Esta alteración
se caracteriza por condicionar una pérdida de peso inducida por el mismo
paciente, con la finalidad de rechazar su imagen corporal -concebida por él
mismo- como excesiva.
En realidad, no
es una enfermedad condicionada por alguna alteración del sistema digestivo o de
las hormonas. Se trata de un proceso mental alterado, donde el afectado tiene
la sugestión particular de querer mantener un peso sin incremento o rechazar el
mínimo normal, adecuado para su edad y estatura. Involucra llegar a tener miedo
a aumentar de peso o convertirse en una persona obesa. Puede llegar a tener
alteraciones en su forma de percibir su propia silueta, negando en todo
momento, el peligro que asocia su deficiencia nutricional al paso del tiempo.
Para conseguir
ese objetivo, puede recurrir a diferentes medios, que en forma simple se pueden
identificar, en: una forma restrictiva y otra conocida como de carácter
purgativo. En la restrictiva, se limita a no consumir la cantidad mínima normal
o habitual de alimento; mientras que la conducta purgativa, posterior a una
ingesta normal o excesiva de alimentos, emplea medios para eliminar los
alimentos recién ingeridos o condiciona una mayor pérdida corporal mediante
vómitos, ejercicios excesivos, laxantes, diuréticos.
En ocasiones
quienes padecen estas conductas, se ven influidos -durante el desarrollo de su
personalidad-, por los antecedentes históricos con prácticas de ayunos
especiales relacionados con figuras religiosas, que mediante esta restricción
conseguían una supremacía espiritual o el perdón de sus pecados.
Entre los
factores múltiples que influyen a su desarrollo, participan componentes
sociales, culturales, emocionales, biológicos y genéticos, sin poder
identificar a uno en forma específica como más importante sobre los demás. Muy
frecuentemente se inicia al momento que el niño o el adolescente, empieza a
tomar conciencia sobre su propia imagen; o bien, inicia los cambios de
desarrollo con incertidumbre del aspecto final a desarrollar, o como rechazo a
alguna figura particular que lo haya marcado a nivel emocional durante su
infancia.
Durante su vida,
los niños y adolescentes reciben muchos mensajes diferentes y variados. En la
escuela y en la casa se les motiva a
comer bien, pero en la televisión se les dan mensajes publicitando la “comida
rápida”. Casi todos los modelos de identidad para los jóvenes, son delgados y
se les juzga en base a su apariencia. Una de las cosas más útiles que podemos hacer, es el intentar controlar
nuestras propias conductas de alimentación
y dieta, y la forma en cómo nos expresamos acerca de la apariencia física de
los demás. Si constantemente criticamos nuestra propia apariencia o a nuestros
hijos por la forma cómo ellos lucen, les estamos dando un mal ejemplo, sin
querer se les podría estar motivando a practicar dietas inadecuadas, que pueden
empezar un problema serio de alteración de la conducta alimenticia.
Esta alteración,
se presenta en forma predominante para el sexo femenino en proporción de diez a
uno. Más común en las áreas metropolitanas de la clase media y alta. Puede
comenzar en la niñez, casi siempre aflora durante la adolescencia y en el
adulto temprano, sin llegar a identificarse en forma precisa en etapas
posteriores, debido a su mortalidad, que a corto plazo es relativamente baja en
5%, pero se modifica en forma notoria a largo plazo alcanzando el 20% (a los
veinte años de edad), correspondiendo casi a la mitad de los casos con
suicidios. Otras causas de muerte, se relacionan con el desarrollo del
trastorno que incluyen origen cardiaco por alteraciones del ritmo, desnutrición
extrema con infecciones oportunistas o complicaciones frecuentes, desgarro
esofágico (esfuerzo al vomitar), delirios, psicosis, convulsiones.
Las enfermedades
que puede asociar durante su existencia están condicionadas por la deficiencia
nutricional o por las alteraciones mentales. Se señalan: alcoholismo,
trastornos menstruales, hormonales, intoxicaciones, abuso de sustancias,
intentos de suicidio, osteoporosis, deficiencias hepáticas, cardiopatías
adquiridas, fracturas, insuficiencia renal, trastornos obsesivos y compulsivos,
depresiones, atrofia cerebral y pérdida de la visión, procurando sensibilizar
con estas enfermedades a la importancia sobre su atención en fase temprana para
evitar que se origine alguna de ellas para evitar sus consecuencias
posteriores.
La forma como
los padres pueden encontrar datos relacionados con el inicio de esta práctica
alterada de la alimentación, incluye: observar que los hijos empiezan a seguir
dietas con el objeto de perder peso, limitando la ingesta en cantidad y tipos
de alimentos específicos, no toma sus alimentos de forma habitual o lo hace en
menor cantidad, hay evidencia de mostrar adelgazamiento corporal o se comprueba
disminución de su peso en tiempos relativamente cortos, si hay existencia de
señales de vómitos en el baño, o si realiza ejercicios de forma excesiva; o
bien, si empieza a utilizar ropa más suelta para ocultar la delgadez progresiva
de sus extremidades, y como cambios en su comportamiento se notan actitudes
extremas, como la obsesión en tener conductas perfeccionistas o al contrario,
una falta notoria de interés en actividades habituales o desempeño escolar.
De preferencia,
la mejor forma de establecer contacto con ellos al notar estos datos iniciales,
es acercarse a ellos en forma suave y primero decirles que estamos preocupados
por su salud, para luego hablarles sobre nuestras preocupaciones acerca de sus
hábitos alimenticios. Se les podría mencionar que hemos notado que se ven
cansados y evitan las comidas en familia.
Normalmente,
esto es mejor que decirles en forma directa que pensamos que han adelgazado
demasiado. Hablar sólo del peso, usualmente nos lleva a una interminable
discusión sobre cuál debe ser el peso ideal. El peso es un tema difícil porque
la mayoría de las veces se recibe un elogio si se es delgado y esto puede
impedir que el hijo(a) pare de hacer dietas cuando ya ha alcanzado un peso saludable.
Cuando se
sospecha de este cuadro, lo más recomendable es acudir a consulta a la brevedad
posible, para descartar algunas enfermedades orgánicas que pueden ser
confundidas con esta alteración y que en caso de no confirmarse, permitirán que
la enfermedad avance. Se deberán descartar enfermedades infecciosas, como:
tuberculosis e inmunodeficiencia adquirida, o alteraciones digestivas que
asocien desnutrición secundaria, además de otras de origen hormonal o del
cerebro.
Para considerar
la gravedad y descartar otras posibles causas que modifiquen los hábitos de
alimentación, es necesario indicar algunos estudios que serán específicos para
las características del paciente, a fin de poder determinar su condición
interna real, manejo conveniente y su pronóstico a cuidar.
En su manejo,
deberá de integrarse un equipo múltiple de profesionales especializados, que
incluyan psicólogos, dietólogos, médicos, terapistas, rehabilitación por
mencionar los más habituales. Pero la participación de la familia, es lo más
importante para lograr la recuperación y dar continuidad a su salud recuperada.
Las alteraciones
severas de la conducta alimenticia, tienen consecuencias serias y conllevan
peligro de muerte. Como padres, podrán ayudar a sus hijos estando conscientes
de sus hábitos alimenticios y ayudándoles a obtener ayuda temprana, si existe
algún problema. También podemos ayudar estando conscientes de nuestra propia
actitud hacia la comida, dieta e imagen corporal.
Esta alteración puede causar
la muerte en edades jóvenes. Una recuperación total puede tomar de tres a cinco
años. Una detección temprana del problema, una efectiva intervención y el apoyo
de la familia al tratamiento permitirá un mejor resultado.