Son proliferaciones anormales de células que forman parte del desarrollo del hueso. Se identifican por dolor y aumento de volumen, asociado con diferentes tipos de alteraciones relacionadas con el tipo de tumor específico que se trate. Los cánceres del hueso constituyen la quinta neoplasia maligna más frecuente en la población de 1 a 18 años. Afectan con mayor frecuencia al grupo de adolescentes y con mayor proporción a los hombres en comparación con las mujeres.
Los tumores en
general pueden ser divididos en dos grupos principales, según tengan la
capacidad de extenderse o de invadir a tejidos vecinos o distantes, pueden ser:
benignos y malignos, siendo éstos últimos los que se caracterizan por un
crecimiento más desorganizado, con capacidad de invadir a otros tejidos por diseminación
de sus células (metástasis) en forma relativamente rápida.
Entre las
alteraciones benignas, se incluyen también otro tipo de enfermedades llamadas
lesiones paratumorales, que no son propiamente tumores, pero se le parecen como
por ejemplo: los quistes óseos.
El esqueleto a
su vez, también puede ser sitio a donde se extienden cánceres de otros lugares,
por lo que es posible que en el hueso aparezcan metástasis de cánceres de riñones,
tiroides, pulmón, etc.
Dentro del
esqueleto, existen diferentes células que lo constituyen en sus diferentes
etapas. Existen células formadoras de hueso y otras formadoras de cartílago,
células óseas y células cartilaginosas. A partir de alguna línea especial de
células, es posible que se altere su crecimiento para dar origen a los
diferentes tipos de cánceres que existen. Es en base al momento de mayor
actividad del crecimiento, cuando este
tipo de enfermedad puede generarse, afectando entonces de forma predominante a
la población adolescente o pre adolescente, por la condición que esas fases son
en las que se tienen una estimulación particular para el desarrollo de esas
líneas celulares, que por algún defecto especial, degenera en el desarrollo de
tumores óseos. Los más frecuentes son conocidos, como: sarcoma osteogénico
(Osteosarcoma) y el sarcoma de Ewing.
En la mayoría de
las ocasiones, los síntomas con los que inician estas manifestaciones,
corresponde a la aparición de dolor localizado y referido por el niño, que le
afecta alguna parte de las extremidades en especial, aunque también puede ser
referido a los huesos de la cadera, tronco o cabeza. Suele ser un dolor
constante, de predominio por las noches, que puede incluso condicionar que el niño
o adolescente llegue a interrumpir su sueño, con duración variable, en
ocasiones por semanas y meses, confundido en forma frecuente como dolor “normal”
de crecimiento en los niños.
Al paso del
tiempo, se empieza a notar aumento de volumen en la región referida de dolor
frecuente, con velocidad de crecimiento variable, según la naturaleza propia de
la tumoración.
El Osteosarcoma
afecta con mayor frecuencia los huesos largos del cuerpo, y en especial en las
zonas cercanas a las articulaciones, como arriba o debajo de la rodilla; o
bien, en la parte superior del brazo cerca del hombro. Cuando la pierna resulta
ser el sitio de la enfermedad, se notará alteración progresiva en la marcha (cojera)
del niño hasta hacerse muy evidente. En otras ocasiones, se presenta la
evidencia de la enfermedad, al sufrir el niño la fractura del hueso, por
haberse debilitado en forma previa por la presencia del cáncer.
El sarcoma, es
el cáncer que más frecuente se confunde con dolores de crecimiento, por su
carácter sutil y gradual que manifiesta, o se le relaciona con actividades
deportivas o físicas (uso frecuente de alguna parte corporal o soportar peso
excesivo –por ej. mochilas-), ya que el dolor se incrementa cuando se realizan
ese tipo de actividades. Con el tiempo suele tardar relativamente la aparición
del crecimiento deformante, y es frecuente que se reporte posterior a la presencia de dolor
localizado, la sensación de calor y posteriormente hinchazón de la región
afectada. El sarcoma se presenta tanto en los huesos de la pelvis como en la
parte media de los huesos largos, y asocia fiebre además de anemia.
El hecho de
referir dolor en predominio nocturno como dato inicial de estos tumores, no
significa que todo dolor corresponde a estas alteraciones, pero si debe motivar
a buscar la atención en forma temprana para descartar la enfermedad o
detectarla de forma temprana.
En forma
específica se desconocen las causas, pero interviene el factor genético a
partir del cual por alguna razón anormal, se modifica la forma de reproducirse
las líneas celulares que se encuentran en los huesos.
Influyen para su
desarrollo algunas condiciones, que se consideran como factores de riesgo, y
que involucran la existencia de otro tipo de tumores que pudo haber padecido el
paciente; o bien, la acción de radiaciones ionizantes para ese tipo de
tratamientos, que pueden inducir a modificar la información genética en las
células de los huesos. Un factor de riesgo adicional, lo constituye la atención
que se pueda ofrecer por personal o instituciones no capacitadas, que ofrecerán
un tratamiento inadecuado con un pronóstico malo a la evolución del tumor.
Mientras que el extremo contrario que involucra un diagnóstico temprano, bajo
la atención de un centro hospitalario experto, puede ofrecer otra alternativa
en la evolución, incluyendo en casos adecuados la curación del cuadro y la
alternativa de no perder la extremidad afectada.
Una vez que se
acude a la consulta, se requiere realizar una serie especial de estudios, para
poder definir la naturaleza y momento de evolución de la tumoración, para
establecer su mejor manejo. Dentro de
esos estudios se pueden incluir imágenes de huesos, toma de biopsias y estudios
de sangre.
Ya definido el
tipo de cáncer y su etapa en la que se encuentra, las alternativas en el
tratamiento condicionarán a realizar administración de medicamentos, para
destruir a las células o tumores cancerosos (quimioterapia), asociado con
cirugía en el hueso para retirar la parte afectada que se puede sustituir con
injerto o placas especiales, y en casos extremos: con amputación de la
extremidad afectada (si el cuadro está muy avanzado), seguido nuevamente de
otra fase de quimioterapia, para destruir cualquier célula cancerosa que siguiera
existiendo y minimizar la posibilidad que pueda resurgir. Generalmente la
amputación se realiza cuando los tejidos cercanos al hueso, ya se encuentran
invadidos de células cancerosas, que no permitirán mantener la extremidad libre
de esa enfermedad.
Posterior al
tratamiento quirúrgico, se deberá continuar la atención de la extremidad
afectada mediante un programa de rehabilitación, que le permitirá recuperar al
niño la motilidad y función afectada, así como también asistencia psicológica
para su condición emocional. El tratamiento posterior a la cirugía, también
puede incluir la aplicación de radiaciones en la región afectada y
quimioterapia, por tiempo variable para asegurar la ausencia de alguna posible
recurrencia.
Con la
quimioterapia, los pacientes presentan diferentes consecuencias que incluyen
sangrados, predisposición a las infecciones (evitar permanencia en los
hospitales o mantenerlos en aislamientos adecuados), reacciones cutáneas entre
otras.
Los tumores
benignos al identificarse, tienen mejor pronóstico por tener solo afección muy
localizada que les permite realizar tratamientos menos complejos, pero
requieren de su identificación precisa para no confundirse con las patologías
malignas.
Siempre
conviene, ante la referencia de alguna alteración recurrente que manifieste el
niño, acudir a una valoración temprana, a fin de evitar el avance de alguna
enfermedad.