Esta palabra
proviene del latín para hacer referencia al cuello torcido. Es una alteración
que se identifica por la posición de la cabeza en forma persistente inclinada
hacia un lado, acompañada de rotación variable del cuello. Generalmente, asocia
malestar por dolor a la movilización de la cabeza o rotación del cuello cuando
su aparición es de forma súbita; o bien, limitación de movimientos cuando el
problema es de tipo crónico. Sus causas pueden estar relacionadas con
alteraciones presentes desde el nacimiento, y también pueden ser adquiridas en
el transcurso de la vida por diferentes factores.
La condición más
común, es la forma adquirida que se manifiesta
al día siguiente en que el niño mantuvo su cabeza en posición anormal
durante el sueño, haciendo que los músculos, tendones o ligamentos además de la
columna vertebral, se mantuvieran en tensión prolongada, generando dolor intenso ante la contractura
previa sostenida.
Se distingue
porque inicia desde el despertar del niño al iniciar sus actividades, con el
hecho de tener su cabeza y cara inclinada hacia el lado que se encuentra
flexionado el cuello, desarrollando dolor cuando intentan girar el cuello o
extender la cabeza de su posición lateral, y al momento de su revisión, cuando
se hace presión sobre la parte del cuello flexionado.
Esta alteración
postural dolorosa y antiestética, generalmente no motiva mayor inquietud, a reserva de solo tratar de evitar los
movimientos de cuello o cabeza para no percibir el malestar, ya que al cabo de
un par de días, con descanso y relajación, se consigue la resolución del
padecimiento.
Para favorecer
la recuperación, se deberá de evitar actividades que hagan rotar la cabeza o
estirar el cuello, aplicar calor local mediante compresas calientes (procurando
colocar una toallita o trapo entre la compresa y la piel para evitar
quemaduras), por intervalos cortos de tolerancia (10-15 segundos), hasta
completar 5-10 minutos en total, con frecuencias variables de cada tres o
cuatro horas, y verificar que en su cama no se encuentren almohadas, juguetes o
cojines altos que durante la noche le condicionen a tener su cuello en posición
anormal (extendido de un lado y acortado del contrario).
El empleo de
medicamentos para esta molestia, queda a cargo del médico que se encarga de
realizar la revisión para definir su evolución; y de ser necesario, considerar
estudios o bien otras alternativas de tratamiento si no hay respuesta favorable,
a partir del tercer día de persistencia del padecimiento.
Cuando el cuadro
rebase los días considerados de remisión espontanea, ameritan de valoración
específica para poder determinar su causa particular, y dependiente de ello se
justificará su tratamiento correspondiente.
El cuello
torcido puede estar presente desde el momento del nacimiento y estas
alteraciones siempre justificarán valoración por el médico para definir su
origen. Entre las alteraciones que pueden motivar tortícolis congénito, se
encuentran: endurecimiento muscular (fibrosis), posición intrauterina anómala
persistente, y alteraciones en el desarrollo de las vértebras del cuello
(cervicales).
El
endurecimiento muscular (fibrosis), se identifica por palpar en forma diferente
al musculo lateral del cuello con sensación dura y dolorosa. En su tratamiento
se incluyen movimientos de rotación de cabeza y poner a dormir al niño sobre
cada lado por turno y cuando duerma boca arriba se colocará la cabeza girada
hacia el lado afectado. La mayoría de los casos se resuelve en los siguientes 4
a 6 meses. Es posible que los casos que persistan sin modificarse puedan
necesitar cirugía para evitar secuelas posteriores.
En tortícolis
por posición anormal intrauterina, se relaciona el hallar asociado al lado
afectado del cuello, un aplanamiento de los huesos de la cabeza, y/o desviación
de la columna. Generalmente no requiere de tratamiento al mejorar de forma
espontanea en los primeros tres meses de vida.
De las alteraciones
vertebrales, el desarrollo de una vértebra en forma anormal puede condicionar
una leve angulación de la cabeza y cuello. Aquí es necesario realizar una
radiografía para verificar esta alteración.
De las
tortícolis que se presentan posterior al nacimiento, se les conoce como
adquiridas y pueden tener diferentes condiciones que las generan. Existe una
variedad llamada como ocular, por estar influida de un estrabismo presente a
partir de los seis meses de vida del niño, que al momento de querer enfocar de
forma adecuada, genera la inclinación de la cabeza y cuello. Su tratamiento
requiere la corrección de estrabismo.
Otras
circunstancias que pueden influir y condicionar que el cuello pueda estar
desviado, o con manifestaciones en ocasiones de dolor a su movilización son:
infecciones respiratorias, infecciones cerebrales, traumatismos o caídas,
ganglios inflamados, enfermedades musculares entre los más frecuentes.
De las
condiciones anteriores, deberán ser motivo de revisión inmediata: la
posibilidad de una infección cerebral, que se puede sospechar cuando el niño
además de tener dificultad o dolor a los movimientos del cuello, tiene
alteraciones neurológicas como vómitos frecuentes, dolor de cabeza progresivo
intenso y recurrente, convulsiones, ya que en esta patología el dolor del
cuello está condicionado por inflamación de las capas neurológicas que
envuelven al cerebro y la médula espinal. Bajo esta circunstancia no es
condición esperar la remisión del dolor de cuello en los siguientes tres días, ya
que en este lapso de tiempo pueden complicarse la enfermedad dejando secuelas o
condicionando la muerte.
Algunas
infecciones respiratorias pueden causar dolor de cuello por la inflamación que
condicionan en las estructuras ganglionares cercanas del cuello, que al crecer
por la inflamación pueden llegar a ser muy sensibles, y con movimientos de
rotación de cuello pueden generar el dolor en la rotación o flexión del cuello.
En otras ocasiones, el crecimiento y dolor de los ganglios pueden provenir de
un tipo de cáncer en esos tejidos y lo
llamativo en estas circunstancias será hallar ganglios crecidos y dolorosos,
que si corresponde a manifestaciones iniciales de esa enfermedad, el momento de
atender esa molestia de dolor de cuello permitirá establecer un diagnóstico
temprano que tendrá oportunidad de poder ofrecer un tratamiento oportuno y
evitar su evolución.
Los traumatismos
como contracturas o estiramientos al nacer; o bien, golpes contusos o
movimientos bruscos, pueden causar daño en el tejido muscular del cuello o
hemorragias y con la deficiencia de circulación sanguínea adecuada, puede
desarrollar las alteraciones de la torticolis. Al confirmarse solo requiere de
medicamentos especiales y ejercicios de rehabilitación.
Algunos tumores
musculares, o la presencia de células cancerosas provenientes de otros tejidos
(metástasis), pueden en ocasiones, dar afección compatible con esta alteración.
Bajo esas
posibilidades, se recomienda en general que se acuda a valoración especializada
de una tortícolis cuando: el dolor sea muy intenso y no permita el sueño, el
niño sea menor de cinco años, no hay
mejoría después del tercer día de evolución, el cuadro es recurrente, se
extiende (el dolor) por el brazo o la espalda, si es consecuencia de un golpe o
caída, si tiene sensación de adormecimiento, se relaciona con alteraciones
neurológicas, si hay fiebre; o bien, si no alcanza a tocar el tórax con el
mentón.
Cuando se trata solo
de tortícolis por una postura anormal al dormir, es recomendable emplear
medicamentos indicados solo por su médico, y acudir a rehabilitación muscular
con un fisioterapeuta infantil para lograr una recuperación adecuada. No se
deberá intentar por los familiares masajes que podrán condicionar
complicaciones
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