Nódulo tiroideo

 

Un nódulo es todo aumento de volumen en forma redondeada que se encuentra por palpación debajo de la piel que, en este caso de tipo tiroideo, está asociado al sitio de esta glándula que se encuentra en la parte delantera y zona media inferior del cuello, con extensión lateral (de la glándula) hasta de 4 cm de acuerdo con la edad y estatura máxima del paciente pediátrico.
Suele ser una condición que el paciente o el familiar pueden percibir en algún momento que tienen oportunidad en verlo y/o tocar esa zona referida, con la evidencia de saber que en tiempo pasado no era evidente. Así se informa al médico sin referir alguna alteración específica que lo relacione, con propósito de identificar su causa y saber si puede tener alguna consecuencia futura o daños factibles.
Estos nódulos solitarios ocurren en el 0.2 a 1.5% de la población pediátrica -con una incidencia relacionada con la edad-, a diferencia de la población adulta, en la que la prevalencia se acerca al 4%. Pero, aunque su prevalencia es menor que en la población adulta, su importancia radica en que los nódulos tiroideos en la población pediátrica tienen mayor probabilidad de malignidad -por relacionarse con algún tipo de cáncer- de un 20 a 25% que contrasta con el de un adulto que es hasta del 5% 
Es importante destacar que muchos nódulos tiroideos no neoplásicos son transitorios en los niños y pueden reducir su tamaño con el tiempo. Hay que señalar también que los nódulos en los polos superiores de la tiroides, con frecuencia no es posible llegar a palparlos incluso cuando son grandes. Los nódulos no palpables que son detectados incidentalmente mediante imágenes tienen una tasa de malignidad relativamente baja (4%). En general, todos los nódulos tiroideos sospechosos merecen mucha atención en la población pediátrica, porque la presencia de malignidad en tales nódulos en un niño es mucho más probable que en un adulto. Considerando en forma adicional también, que el cáncer de tiroides es mucho más agresivo en los niños y se asocia con diseminación (metástasis) temprana en los ganglios de la región del cuello y los órganos compactos, más comúnmente en los pulmones y los huesos.
Aunque los tumores benignos son la causa más común de nódulos tiroideos en niños -pero por tomar en cuenta que las asociaciones con cáncer son más altas en este grupo de población- siempre es conveniente considerar la posibilidad de descartar un cáncer ante la presencia de un nódulo tiroideo solitario. Es trágico pasar por alto una neoplasia maligna, pero también el hecho de estar ofreciendo un tratamiento de reemplazo hormonal de por vida en ausencia de la confirmación de una enfermedad de tiroides, es frustrante, lo que establece la necesidad imperante, siempre, de definir de forma precisa la enfermedad que genera ese nódulo.  
Para considerar la posibilidad de riesgo para el desarrollo de cáncer, se toman en cuenta algunos antecedentes que se pueden obtener durante el interrogatorio, señalando entre ellos la exposición a la radiación, empleo de quimioterapia, antecedentes familiares de cáncer de tiroides, inflamación tiroidea por autoinmunidad y la deficiencia endémica de yodo.
El riesgo de cáncer de tiroides después de su irradiación es mayor en aquellos que sea han expuesto a una edad más temprana; y en especial, que recibieron una dosis baja, por inducirles mutaciones a nivel de sus genes, mientras quienes reciben dosis altas se les produce muerte celular, por lo que se recomienda a quienes se han expuesto a este tipo de radiación, que su vigilancia de desarrollar este cáncer inicien su vigilancia cinco años después de la exposición a la radiación con exámenes físicos anuales.
Ya considerando enfermedades de tipo familiar, es posible que se desarrolle cáncer tiroideo en niños con familiares que padezcan desarrollo de pólipos intestinales y algunos otras enfermedades específicas.
Es importante que, al momento de identificar el nódulo, trate usted de percibir su consistencia que, ante la falta de sensibilidad específica, lo deberá de avalar el médico en su revisión, para identificar las siguientes variantes: sólida, contenido líquido (quística) o mixta. La gran mayoría de los de consistencia quística son de carácter benigno y el médico especialista puede evacuarlos con éxito mediante aspiración, por lo general sin manifestar recurrencia. El líquido aspirado puede ser de color amarillo claro o sanguinolento, que puede tener niveles elevados de hormonas tiroideas. La punción de preferencia deberá descartar en forma previa alguna anomalía vascular, que con el proceso agresivo causará hemorragia importante. Los quistes tienen un riesgo muy bajo de malignidad, sin embargo, su presencia no excluye la posibilidad de un cáncer, en especial cuando su composición es de tipo mixto.
Como manifestaciones posibles que pueda señalar el afectado, puede referir percibir el aumento de tamaño en esa parte del cuello de forma progresiva, asociado o no con cambios en la forma de realizar su proceso de deglución y/o sensación de ardor o comezón. En forma adicional por la posible afectación al nivel alterado de hormonas tiroideas, podrá tener la variante ante su incremento de elevación en valores de signos vitales: sensación de calor (aumento de temperatura), dolores de cabeza (por hipertensión), nerviosismo y respiración rápida, dificultad para dormir. Con valores bajos: labilidad al frío, cansancio, fatiga, aumento de peso y otros.
El médico a su revisión del caso deberá de considerar que en la población pediátrica existen una gran diversidad de condiciones que pueden confundir fácilmente la asimetría durante la palpación para llegar a considerar la existencia de un nódulo tiroideo.
Así toma en cuenta las condiciones especiales que puede presentar la edad pediátrica, como: agrandamiento asimétrico de un lóbulo, falta de desarrollo (agenesia) de un lado de la glándula, inflamación de tiroides por algunas enfermedad, existencia de quistes en los ganglios linfáticos cercanos, quistes del conducto tirogloso (comunicación de etapa embrionaria que puede persistir), tejido en localización no habitual (ectopia).
Ya con la duda sobre la existencia de este nódulo, puede solicitar estudios de laboratorio para valorar o comprobar la función alterada de la glándula tiroides. El estudio de ultrasonido será para definir si se trata de un solo quiste o si existen otros que no se puedan palpar y existan, además de las dimensiones que manifiesta, la características de su forma, tipo de bordes y condiciones cercanas. Otro estudio (gammagrafía) que emplea material radioactivo, puede ser considerado para definir la naturaleza del nódulo y se valora en casos particulares. El estudio definitivo lo establece el análisis patológico de la muestra tomada por punción fina, que, en la mayoría de las ocasiones, se realiza bajo la guía de imagen por ultrasonido, para lo cual deberá realizarse bajo procedimiento anestésico en ambiente hospitalario.   
De preferencia este tipo de alteración debe ser evaluado de forma múltiple por diferentes especialistas para establecer una mejor definición en su causa y en especial, el planteamiento al tratamiento. Así en su estudio deben participar además del pediatra, los especialistas pediátricos en cirugía, otorrinolaringología, oncología, patología, endocrinología y de imagen como los más importantes para la toma de mejores decisiones y definición del cuadro.
Cuando existe cáncer de tiroides en niños, su cuadro difiere significativamente del observado en adultos. Los niños suelen presentar una enfermedad más avanzada, pero tienen una mejor respuesta al tratamiento y al pronóstico. En el momento del diagnóstico, los niños tienen tasas más altas de enfermedad multifocal, extensión de los ganglios linfáticos y metástasis a distancia. A pesar de esto, el cáncer de tiroides en niños tiene un mejor pronóstico a largo plazo con una tasa de supervivencia a 10 años de hasta el 98%. Su tratamiento depende de la naturaleza del tipo de cáncer para la resección, terapia radioactiva y hormonal sustitutiva.

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