Esta palabra
proviene de un término inglés que empleado como verbo, puede traducirse como
tiranizando, intimidando o fanfarroneando.
El bullying o
acoso psicológico, es un proceso mediante el cual el agresor o un grupo de
agresores, buscan a sus compañeros de escuela para molestarlos y hostigarlos
constantemente. Es común entre hombres o mujeres, pero también se da en la
interacción de ambos géneros. Cualquiera independientemente de su edad, puede
sufrir o ejercer el acoso físico o emocional.
Desafortunadamente,
se ha vuelto muy popular en estos últimos días, por los grados de exceso que ha
alcanzado, llegando a ser causa de muerte en algunos de los afectados.
En este proceso,
participan de forma invariable tres tipos de personajes: el agresor, el
agredido y los espectadores. Cada uno de ellos tiene características muy
particulares; y dependiente de sus reacciones, es la forma como puede
preservarse o desaparecer este fenómeno social.
En primer lugar,
el agresor se distingue por alguna(s) de estas características: manifiesta
conductas agresivas, siempre busca hacer lo que él desea y no le importa lo que
los demás quieran hacer; busca llamar siempre la atención, tiene actitud
prepotente y alardea que todo lo que hace esta bien hecho; no soporta perder
alguna competencia, minimiza siempre a sus compañeros o profesores. Al no poder
realizar alguna actividad la señala que es una tontería y establece que no le
interesa efectuarla, es convenenciero buscando solo gente que le pueda servir,
le resulta difícil hablar sobre sí mismo a excepción para señalar una vida
perfecta; busca burlarse lo más posible de sus compañeros.
La otra parte;
el agredido, también cuenta con algunas condiciones especiales, entre las que
se pueden señalar de forma más evidentes: es una persona que depende de lo que
los demás dicen. Es esclavo del “qué dirán”. No propone ningún juego ni
actividad colectiva, siempre se encuentra a la espera que los demás lo busquen
y si no lo hacen entonces no participa. Toma cualquier comentario de los demás
como algo personal y es “muy sentido”. Desarrolla una nobleza mal entendida,
pensando que defenderse lo convierte en una persona agresiva, y como no quiere
ser así, entonces nunca se defiende. Se queja mucho de la actitud de las otras
personas y se la pasa lamentándose. Si las cosas le salen mal, piensa que se
debe a causas externas. No sabe establecer límites en sus relaciones personales
y tampoco ejerce su derecho a ser tratado como persona valiosa. Constantemente
tiene pensamientos destructivos y negativos hacia sí mismo (no sirvo para nada,
que tonto soy, no puedo). Se acostumbra a perder en todo lo que hace. Su
actitud ante sus compañeros es de dar lástima y parece muy inmaduro. Aparenta
ser “muy buena gente” y se esfuerza por agradar a los demás. Añora caerle bien
a su agresor y nunca lo logra. Vive angustiado, no solo en la escuela, sino en
todas partes.
Los
espectadores, en la mayoría de las ocasiones lo toman como un juego, y lo
cuentan como un acontecimiento novedoso entre ellos y en la actualidad con los
medios informáticos, hasta lo promueven por redes sociales. Su comportamiento o
reacción puede distinguirse en dos diferentes conductas: algunos, puede ser que
se muestren desconcertados ante los hechos que son testigos, pero en su actitud
de no tomar una iniciativa para evitar el abuso, muestran tendencias a ser
considerados como futuras víctimas; y los otros, que se divierten con lo
contemplando, solo reflejan su satisfacción de ver proyectada su imagen de
agresores potenciales. Lamentablemente cualquiera de las dos tendencias, va
condicionando de forma progresiva una desensibilización a los actos violentos.
Así, el espectador en su reacción de júbilo o de silencio, puede tener
culpabilidad no como responsable de ser el agente agresor directo, pero sí como
alguien que en su comportamiento pasivo expresa una conducta de consentimiento.
Las causas que
generan la presencia de esta alteración, se condicionan de forma más
significativa para la formación del agresor. Este agresor, puede estar
condicionado en muy contadas ocasiones por alguna enfermedad en particular;
pero en la mayor parte se genera por: influencias del entorno familiar,
ambiente escolar, medios de comunicación y la sociedad en general.
Algunas
alteraciones orgánicas o genéticas, pueden condicionar una conducta alterada
que ya se identifica desde etapas preescolares con actitudes de rebeldía,
berrinches, comportamiento disperso y agresiones físicas a hermanos o mascotas.
La atención oportuna con los especialistas, podrá evitar que el cuadro se
complique con su edad.
En relación al
ambiente familiar, se aplica el principio: que el niño muestra lo que en la
familia aprende. Si los padres –por ignorancia de medios adecuados de
educación-, ejercen conductas agresivas (al niño), refuerzan esa tendencia
agresiva para conseguir objetivos o respuestas específicas. En otras ocasiones
dentro de los roles familiares, es posible que distingan a la figura dominante
del opresor (alguno de los padres) y los medios que emplea, para agredir y
hacer sentir mal a su víctima (su pareja, empleados domésticos o trabajadores),
como eficientes. Así ante un ambiente familiar de violencia real o relativa, el
niño descubre desde una edad muy temprana que es un medio de sometimiento para
poder obtener respuestas convenientes. Otra condición diferente a la violencia,
puede influir al desarrollo de alteración de conducta en los niños: la ausencia
de estimulación emocional -por los padres o familiares-, para desarrollar una
autoestima adecuada. Se evita el desarrollo de un niño agresor o víctima,
cuando se siente querido (no sobreprotegido) y ha recibido signos afectivos como
besos, caricias y abrazos; además de valores sociales y morales debidamente
inculcados que le permiten tener una seguridad sí mismos muy conveniente.
En el ambiente
escolar, (que es una continuidad de la educación formativa del niño adicional a
su familia), se deberá de contar con profesores con preparación pedagógica y
docente adecuada, que permitan una educación eficiente, sin el empleo de
agresiones emocionales o físicas a sus alumnos, y de preferencia que estimulen
al desarrollo de la autoestima en su aprendizaje. Se evitará señalar a quienes
tengan un rendimiento disminuido, en contraste evidente con los destacados,
para no generar sentimientos negativos. Con la conducta del profesor se
avalarán los valores positivos de la sociedad.
Los medios masivos
de comunicación en su contenido, en la mayoría de las ocasiones se encuentran
vacíos para una formación de valores adecuados en la sociedad. En cambio,
abundan en vacíos informativos como horóscopos, posturas políticas, música con
mensajes sin valor a la sociedad, novelas con intrigas, rencores, sexo y
violencia, transmisión de deportes donde el error del árbitro o juez aún se
considera justificado, violencia mal representada o canalizada en transmisiones
de lucha libre, programas cómicos en donde la burla a errores y defectos se
exageran. Si se cuestiona, ¿qué programa de estos medios (prensa, radio, cine,
televisión) tendrá alguna utilidad para nuestra sociedad o el desarrollo de
valores para nuestros niños? Qué pena que quienes están al frente se califiquen
aún como “especialistas en ciencias de la comunicación”.
La sociedad
misma, influye cuando los diferentes personajes del ambiente, promueven el
engaño, abusan de su poder, violan las reglas de urbanidad y de civismo, le
faltan el respeto a nuestras autoridades, y cuando estas autoridades y sus
superiores se vuelven solo espectadores de otro tipo de bullying (social), o en
sus puestos públicos se aprovechan de ellos sin beneficiar al pueblo. Qué pena también
por esos que practican su religión solo en apariencia y no son capaces de amar
a su prójimo siempre… así el bullying no tendrá solución, hasta que los
espectadores y víctimas tomen otra actitud.