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Diabetes juvenil


Es la  forma de diabetes más común que se presenta en la infancia. Por su clasificación especial, también se le conoce como diabetes tipo I para diferenciarla de la común del adulto que se refiere también como diabetes tipo II. De todos los menores de 16 años de edad que sufren de diabetes el 85-90% de los casos corresponden al tipo I.
Este tipo de diabetes a diferencia de la del adulto, se debe a una incapacidad por parte de la glándula (páncreas), de producir la hormona (insulina), que es la sustancia que se encarga de ayudar a la entrada de la azúcar (glucosa) al interior de todas las células del organismo; y en esta secuencia, es de entender que el azúcar en estos niños, se puede encontrar en niveles elevados.
La diferencia con el otro tipo de diabetes -frecuente en adultos- es que en ella, no hay deficiencia de insulina, hay dificultad para la entrada del azúcar, que por esta razón también mostrará el mismo efecto: incremento de la azúcar en la sangre.
La causa que genera esta enfermedad en los niños, es de origen autoinmune, ya que el sistema encargado de elaborar defensas (anticuerpos), produce posterior a alguna infección viral anticuerpos alterados, que actúan posteriormente dañando y destruyendo a las células que en el páncreas producen la insulina.
La otra diabetes que es más común en los adultos, también se empieza a incrementar entre la población escolar y de adolescentes, en relación a la existencia de sobrepeso y de obesidad como factores de riesgo. Se empezará a sospechar diabetes en aquellos gorditos que empiezan a tener en sus pliegues como cuello o axilas, una mancha de color oscuro que da la impresión de ser mugre, que no se quita con tallado frecuente en su baño diario.
La enfermedad se caracteriza por condicionar en el niño: sensación de fatiga, sed variable, orina frecuente y con volúmenes aumentados, además de urgencia para la micción, pérdida de peso e incremento del apetito. Estas manifestaciones, pueden pasar desapercibidas por  los familiares cuando no están muy pendientes de la conducta habitual del niño.
Generalmente es motivo de atención médica urgente, cuando el niño por el paso del tiempo y la deficiencia hormonal, se manifiesta en forma súbita con una descompensación  que se conoce como cetoacidosis diabética.
Esta descompensación genera dolor de cabeza y abdominal de intensidad progresiva, vómitos y alteraciones rápidas del estado de conciencia, con grados notorios de deshidratación. En muchas ocasiones se confunden con infecciones intestinales y al recibir el tratamiento inadecuado, puede continuar su evolución natural y causar finalmente la muerte.
Se detecta la enfermedad al momento de medir la cantidad de azúcar circulante que bajo esa condición tiene elevaciones muy importantes. Es necesario que el tratamiento se realice en ambiente hospitalario para vigilar y controlar bien la recuperación.
Para el tratamiento de estos pacientes intervienen varios médicos especialistas en diferentes áreas, que actúan de forma coordinada para conseguir el control adecuado de la enfermedad. Entre ellos podemos mencionar endocrinólogo, intensivista, pediatra, nutriólogo, psicólogo, oftalmólogo, neurólogos, nefrólogos.
La forma de llevar el tratamiento en esta enfermedad, se organiza en varios aspectos, entre los cuales de forma muy significativa es la administración de la hormona -que le hace falta de forma natural- insulina, mediante inyecciones diarias que debe ser dosificada de forma específica para cada niño, y puede ser establecida por el pediatra general ó mejor el endocrinólogo pediatra, con revisión de controles en sangre de forma frecuente y diaria al inicio, y posteriormente con intervalos establecidos. 
Como particularidad especial de la enfermedad al inicio, es que puede haber un periodo en el que el niño no vaya necesitando la insulina y se debe a que su páncreas elimina las últimas reservas, y eso crea expectativas en los familiares que se está curando, pero lamentablemente llega el momento que se agota esa reserva y se produce de nueva cuenta la enfermedad. A esa fase se le conoce como “periodo de luna de miel” en esta enfermedad.
El otro aspecto importante del tratamiento de esta enfermedad lo establece la alimentación que tienen que seguir estos pacientes, ya que de acuerdo a la cantidad de azúcar que se pueda generar de los alimentos será el equilibrio adecuado con la insulina que se inyecta al niño para que no tenga problemas. La orientación nutricional ofrecida y el apego a esas recomendaciones son elementales en el tratamiento.
También la actividad física es necesaria de tomar en cuenta, ya que representa el lado por el cual se consumen calorías, se gasta energía y se generan nuevos tejidos en el cuerpo que está en desarrollo de los niños.  La actividad física reduce los niveles de azúcar en la sangre, por lo que si su hijo se le aplica insulina, puede ser adecuado disminuir la dosis al realizar actividad física. 
Cuando existe la combinación de un exceso de insulina y ejercicio intenso, se disminuirá de forma rápida la cantidad de azúcar en el cuerpo (hipoglucemia), que de nueva cuenta pondrá al niño enfermo con decaimiento, cansancio extremo, pérdida de la conciencia, palidez, sudoración y posiblemente hasta convulsiones. Para evitar esto, si su hijo realizar alguna actividad física, deberá de consumir alguna fruta sencilla o jugo antes de iniciar su actividad.
Si por descuido, el niño no se le aplica la insulina o consume más alimento del establecido; o peor aún, consume demasiadas golosinas, el riesgo es que su cantidad de azúcar se le eleve en la sangre con las manifestaciones secundarias de orina frecuente, vómitos, deshidratación, dolor de cabeza o de estómago, y quizás pérdida de la conciencia, con la posible cetoacidosis nuevamente.
Las recomendaciones que se hacen en la dieta de los pacientes con diabetes, se tendrán que ajustar a realizar de hacer tres comidas principales y de dos a tres meriendas para distribuir de forma adecuada la cantidad, que es específica para un paciente con esta enfermedad, y de preferencia establecida por el dietista. La alimentación deberá de ser completa y balanceada en relación al contenido de nutrientes y de preferencia será la dieta que consuman en forma adecuada todos los integrantes de la familia tengan o no diabetes. Los dulces se quedarán como reliquia del pasado hasta que el niño controle mejor su alimentación y se ajuste al tratamiento con la insulina, pero una vez logrado el equilibrio se podrán incorporar en cantidades dosificadas por los especialistas.
Conviene dar la información a familiares o amigos cercanos del paciente,  para que en caso de que sufra alguna descompensación, tengan conocimiento de cómo poder ayudar en su enfermedad; o por lo menos, informarle a los servicios médicos de su condición para que se le atienda de forma adecuada.   
La vida de un niño diabético no es difícil cuando se hacen las cosas de forma adecuada. Un niño diabético puede vivir en mejores condiciones que un diabético adulto cuando se cuenta con buenos controles.
Las complicaciones a largo plazo que afectan a los riñones y los ojos pueden iniciarse a partir de la pubertad por lo que las revisiones clínicas periódicas deberán de considerar incluir estas evaluaciones a partir de los nueve años de edad.
El otro tipo de diabetes se puede prevenir evitando el sobrepeso y la obesidad, durante la infancia, acudiendo a orientación nutricional durante ese periodo. Los niños gorditos están en riesgo…