Es un trastorno
de alimentación en donde el niño o adolescente limita o evita en forma
selectiva, el consumo de alimentos. Por considerarse la alteración como:
trastorno de alimentación restrictiva o selectiva, se le identifica por las
siglas TARS (inglés: ARFID)
Este trastorno
no es causado por la escasez de alimentos, prácticas religiosas, sociales,
culturales o enfermedad específica. Pueden ser dependientes de alimentación por
sonda o suplementos nutricionales. Condiciona en su desarrollo pérdida de peso
o deficiencias nutricionales específicas además de deterioro en el
funcionamiento psicosocial.
A diferencia de
la anorexia nerviosa o de la bulimia el TARS no se caracteriza por la
preocupación por la forma y el peso del cuerpo, o por comportamientos de
pérdida intencional de peso. En cambio, quienes tienen este trastorno pueden no
tener interés por los alimentos, evitarlos debido a una respuesta negativa a su
color, textura, olor, sabor o temperatura. También pueden tener temor a algunas
consecuencias excesivas y desagradables de comer, como la sensación de asfixia,
náuseas, vómitos o sensación de agruras o reflujo exagerados.
Básicamente se
trata de un trastorno mental, que en tiempos pasados se incluía -sin identificar
sus características actuales- dentro de las clasificaciones internacionales,
como trastorno alimenticio no especificado (TANE, en inglés: EDNOS) o como
trastorno alimentario de la infancia, que en realidad era una categoría general
que incluía a pacientes con trastornos alimentarios que no cumplían criterios
de anorexia nerviosa, bulimia o cualquier otro trastorno alimentario
específico. Se les consideraba cuando la alteración de su ingesta, condicionaba
deficiencia de desarrollo del peso, al menos durante un mes, sin ninguna
enfermedad primaria en los menores de seis años.
Actualmente a
este trastorno (TARS) se le identifica como tal, cuando: existe una alteración
durante el consumo o la ingesta por falta de interés para el alimento,
evitándolo a partir de las características perceptibles a sus órganos
sensitivos; o por preocupación a las consecuencias aversivas de comer (dolor
abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, etc.). También por la evidencia
persistente de no tener satisfechas sus necesidades nutricionales y/o
energéticas, basadas en alguna de las siguientes condiciones: pérdida de peso
significativo o incapacidad para lograr el aumento de peso esperado,
deficiencia nutricional evidente, dependencia de alimentación por sonda o mediante
suplementos. También incluye la interferencia psicosocial marcada.
No deberá estar
condicionada, por la falta de alimentos disponibles o por prácticas asociadas a
una sanción cultural o religiosa. No tiene relación intencionada a modificar el
peso o forma corporal; y tampoco, es atribuible a una enfermedad primaria orgánica
o emocional (adicional).
Esta alteración
puede originarse a partir de una variedad de factores sociales, biológicos y
psicológicos diferentes, en donde es necesario realizar una mayor y mejor investigación,
para determinar la naturaleza exacta de la forma como participan. Se puede
llegar a tomar en cuenta, en ocasiones, que el niño o adolescente pudo haber
tenido alguna experiencia traumática durante su alimentación en edades
tempranas de su vida, como la sensación de ahogo, náuseas, vómitos por
ejemplos. Otros pueden desarrollar esta alteración, de acuerdo a las
sensaciones que perciben durante la ingesta o en forma previa (aspecto del
alimento, olor, percepción de su consistencia dentro de la boca, etc.). Puede
influir también una alimentación muy restrictiva o persistente durante los
primeros años de vida, que pueden dejar esta condición predominante a futuro.
El TRAS no solo
se presenta en una edad más temprana que la anorexia nerviosa o la bulimia,
sino que también afecta a un mayor porcentaje de pacientes varones que
cualquiera de esos trastornos. Su edad promedio de presentación inicial es a
los doce años mientras que para la anorexia nerviosa es a los 15.6 años y 16.6
años para la bulimia. En cuanto a la duración de la enfermedad comparada con
las otras alteraciones, es de mayor duración y su porcentaje de peso promedio
es mejor que los otros. Por ser un trastorno de reciente definición, no se han
establecido incidencias especiales.
Como manifestación
y consecuencia de este cuadro, el síntoma con el que se puede sospechar
inicialmente este trastorno, es la pérdida de peso o la falta de ganancia de
peso apropiado, cuando los familiares inquietos acuden para su valoración. Ya
con el interrogatorio dirigido por el médico, se podrá recabar la información
asociada a la evitación de los alimentos basada en las características físicas
de los mismos; o bien, una aversión general a la mayoría de los alimentos,
seguida de falta de apetito y finalmente rechazo absoluto a los alimentos. Como
síntomas asociados se podrán encontrar referidos el dolor abdominal, vómitos,
ansiedad generalizada al comer, sensación de plenitud excesiva, náuseas y
experiencias sensitivas al comer.
En cuanto a su
pronóstico a largo plazo, aun no hay disponibilidad de información; sin
embargo, su detección temprana es útil para evitar su progresión o alteraciones
nutricionales significativas.
Como
complicaciones se considera que asociado a la baja de peso, se pueden afectar
otros órganos: el corazón establecerá un ritmo cardiaco de menor frecuencia, su
presión arterial se va modificar con registro de valores bajos. La falta de
volumen circulatorio puede contribuir en forma adicional para la presión baja.
Se puede manifestar en forma secundaria mareos o desmayos. En el sistema
digestivo su función disminuye causando deficiencia en los movimientos del
estómago que incrementa la facilidad de disminuir peso corporal, por generarse
sensaciones de plenitud y distensión, secundarios al retraso en el vaciamiento
del estómago. En el intestino grueso condicionan a una actividad muscular menor
y puede producirse el estreñimiento. Como efectos a nivel hormonal, los hombres
pueden tener niveles bajos de la hormona masculina (testosterona) con algunos
efectos asociados. Las mujeres tienen restricción de la liberación de hormonas
femeninas, que pueden asociar ciclos menstruales irregulares o ausencia de
sangrado.
A nivel
emocional, parecen tener mayores probabilidades de trastornos de ansiedad, que
incluyen: trastornos de ansiedad generalizada, trastornos de pánico o fobia
social. Los trastornos del espectro autista, los trastornos del aprendizaje y
la disminución del aprendizaje, son condiciones que se han presentado con mayor
frecuencia en los pacientes con TARS que con otras alteraciones de la
alimentación. Generalmente este tipo de pacientes, no tienen la oportunidad de
ayuda de los médicos lo suficientemente temprano, como para prevenir la
evolución de la enfermedad.
Por sus
características, esta alteración puede ser confundida y descartada de la
anorexia nerviosa, bulimia y el dolor del esófago al momento de pasar los
alimentos (disfagia).
Para su
tratamiento, se deberá de reestablecer el aporte calórico adecuado. Se
trabajará también, para modificar la conducta en la ampliación de la variedad
de alimentos que se consumen, y en el aprendizaje, de cómo controlar la
ansiedad en torno a los nuevos alimentos a consumir. Deben modificarse los
patrones de pensamiento que se relacionan con el trastorno alimentario. En
ocasiones, es necesario incluir medicamentos para modificar estados de ánimo,
que deben ser indicados por el especialista correspondiente.
Para su
tratamiento, se incluyen en forma adicional la participación del psicólogo,
psiquiatra, nutriólogo y sobre todo, la participación apropiada de la familia.
Así las intervenciones psicológicas junto con la educación nutricional y la
monitorización médica, pueden ayudar a eliminar los comportamientos selectivos
y restrictivos para promover su recuperación. De ser posible, al momento de
notar los familiares en etapas tempranas algunas conductas selectivas, deberán
proporcionar confianza y motivación orientada y adecuada, para evitar que el
problema evolucione a este trastorno.