El temperamento
infantil hace referencia a la carga particular de respuesta emocional, con la
que el niño desde su nacimiento, se relaciona y responde a los estímulos del
ambiente. A su vez, la influencia de las condiciones ambientales a través del
tiempo, será el factor más importante que irá definiendo las características de
la personalidad especial para cada ser humano.
De la
interacción del temperamento con el ambiente externo, desde los primeros días
de vida, se podrán ir generando los atributos y/o defectos en el desarrollo del
individuo. Así cuando existan problemas biológicos durante la infancia
(desnutrición o maltrato infantil por ejemplo), es muy posible que su
influencia negativa en el desarrollo condicione afección en el grado de
inteligencia o en su conducta emocional.
En forma
especial, por su condición de poderse influir con la estimulación positiva,
motiva a recomendar alternativas para establecer una prevención e
intervenciones tempranas, a fin de ir generando en el niño conductas positivas
durante su infancia, para definir posteriormente una personalidad adecuada en
su futuro.
El poder
identificar el temperamento en cada uno de los hijos de forma adecuada y
temprana, permitirá una influencia emocional y ambiental variada a cada uno de
ellos, marcando la diferencia entre lo conveniente y lo inadecuado en el
desarrollo de su personalidad, condicionando en su evolución, la aceptación por
los padres ante un niño con desarrollo adecuado y en extremo opuesto el rechazo
ante una situación conflictiva.
Es común que en
las expectativas familiares, busquen tener un niño de comportamiento “normal”
para su cuidado y atención, y ante una variedad a su ideal imaginario, es fácil
señalar al niño como “difícil” en forma rápida. El curso posterior puede volverse
desafortunado, cuando no se identifican las necesidades relacionadas al
temperamento especial del niño.
Los padres en
otras ocasiones, ante el comportamiento variado que llegan a tener los niños,
llegan a etiquetarlos con actitudes similares a alguno de ellos, y así es común
de referirse por ejemplo: que es “igual de irritable que su padre” cometiendo
el error de no darle una condición propia al niño desde edades muy tempranas,
permitiendo con ello que el comportamiento se justifique posteriormente a
seguir el patrón de conducta similar a ese familiar, proyectando de forma
anormal la conducta de un adulto en la forma espontánea y moldeable de un niño
menor de dos años.
En forma general
a partir del nacimiento, se describen tres tipos de temperamento como los más
distintivos: agradables, reservados y difíciles.
Los bebés con
temperamento agradable, se identifican por notarse siempre en una actitud de
buen humor, sin problemas para poderse relacionar de forma inmediata con otras
personas además de sus padres, y con adaptaciones fáciles ante circunstancias
diferentes, además de tener patrones de comportamiento muy regulares
(alimentación y sueño) y control espontaneo ante situaciones previas de
inquietud.
El temperamento
reservado se relaciona más con niños de comportamiento tímido, les cuesta
trabajo poderse adaptar a la presencia de otras personas ajenas a los padres, tienen
actitud de precaución, con tendencia a expresar observación cuidadosa del
ambiente para decidirse a actuar, y en ocasiones con actitud temerosa desviando
la mirada o alejándose del estímulo. Con los alimentos y molestias físicas
reaccionan de forma lenta.
Los niños de
temperamento difícil generalmente son muy inquietos, desarrollan de forma
frecuente actividad física, se distraen de forma frecuente, tienen sueño ligero
y la alimentación es exigente. Suelen tener dificultad para poderse consolar
solos, expresan llanto fácil, frecuente e intenso y el sueño es muy ligero,
despertando fácil.
Al
comportamiento espontaneo que muestran los niños, corresponde algunas conductas
asociadas de los padres hacia ellos, que pueden ser equivocadas y generar
problemas en su desarrollo posterior. Por esta razón es importante identificar
el temperamento de los niños para poder tomar la actitud más adecuada.
Cuando se tiene
un niño con un temperamento agradable, la experiencia es memorable, pero se
corre el riesgo fácil por los padres, de llegar a pensar que ante esa actitud
del niño, la influencia de ellos no es tan necesaria, generando confianza excesiva y como otra
consecuencia, pueden pasar menos tiempo en comunicación y estimulación con
estos niños. Se deberá tener en consideración para un mejor desarrollo de estos
niños, que requieren de mucho tiempo y atención, aunque el bebé no sea tan
demandante.
Para los niños
con temperamento reservado, conviene a los padres solicitarles que les tengan
suficiente paciencia, para tratar de ir compartiendo experiencias con sus hijos
con tiempo suficiente, asociando ambientes tranquilos, para no causar presiones
emocionales.
Los padres de
niños con temperamento difícil, con frecuencia se sienten responsables de la
actitud de sus bebés, al pensar que ellos carecen de la capacidad adecuada para
poder manejarlos, y es frecuente que desarrollen alteraciones de ansiedad con
estos niños. Se les tiene que sugerir una actitud paciente y de mayor
tranquilidad, para poder establecer vínculos de agrado, tratando de evitar
situaciones de mucha exigencia. Se les tiene que señalar a estos padres, que el
temperamento tiene tendencia a modificarse al momento de cumplir el primer año
de vida, por lo que el temperamento difícil se podrá modificar en el transcurso
de este tiempo, bajo estimulación adecuada.
Como
recomendaciones generales, para modificar el temperamento de los niños más allá
del primer año de vida, se sugiere en general que no se castigue al niño por su
estilo temperamental. Si es tímido, no debe ser reprimido cuando su
comportamiento sea vacilante hacia un extraño. Cuando es reservado, no se
castigará cuando no obedezca, si se analiza que su respuesta actual es mejor
que la previa y si es muy activo no se castigará cuando no tenga hambre a la
comida o no quiera dormirse en su cama, y se atenderá en relación a los logros
alcanzados en su conducta progresiva.
Esta condición
emocional inicial, se encuentra influida por varios factores en el paso del
tiempo, participando en especial el rol de género del bebé, condiciones de
alarma física o emocional (stress), convivencia social (familiares y/o
amigos), y de forma especial la actitud
que manifiestan los padres.
Los padres
influyen al desarrollo emocional de sus hijos por medio de tres alternativas:
interactuando directamente con los hijos, instruyendo o enseñando de forma
teórica el comportamiento social más adecuado a sus conceptos; y por último,
ofreciendo a sus hijos la oportunidad de tener experiencias sociales.
Debe tomarse en
cuenta en forma adicional, que el comportamiento de un adulto –con su
personalidad ya definida- sobre la actitud inicial de un niño, pueden generar
más problemas cuando sean contrarias en su desempeño; y cuando eso suceda, se
deberá de imitar actitudes de los padres que tengan niños con el temperamento
similar al bebé.
Cuando algunos
padres se sienten decepcionados por el temperamento de sus bebés, es frecuente
que se sientan frustrados y no satisfechos como padres, y además sin motivación
especial para poder salir adelante. Se les tiene que señalar que el niño tiene
esa condición de forma espontánea, que se podrá ir modificando de preferencia
con asesoría profesional adecuada (psicólogos, psicoterapeutas), para
desarrollar una mejor interrelación con los hijos e influir en el bienestar
biológico, físico y social de su futuro.
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