La
varicela es una enfermedad contagiosa causada por el virus nombrado
varicela-zoster. Este virus es responsable del desarrollo de la enfermedad varicela
que, generalmente se desarrolla como una infección primaria en niños o personas
que no la han padecido en forma previa. Este virus también es el que desarrolla
la enfermedad de herpes zóster o culebrilla en el adulto mayor más frecuente,
como reactivación de una infección latente adquirida en los primeros años.
Este virus es un miembro de la subfamilia de virus del herpes humano. Ingresa a través del sistema respiratorio (por el tejido mucoso de los ojos o del sistema respiratorio superior) para colonizar luego este tracto respiratorio superior. La multiplicación del virus tiene lugar en los nódulos del cuello (ganglios linfáticos regionales) durante los siguientes 2 a 4 días; 4 a 6 días después, tienen oportunidad de pasar a la circulación sanguínea, para permitir su propagación al resto del cuerpo, para ser capturado luego por otro tejido especial en el bazo e hígado principalmente además de otros lugares.
Después de una semana, una segunda multiplicación viral permite ahora diseminar el virus a las vísceras y la piel, provocando en esta forma las lesiones cutáneas típicas. Esta viremia también propaga el virus a las vías respiratorias y es responsable del contagio de la varicela antes de la aparición de la erupción. En este momento, también se puede producir infección del sistema nervioso central o del hígado, al igual que pueden producir infecciones en esos tejidos como una encefalitis o hepatitis. Ya por afectación a nivel del pulmón, también puede desarrollar inflamación pulmonar (neumonía) cuando las condiciones del afectado, no limita su invasión de forma eficiente (deficiencias inmunológicas).
Es una enfermedad de distribución mundial, con alto grado de contagiosidad al tener como mecanismo de transmisión especial la vía aérea, que mucho a disminuido en relación con la aplicación de la vacuna correspondiente en el primer año de vida, pero que aun manifiesta brotes en escuelas y guarderías con riesgo de transmitir la enfermedad a nivel del hogar, en personas que no tengan la vacuna o que cuenten con factores de riesgo. Su temporada de incremento asociada es en invierno y primavera.
Después de la infección primaria, se considera que el virus de la varicela se propaga además de las lesiones en tejidos de mucosas y la piel, a los nervios sensoriales locales. Ahí es donde luego permanece latente en las células especiales de nervios sensoriales. En este sitio, el sistema inmunológico mantiene al virus bajo control por tiempo prolongado, pero la reactivación puede ocurrir más adelante en la vida y, resultar en el síndrome clínicamente distintivo de herpes zoster (culebrilla). En esta etapa, el virus puede dañar las arterias del cuello y de la cabeza, provocando como complicación un derrame cerebral.
Debido a estos ciclos señalados, se relacionan periodos específicos en el tiempo. El período desde que ingresa, al momento que inicia las alteraciones de la enfermedad (periodo de incubación) habitual, es de 10 a 21 días. El paciente al empezar a liberar los virus libres por sus secreciones respiratorias, es contagioso desde 1 a 2 días antes de la aparición de la erupción hasta que las lesiones forman costras, generalmente 5 a 6 días después de que aparece la erupción por primera vez, llegando a considerar también que las lesiones mismas antes de la etapa de costras, son vías de contagio a otros susceptibles.
Nuestro organismo cuenta con un sistema de defensas (inmune) a base de células especiales (respuesta celular) y sustancias liberadas (respuesta humoral) ante la presencia de un germen invasor. Estas respuestas, luego de su reacción ante la presencia del virus y su extensión orgánica inducen una inmunidad duradera. Cuando en estas personas puedan ocurrir infecciones subclínicas repetidas, los segundos ataques de varicela son extremadamente raros en personas con mecanismo inmune eficiente (inmunocompetente). La reexposición y las infecciones subclínicas pueden servir para reforzar la inmunidad adquirida tras un episodio de varicela. Otra vía factible para poder transmitir la varicela es la placentaria que, si se realiza en días previos o durante el nacimiento del bebé, puede desarrollar varicela neonatal.
Su evolución en personas con sistema inmune competente es favorable, pero existen factores especiales que pueden modificar esta evolución y en forma especial, incluyen: los partos prematuros, ya que antes de las 28 semanas de gestación el bebé es susceptible, porque la transferencia de anticuerpos a través de la placenta, se produce después de este tiempo; y por otra parte, durante el primer mes de vida de un recién nacido, puede desarrollar formas graves en especial, cuando la madre no tenga antecedente de varicela antes de su embarazo.
Como factores de riesgo en etapa escolar, adolescente o adulta, se considera a quienes tengan tratamiento con empleo de medicamentos esteroides por más de dos semanas, los pacientes que asocien la presencia de un cáncer o compromiso del sistema inmunológico por desnutrición y/o embarazo.
En cuanto a su pronóstico, los niños con varicela sanos tienen un pronóstico excelente. En niños de entre 1 y 14 años, sanos, su tasa de mortalidad se estima en 2 muertes por 100,000 casos. Sin embargo, los niños con estados inmunocomprometidos corren el riesgo de sufrir enfermedades graves y morir con un porcentaje hasta del 7%.
Los síntomas previos a la varicela (prodrómicos) en adolescentes son dolor muscular, náuseas, disminución del apetito y dolor de cabeza, seguidos de sarpullido, llagas bucales, malestar general y fiebre leve. Las manifestaciones orales pueden preceder a la erupción de la piel. En los niños, la enfermedad puede no estar precedida por síntomas prodrómicos y el signo inicial podría ser una erupción o lesiones en la cavidad bucal, posterior a fiebre de grados variables. La erupción comienza como pequeños puntos rojos en la cara, el cuero cabelludo (detrás de pabellones auriculares), el torso, la parte superior de los brazos y las piernas. Durante las siguientes diez a 12 horas progresa hasta convertirse en pequeños bultos, ampollas y pústulas; y eventualmente umbilicación y formación de costras. Es de destacar que la erupción de la varicela ocurre en diferentes etapas de evolución.
En la etapa de ampolla, hay prurito intenso. Pueden aparecer ampollas en las palmas de las manos, las plantas de los pies y el área genital. Comúnmente, se desarrolla evidencia visible en la cavidad bucal y las áreas de las amígdalas en forma de pequeñas úlceras que pueden ser dolorosas y causar picazón; este enantema puede preceder al exantema externo de uno a tres días. Estos síntomas aparecen de diez a 21 días después de la exposición. Debido a que la secreción nasal acuosa que contiene virus vivo precede a los exantemas uno o dos días, la persona infectada es contagiosa uno o dos días antes del reconocimiento de la enfermedad. En la mayoría de los casos, la infección se resuelve sola en un plazo de dos a cuatro semanas.
Una complicación común es una infección bacteriana secundaria que puede presentarse como celulitis, impétigo o erisipela. Otras complicaciones pueden causar: neumonía o encefalitis.
El tratamiento lo establece el médico en base a la etapa de evolución que manifiesta el paciente que puede incluir hospitalización si hay riesgo o sospecha de complicación asociada.
Se recomienda a los familiares evitar que el paciente se rasque las lesiones por agregar contaminación secundaria. Se debe mantener reposo, tener las uñas cortas y limadas, ofrecer líquidos en forma adecuada y evitar desgaste con actividad física o exposición ambiental.
Para evitarla se debe aplicar la vacuna asociada entre los 12 meses a los 12 años. Tiene una eficacia protectora del 70-100% contra la varicela. En adultos se recomienda la aplicación de vacuna contra el zóster si no se aplicó vacunación en etapa infantil.
Este virus es un miembro de la subfamilia de virus del herpes humano. Ingresa a través del sistema respiratorio (por el tejido mucoso de los ojos o del sistema respiratorio superior) para colonizar luego este tracto respiratorio superior. La multiplicación del virus tiene lugar en los nódulos del cuello (ganglios linfáticos regionales) durante los siguientes 2 a 4 días; 4 a 6 días después, tienen oportunidad de pasar a la circulación sanguínea, para permitir su propagación al resto del cuerpo, para ser capturado luego por otro tejido especial en el bazo e hígado principalmente además de otros lugares.
Después de una semana, una segunda multiplicación viral permite ahora diseminar el virus a las vísceras y la piel, provocando en esta forma las lesiones cutáneas típicas. Esta viremia también propaga el virus a las vías respiratorias y es responsable del contagio de la varicela antes de la aparición de la erupción. En este momento, también se puede producir infección del sistema nervioso central o del hígado, al igual que pueden producir infecciones en esos tejidos como una encefalitis o hepatitis. Ya por afectación a nivel del pulmón, también puede desarrollar inflamación pulmonar (neumonía) cuando las condiciones del afectado, no limita su invasión de forma eficiente (deficiencias inmunológicas).
Es una enfermedad de distribución mundial, con alto grado de contagiosidad al tener como mecanismo de transmisión especial la vía aérea, que mucho a disminuido en relación con la aplicación de la vacuna correspondiente en el primer año de vida, pero que aun manifiesta brotes en escuelas y guarderías con riesgo de transmitir la enfermedad a nivel del hogar, en personas que no tengan la vacuna o que cuenten con factores de riesgo. Su temporada de incremento asociada es en invierno y primavera.
Después de la infección primaria, se considera que el virus de la varicela se propaga además de las lesiones en tejidos de mucosas y la piel, a los nervios sensoriales locales. Ahí es donde luego permanece latente en las células especiales de nervios sensoriales. En este sitio, el sistema inmunológico mantiene al virus bajo control por tiempo prolongado, pero la reactivación puede ocurrir más adelante en la vida y, resultar en el síndrome clínicamente distintivo de herpes zoster (culebrilla). En esta etapa, el virus puede dañar las arterias del cuello y de la cabeza, provocando como complicación un derrame cerebral.
Debido a estos ciclos señalados, se relacionan periodos específicos en el tiempo. El período desde que ingresa, al momento que inicia las alteraciones de la enfermedad (periodo de incubación) habitual, es de 10 a 21 días. El paciente al empezar a liberar los virus libres por sus secreciones respiratorias, es contagioso desde 1 a 2 días antes de la aparición de la erupción hasta que las lesiones forman costras, generalmente 5 a 6 días después de que aparece la erupción por primera vez, llegando a considerar también que las lesiones mismas antes de la etapa de costras, son vías de contagio a otros susceptibles.
Nuestro organismo cuenta con un sistema de defensas (inmune) a base de células especiales (respuesta celular) y sustancias liberadas (respuesta humoral) ante la presencia de un germen invasor. Estas respuestas, luego de su reacción ante la presencia del virus y su extensión orgánica inducen una inmunidad duradera. Cuando en estas personas puedan ocurrir infecciones subclínicas repetidas, los segundos ataques de varicela son extremadamente raros en personas con mecanismo inmune eficiente (inmunocompetente). La reexposición y las infecciones subclínicas pueden servir para reforzar la inmunidad adquirida tras un episodio de varicela. Otra vía factible para poder transmitir la varicela es la placentaria que, si se realiza en días previos o durante el nacimiento del bebé, puede desarrollar varicela neonatal.
Su evolución en personas con sistema inmune competente es favorable, pero existen factores especiales que pueden modificar esta evolución y en forma especial, incluyen: los partos prematuros, ya que antes de las 28 semanas de gestación el bebé es susceptible, porque la transferencia de anticuerpos a través de la placenta, se produce después de este tiempo; y por otra parte, durante el primer mes de vida de un recién nacido, puede desarrollar formas graves en especial, cuando la madre no tenga antecedente de varicela antes de su embarazo.
Como factores de riesgo en etapa escolar, adolescente o adulta, se considera a quienes tengan tratamiento con empleo de medicamentos esteroides por más de dos semanas, los pacientes que asocien la presencia de un cáncer o compromiso del sistema inmunológico por desnutrición y/o embarazo.
En cuanto a su pronóstico, los niños con varicela sanos tienen un pronóstico excelente. En niños de entre 1 y 14 años, sanos, su tasa de mortalidad se estima en 2 muertes por 100,000 casos. Sin embargo, los niños con estados inmunocomprometidos corren el riesgo de sufrir enfermedades graves y morir con un porcentaje hasta del 7%.
Los síntomas previos a la varicela (prodrómicos) en adolescentes son dolor muscular, náuseas, disminución del apetito y dolor de cabeza, seguidos de sarpullido, llagas bucales, malestar general y fiebre leve. Las manifestaciones orales pueden preceder a la erupción de la piel. En los niños, la enfermedad puede no estar precedida por síntomas prodrómicos y el signo inicial podría ser una erupción o lesiones en la cavidad bucal, posterior a fiebre de grados variables. La erupción comienza como pequeños puntos rojos en la cara, el cuero cabelludo (detrás de pabellones auriculares), el torso, la parte superior de los brazos y las piernas. Durante las siguientes diez a 12 horas progresa hasta convertirse en pequeños bultos, ampollas y pústulas; y eventualmente umbilicación y formación de costras. Es de destacar que la erupción de la varicela ocurre en diferentes etapas de evolución.
En la etapa de ampolla, hay prurito intenso. Pueden aparecer ampollas en las palmas de las manos, las plantas de los pies y el área genital. Comúnmente, se desarrolla evidencia visible en la cavidad bucal y las áreas de las amígdalas en forma de pequeñas úlceras que pueden ser dolorosas y causar picazón; este enantema puede preceder al exantema externo de uno a tres días. Estos síntomas aparecen de diez a 21 días después de la exposición. Debido a que la secreción nasal acuosa que contiene virus vivo precede a los exantemas uno o dos días, la persona infectada es contagiosa uno o dos días antes del reconocimiento de la enfermedad. En la mayoría de los casos, la infección se resuelve sola en un plazo de dos a cuatro semanas.
Una complicación común es una infección bacteriana secundaria que puede presentarse como celulitis, impétigo o erisipela. Otras complicaciones pueden causar: neumonía o encefalitis.
El tratamiento lo establece el médico en base a la etapa de evolución que manifiesta el paciente que puede incluir hospitalización si hay riesgo o sospecha de complicación asociada.
Se recomienda a los familiares evitar que el paciente se rasque las lesiones por agregar contaminación secundaria. Se debe mantener reposo, tener las uñas cortas y limadas, ofrecer líquidos en forma adecuada y evitar desgaste con actividad física o exposición ambiental.
Para evitarla se debe aplicar la vacuna asociada entre los 12 meses a los 12 años. Tiene una eficacia protectora del 70-100% contra la varicela. En adultos se recomienda la aplicación de vacuna contra el zóster si no se aplicó vacunación en etapa infantil.
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