Bajo
esta condición se incluyen todos aquellos pacientes que posterior a sufrir
algún traumatismo a nivel de la cabeza, su condición reactiva inmediata, se
manifiesta sin afección significativa similar a la habitual. En general, no se
relacionan con lesiones cerebrales importantes o con secuelas a largo plazo. Sin
embargo, algunos de ellos pueden llegar a padecer de alguna lesión clínicamente
importante, que requiera de vigilancia con internamiento hospitalario, empleo
de estudios de imagen para verificar su evolución y quizás, atención por
terapia intensiva y/o resolución por neurocirugía.
Esta condición tiene características diferentes de acuerdo con el grupo de edad considerado del paciente, ya que, en los bebés y los niños menores de dos años, su evaluación suele ser más difícil, al poder tener alteraciones especiales y comportarse sin manifestaciones muy evidentes -debido a que las fontanelas abiertas en los más pequeños, van a desarrollar datos de hipertensión cerebral en una forma más tardía-, los traumas menores pueden condicionar algunas condiciones graves, y las condiciones por maltrato son más frecuentes en lactantes.
En la mayoría de estos casos, la recuperación y el pronóstico son muy favorables, pero una proporción muy pequeña (casi del 5%) pueden llegar a manifestar una lesión cerebral traumática en los estudios de imagen y, cerca del 1% tendrá una lesión de importancia clínica, que puede ameritar monitoreo prolongado o incluso alguna intervención neuroquirúrgica.
Como lesión traumática de importancia clínica, se llega a considerar a: la fractura del cráneo que condicione una depresión de su superficie que amerite elevación quirúrgica, manifestaciones especiales -como escurrimiento de líquido cefalorraquídeo por oídos o nariz, coloración morada alrededor de los ojos- que hagan considerar la probabilidad de fractura de los huesos de la base del cráneo y por último, otras lesiones cerebrales que se asocien directamente con indicación de intervención quirúrgica, respiración asistida, hospitalización para vigilancia de condiciones al menos por dos noches y/o la muerte.
En cambio, se considera a la lesión cerebral traumática leve, como cualquier lesión dentro del cráneo -presente en un estudio de imagen-, que no requiere de una intervención inmediata o una hospitalización prolongada. Su seguimiento a corto plazo (cuatro semanas) indica que su riesgo de complicación o mortalidad es muy bajo.
En todas las edades, la lesión cerebral traumática leve es toda lesión cerebral que puede asociar uno o más de los siguientes datos: confusión y desorientación, amnesia posterior al trauma menor de 24 horas, pérdida de conciencia durante menos de treinta minutos, alteraciones neurológicas transitorias como convulsiones o deficiencias sensitivo/motor localizadas y calificación médica especial (Glasgow) de 13 a 15 (alteración mínima) a los treinta minutos o más después de su lesión. Señalando en particular que, en menores de dos años, estos datos no pueden ser bien valorados (a excepción de la calificación específica) debido a su etapa de desarrollo y condición especial de comunicación.
En base a estas características, se justifica solicitar estudio de imagen (tomografía o resonancia) a quienes cuenten con una puntuación de Glasgow de 13 ya que la probabilidad de encontrar lesiones cerebrales es de un 20%. En cambio, aquellos que no tienen síntomas asociados e incluso quienes tengan signos menores y una calificación médica de 15, tienen menos del 1% de posibilidad de desarrollar alguna lesión de importancia clínica y no justifican el estudio de imagen. Estos estudios solo podrán ser solicitados por médicos con experiencia adecuada para definir su utilidad.
En menores de dos años, la gran mayoría de las lesiones se deben a mecanismos de caídas, seguidas de colisiones de vehículos motorizados y accidentes peatonales, sin olvidar que las lesiones por maltrato ocurren en mayor frecuencia en este grupo de edad. Las lesiones accidentales suelen causar traumatismos craneales menores y aislados en la mayoría de los pacientes. Para los bebés menores de dos años, con un traumatismo craneoencefálico cerrado menor y un examen neurológico normal, se considera que aproximadamente del 3 al 10% pueden tener una lesión cerebral traumática apreciada en la tomografía, el 1% podrá tener un lesión cerebral traumática clínicamente importante y el 0.2 % requiere intervención especializada en cirugía neurológica (neurocirugía).
Existen algunas alteraciones que pueden presentarse en forma inmediata posterior al traumatismo craneal, que generalmente son de aparición transitoria, pero de acuerdo con sus características específicas, pueden asociar la probabilidad de una condición especial de vigilancia por asociar en forma más frecuente con lesiones de importancia clínica.
El estado mental alterado manifestado en forma de letargo, somnolencia, agitación o no actuar de forma habitual según la persona que cuida al paciente, puede existir hasta en el 10% de los casos de traumas cefálicos menores. Se considera como señal factible de un daño cerebral de importancia clínica de vigilancia o seguimiento.
La pérdida del conocimiento después del trauma craneal se puede presentar en el 4-5% de los bebés menores de dos años. Dependiendo de su duración y asociación con otros datos predictivos, puede relacionar una condición de importancia clínica a vigilar. Cuando su duración es menor de 5 segundos y no asocia predictores de riesgo, la condición de lesión cerebral es bajo. En cambio, cuando la duración es mayor y/o asocia algún predictor de riesgo, como: mecanismo de lesión (incluye alguno de los siguientes: caída a una altura mayor de un metro, cabeza golpeada con objeto de alto impacto, colisión de vehículos motorizados con expulsión del paciente, muerte de otro pasajero o volcadura, peatón o ciclista sin casco atropellado por vehículo motorizado), estado mental alterado, vómitos, dolor de cabeza y/o datos de fractura de cráneo, justificará considerarla como lesión de importancia (5%) para mantener vigilancia de su evolución.
El comportamiento anormal posterior al trauma, detectado por su cuidador, se presenta en el 4% de los bebés y la condición de importancia para su vigilancia ocurre en 0.2%
La acumulación de sangre (hematomas) por debajo del cuero cabelludo, pueden ser indicadores de una lesión cerebral; en especial, cuando aparecen en bebés menores de seis meses, son más grandes (mayor de 3 cm) y con localización diferente a la frontal.
El vómito puede presentarse en el 15% de los bebés con trauma, como signo potencial del aumento de la presión intracraneal en ellos, por lo que se toma en cuenta como signo de lesión cerebral secundaria que puede ameritar su observación; en especial, si se asocia con alguno otro de los predictores de evolución ya descritos.
Las convulsiones que se presentan posterior al traumatismo se relacionan con riesgo significativo de lesión intracerebral y de importancia clínica para su vigilancia posterior; en especial, si se manifiesta con mayor duración, asociarse a otro factor predictivo o tener un intervalo de aparición más largo (posterior al traumatismo).
Las fracturas del cráneo se presentan hasta en el 10% de los bebés menores de dos años, después de un traumatismo craneal menor. La mayoría corresponden a trazos lineales y de estos, entre el 15 al 30% tendrán lesiones intracraneales para su seguimiento. A su vez, la incidencia de las fracturas se asocia a una edad menor, tamaño grande de un hematoma en localización predominante en región temporal o parietal, para considerar en aquellos bebés que las manifiesten, como indicación específica de estudio de imagen.
Se puede concluir que la mayoría de los menores de dos años, que sufren un trauma menor (sin afección significativa de su reactividad) pueden tener en forma muy eventual, complicación en su evolución ante una lesión intracerebral particular… de acuerdo con características de sus manifestaciones y los factores predictivos, se puede establecer quienes ameritan la realización de estudios de imagen y de igual forma, definir quienes deben vigilarse durante un mínimo de dos semanas.
Esta condición tiene características diferentes de acuerdo con el grupo de edad considerado del paciente, ya que, en los bebés y los niños menores de dos años, su evaluación suele ser más difícil, al poder tener alteraciones especiales y comportarse sin manifestaciones muy evidentes -debido a que las fontanelas abiertas en los más pequeños, van a desarrollar datos de hipertensión cerebral en una forma más tardía-, los traumas menores pueden condicionar algunas condiciones graves, y las condiciones por maltrato son más frecuentes en lactantes.
En la mayoría de estos casos, la recuperación y el pronóstico son muy favorables, pero una proporción muy pequeña (casi del 5%) pueden llegar a manifestar una lesión cerebral traumática en los estudios de imagen y, cerca del 1% tendrá una lesión de importancia clínica, que puede ameritar monitoreo prolongado o incluso alguna intervención neuroquirúrgica.
Como lesión traumática de importancia clínica, se llega a considerar a: la fractura del cráneo que condicione una depresión de su superficie que amerite elevación quirúrgica, manifestaciones especiales -como escurrimiento de líquido cefalorraquídeo por oídos o nariz, coloración morada alrededor de los ojos- que hagan considerar la probabilidad de fractura de los huesos de la base del cráneo y por último, otras lesiones cerebrales que se asocien directamente con indicación de intervención quirúrgica, respiración asistida, hospitalización para vigilancia de condiciones al menos por dos noches y/o la muerte.
En cambio, se considera a la lesión cerebral traumática leve, como cualquier lesión dentro del cráneo -presente en un estudio de imagen-, que no requiere de una intervención inmediata o una hospitalización prolongada. Su seguimiento a corto plazo (cuatro semanas) indica que su riesgo de complicación o mortalidad es muy bajo.
En todas las edades, la lesión cerebral traumática leve es toda lesión cerebral que puede asociar uno o más de los siguientes datos: confusión y desorientación, amnesia posterior al trauma menor de 24 horas, pérdida de conciencia durante menos de treinta minutos, alteraciones neurológicas transitorias como convulsiones o deficiencias sensitivo/motor localizadas y calificación médica especial (Glasgow) de 13 a 15 (alteración mínima) a los treinta minutos o más después de su lesión. Señalando en particular que, en menores de dos años, estos datos no pueden ser bien valorados (a excepción de la calificación específica) debido a su etapa de desarrollo y condición especial de comunicación.
En base a estas características, se justifica solicitar estudio de imagen (tomografía o resonancia) a quienes cuenten con una puntuación de Glasgow de 13 ya que la probabilidad de encontrar lesiones cerebrales es de un 20%. En cambio, aquellos que no tienen síntomas asociados e incluso quienes tengan signos menores y una calificación médica de 15, tienen menos del 1% de posibilidad de desarrollar alguna lesión de importancia clínica y no justifican el estudio de imagen. Estos estudios solo podrán ser solicitados por médicos con experiencia adecuada para definir su utilidad.
En menores de dos años, la gran mayoría de las lesiones se deben a mecanismos de caídas, seguidas de colisiones de vehículos motorizados y accidentes peatonales, sin olvidar que las lesiones por maltrato ocurren en mayor frecuencia en este grupo de edad. Las lesiones accidentales suelen causar traumatismos craneales menores y aislados en la mayoría de los pacientes. Para los bebés menores de dos años, con un traumatismo craneoencefálico cerrado menor y un examen neurológico normal, se considera que aproximadamente del 3 al 10% pueden tener una lesión cerebral traumática apreciada en la tomografía, el 1% podrá tener un lesión cerebral traumática clínicamente importante y el 0.2 % requiere intervención especializada en cirugía neurológica (neurocirugía).
Existen algunas alteraciones que pueden presentarse en forma inmediata posterior al traumatismo craneal, que generalmente son de aparición transitoria, pero de acuerdo con sus características específicas, pueden asociar la probabilidad de una condición especial de vigilancia por asociar en forma más frecuente con lesiones de importancia clínica.
El estado mental alterado manifestado en forma de letargo, somnolencia, agitación o no actuar de forma habitual según la persona que cuida al paciente, puede existir hasta en el 10% de los casos de traumas cefálicos menores. Se considera como señal factible de un daño cerebral de importancia clínica de vigilancia o seguimiento.
La pérdida del conocimiento después del trauma craneal se puede presentar en el 4-5% de los bebés menores de dos años. Dependiendo de su duración y asociación con otros datos predictivos, puede relacionar una condición de importancia clínica a vigilar. Cuando su duración es menor de 5 segundos y no asocia predictores de riesgo, la condición de lesión cerebral es bajo. En cambio, cuando la duración es mayor y/o asocia algún predictor de riesgo, como: mecanismo de lesión (incluye alguno de los siguientes: caída a una altura mayor de un metro, cabeza golpeada con objeto de alto impacto, colisión de vehículos motorizados con expulsión del paciente, muerte de otro pasajero o volcadura, peatón o ciclista sin casco atropellado por vehículo motorizado), estado mental alterado, vómitos, dolor de cabeza y/o datos de fractura de cráneo, justificará considerarla como lesión de importancia (5%) para mantener vigilancia de su evolución.
El comportamiento anormal posterior al trauma, detectado por su cuidador, se presenta en el 4% de los bebés y la condición de importancia para su vigilancia ocurre en 0.2%
La acumulación de sangre (hematomas) por debajo del cuero cabelludo, pueden ser indicadores de una lesión cerebral; en especial, cuando aparecen en bebés menores de seis meses, son más grandes (mayor de 3 cm) y con localización diferente a la frontal.
El vómito puede presentarse en el 15% de los bebés con trauma, como signo potencial del aumento de la presión intracraneal en ellos, por lo que se toma en cuenta como signo de lesión cerebral secundaria que puede ameritar su observación; en especial, si se asocia con alguno otro de los predictores de evolución ya descritos.
Las convulsiones que se presentan posterior al traumatismo se relacionan con riesgo significativo de lesión intracerebral y de importancia clínica para su vigilancia posterior; en especial, si se manifiesta con mayor duración, asociarse a otro factor predictivo o tener un intervalo de aparición más largo (posterior al traumatismo).
Las fracturas del cráneo se presentan hasta en el 10% de los bebés menores de dos años, después de un traumatismo craneal menor. La mayoría corresponden a trazos lineales y de estos, entre el 15 al 30% tendrán lesiones intracraneales para su seguimiento. A su vez, la incidencia de las fracturas se asocia a una edad menor, tamaño grande de un hematoma en localización predominante en región temporal o parietal, para considerar en aquellos bebés que las manifiesten, como indicación específica de estudio de imagen.
Se puede concluir que la mayoría de los menores de dos años, que sufren un trauma menor (sin afección significativa de su reactividad) pueden tener en forma muy eventual, complicación en su evolución ante una lesión intracerebral particular… de acuerdo con características de sus manifestaciones y los factores predictivos, se puede establecer quienes ameritan la realización de estudios de imagen y de igual forma, definir quienes deben vigilarse durante un mínimo de dos semanas.