.
Entre todas las urgencias ginecológicas la torsión ocupa el quinto lugar, precedido en rango ascendente por la apendicitis, enfermedad inflamatoria pélvica, rotura del cuerpo lúteo con hemorragia y el embarazo ectópico. La torsión puede ocurrir en mujeres de todas las edades, incluyendo fetos y recién nacidos, particularmente con una masa ovárica o si se tiene antecedente de una torsión ovárica previa, como factores de riesgo.
La masa ovárica en la mayoría de las ocasiones, corresponde a un quiste ovárico y en otras ocasiones a un crecimiento tumoral benigno. Más del 85% de los casos de torsión ovárica corresponden a la asociación de una masa ovárica que los hace rotar sobre el eje de los ligamentos donde están suspendidos. Así también por influencia hormonal -en especial con las adolescentes-, suele presentarse en días relacionados con la ovulación y síndrome de ovario poliquístico.
Las manifestaciones clásicas para sospechar la existencia de esta alteración, establecen: aparición súbita de dolor localizado en el espacio pélvico, de moderado a intenso, que puede ser difuso en toda la cavidad o localizado de forma especial a un solo lado, puede irradiarse a la parte lateral del abdomen, la espalda o la región inguinal, posiblemente con duración de uno a tres días por su progresión en intensidad, acompañado a menudo de náuseas que coinciden con el inicio del dolor pélvico, y vómitos que son considerados como dato predictivo de torsión. La fiebre suele ser con temperaturas no muy elevadas e incrementar al momento de desarrollar la fase de necrosis; por último, la existencia de una masa presente a la revisión o con estudios de imagen. En ocasiones, se reporta antecedente de alguna actividad física vigorosa reciente, aumento repentino de la presión abdominal como factores desencadenantes que pueden motivar a sospechar esta enfermedad.
Sin embargo, la presentación puede variar y estos síntomas también están asociados con otras condiciones. Además, la torsión puede ocurrir en ausencia de una masa anexial, especialmente en pacientes que no han iniciado sus periodos menstruales.
Las manifestaciones previamente señaladas, pueden estar presentes en otras alteraciones de origen digestivo o no ser consideradas de atención médica, por la forma particular que pueden tener algunas pacientes de referirlas en edad infantil o durante la adolescencia, para señalar como cuadro de poca importancia o maniobras de manipulación emocional, en esas edades. Su falta de atención médica puede establecer una mayor gravedad del cuadro para una atención de urgencia, o bien, una aparente resolución con compromiso futuro de la función ovárica.
Constituye un reto de diagnóstico al personal médico su detección, ante los síntomas que pueden presentarse en otro tipo de enfermedades con las que se puede confundir, señalando como las más significativas: apendicitis aguda, embarazo ectópico, quiste ovárico roto, enfermedad inflamatoria pélvica, absceso ovárico, endometriosis y cálculo cuando el cuadro de dolor es muy intenso; pero si la intensidad es menor, se puede confundir con colitis por amibas, estreñimiento, dismenorrea, infecciones intestinales.
Ante la dificultad para poder definir el cuadro mediante los datos proporcionados y los hallazgos a la exploración, es necesario contar con el estudio de imagen por medio del ultrasonido para poder identificar esta alteración, donde los cambios son más evidentes, con: modificación al tamaño o volumen del ovario afectado, así como los cambios en el flujo de sangre que pueden registrarse por una alternativa del estudio de ultrasonido.
En su tratamiento, tradicionalmente se realizaba la intervención quirúrgica para retirar el material comprometido, pero en la actualidad la disponibilidad de la endoscopia permite una intervención menos agresiva y de tiempo de estancia hospitalaria más corta, pero en especial ha establecido que solo es suficiente -en muchas ocasiones- revertir la torsión sin realizar el corte y retiro del ovario, comprobando la normalidad en el flujo de sangre en un tiempo definido. Si no se corrobora la modificación al flujo sanguíneo puede dar lugar al retiro del tejido comprometido.
También se justificaba el retiro del tejido cuando se notaba una masa tumoral presente por el riesgo de ser maligno, pero los estudios realizados en la mayoría de esos tumores asocian patología benigna y con ello, actualmente ante una masa tumoral, se realiza toma de biopsia para su estudio inmediato y definir su tratamiento específico.
No es una alteración frecuente en la población femenina, pero debe considerarse desde la infancia para evitar una condición funcional futura comprometida en la fertilidad.
Es una de las emergencias quirúrgicas ginecológicas más comunes y puede afectar a mujeres de todas las edades, con mayor frecuencia en la etapa reproductiva, pero con poca consideración a su sospecha, en la población adolescente e infantil que, ante un diagnóstico equivocado o no sospechado, puede condicionar complicaciones de riesgo y/o afección a la vida reproductiva posterior.
El ovario normalmente está suspendido de dos ligamentos principales, uno que hacia afuera lo une a la pelvis y el otro que hacia dentro lo une al útero, pero no lo fija y de acuerdo con la postura de la paciente, puede estar en un plano lateral o posterior al útero. Cuando se produce la torsión, el ovario normalmente gira alrededor de esos ligamentos, condicionando con esa rotación la compresión de sus estructuras vasculares que, por sus característica de menor grosor las venas, causa retención sanguínea en forma inicial por obstrucción a la salida de la sangre, pero al paso del tiempo y de la obstrucción cada vez mayor, se produce en forma lenta la disminución de entrada del flujo nutritivo (arterial).
Estos eventos dinámicos explican el hecho que, en forma inicial, se produzca acumulación líquida que incrementa en forma notoria su volumen habitual, con coloración sanguínea importante, pero ante la disminución del flujo arterial (con oxígeno y nutrientes) inicia su deterioro en vitalidad orgánica, progresando a necrosis con pérdida de su función ovárica. Este tejido necrótico, puede auto amputarse o involucionar con el tiempo. También durante su evolución pueden formarse adherencias pélvicas con manifestación de dolor pélvico recurrente o infertilidad, por obstrucción del tubo (trompa de Eustaquio) que comunica al útero. Como condiciones adversas posibles adicionales, se incluyen: el sangrado (hemorragia) y la infección del tejido que cubre a las vísceras abdominales (peritonitis), aunque la hemorragia que requiere de transfusión de sangre y la infección diseminada son raras.
En forma concreta, no existe una duración de tiempo específico que pueda predecir el desarrollo de la necrosis en el ovario una vez iniciado el proceso de la torsión, llegando a reportarse rangos muy amplios de 7 hasta 160 horas, por lo que existe siempre el margen de recuperar la funcionalidad aún en algunos tratamientos aparentes tardíos.
En ocasiones, puede existir torsión anexial intermitente que asocia pocas consecuencias adversas, ya que en la mayoría de esas torsiones el compromiso de la circulación arterial no se afecta de forma persistente, condicionando con ello la vitalidad del ovario.
La afección del lado derecho parece tener predominio comparativo al del lado contrario, ya que el ligamento derecho es más largo que el izquierdo y, por otra parte, la presencia de la parte final del intestino grueso sobre el lado izquierdo puede ayudar a prevenir la torsión en ese lado.
Entre todas las urgencias ginecológicas la torsión ocupa el quinto lugar, precedido en rango ascendente por la apendicitis, enfermedad inflamatoria pélvica, rotura del cuerpo lúteo con hemorragia y el embarazo ectópico. La torsión puede ocurrir en mujeres de todas las edades, incluyendo fetos y recién nacidos, particularmente con una masa ovárica o si se tiene antecedente de una torsión ovárica previa, como factores de riesgo.
La masa ovárica en la mayoría de las ocasiones, corresponde a un quiste ovárico y en otras ocasiones a un crecimiento tumoral benigno. Más del 85% de los casos de torsión ovárica corresponden a la asociación de una masa ovárica que los hace rotar sobre el eje de los ligamentos donde están suspendidos. Así también por influencia hormonal -en especial con las adolescentes-, suele presentarse en días relacionados con la ovulación y síndrome de ovario poliquístico.
Las manifestaciones clásicas para sospechar la existencia de esta alteración, establecen: aparición súbita de dolor localizado en el espacio pélvico, de moderado a intenso, que puede ser difuso en toda la cavidad o localizado de forma especial a un solo lado, puede irradiarse a la parte lateral del abdomen, la espalda o la región inguinal, posiblemente con duración de uno a tres días por su progresión en intensidad, acompañado a menudo de náuseas que coinciden con el inicio del dolor pélvico, y vómitos que son considerados como dato predictivo de torsión. La fiebre suele ser con temperaturas no muy elevadas e incrementar al momento de desarrollar la fase de necrosis; por último, la existencia de una masa presente a la revisión o con estudios de imagen. En ocasiones, se reporta antecedente de alguna actividad física vigorosa reciente, aumento repentino de la presión abdominal como factores desencadenantes que pueden motivar a sospechar esta enfermedad.
Sin embargo, la presentación puede variar y estos síntomas también están asociados con otras condiciones. Además, la torsión puede ocurrir en ausencia de una masa anexial, especialmente en pacientes que no han iniciado sus periodos menstruales.
Las manifestaciones previamente señaladas, pueden estar presentes en otras alteraciones de origen digestivo o no ser consideradas de atención médica, por la forma particular que pueden tener algunas pacientes de referirlas en edad infantil o durante la adolescencia, para señalar como cuadro de poca importancia o maniobras de manipulación emocional, en esas edades. Su falta de atención médica puede establecer una mayor gravedad del cuadro para una atención de urgencia, o bien, una aparente resolución con compromiso futuro de la función ovárica.
Constituye un reto de diagnóstico al personal médico su detección, ante los síntomas que pueden presentarse en otro tipo de enfermedades con las que se puede confundir, señalando como las más significativas: apendicitis aguda, embarazo ectópico, quiste ovárico roto, enfermedad inflamatoria pélvica, absceso ovárico, endometriosis y cálculo cuando el cuadro de dolor es muy intenso; pero si la intensidad es menor, se puede confundir con colitis por amibas, estreñimiento, dismenorrea, infecciones intestinales.
Ante la dificultad para poder definir el cuadro mediante los datos proporcionados y los hallazgos a la exploración, es necesario contar con el estudio de imagen por medio del ultrasonido para poder identificar esta alteración, donde los cambios son más evidentes, con: modificación al tamaño o volumen del ovario afectado, así como los cambios en el flujo de sangre que pueden registrarse por una alternativa del estudio de ultrasonido.
En su tratamiento, tradicionalmente se realizaba la intervención quirúrgica para retirar el material comprometido, pero en la actualidad la disponibilidad de la endoscopia permite una intervención menos agresiva y de tiempo de estancia hospitalaria más corta, pero en especial ha establecido que solo es suficiente -en muchas ocasiones- revertir la torsión sin realizar el corte y retiro del ovario, comprobando la normalidad en el flujo de sangre en un tiempo definido. Si no se corrobora la modificación al flujo sanguíneo puede dar lugar al retiro del tejido comprometido.
También se justificaba el retiro del tejido cuando se notaba una masa tumoral presente por el riesgo de ser maligno, pero los estudios realizados en la mayoría de esos tumores asocian patología benigna y con ello, actualmente ante una masa tumoral, se realiza toma de biopsia para su estudio inmediato y definir su tratamiento específico.
No es una alteración frecuente en la población femenina, pero debe considerarse desde la infancia para evitar una condición funcional futura comprometida en la fertilidad.