Es
cualquier dificultad o anomalía para realizar el proceso de la deglución. No se
trata de una enfermedad en particular, ya que representa solo un malestar que
puede ser consecuencia de otras alteraciones y en algunas de ellas, su
gravedad, puede poner en riesgo la vida de quien lo manifiesta. La existencia
de dolor al momento de realizar la deglución (odinofagia), puede estar presente
con la disfagia.
La función principal de la deglución es el ingreso, preparación y transporte de alimentos al sistema digestivo y, como funciones secundarias, establece el control de secreciones nasales, de la boca y garganta, la eliminación de la mucosidad y contaminantes de las vías respiratorias superiores y compensación de la presión en el oído medio.
La función vital de la deglución se establece por el aislamiento de la vía respiratoria durante el ingreso de nutrientes, secreciones o contaminantes, evitando la aspiración del material sólido o líquido sobre las vías respiratorias y sus consecuencias.
La deglución en el niño presenta características evolutivas propias, como consecuencia del crecimiento y el desarrollo de las estructuras que componen el aparato de deglución. Es un proceso complejo en el que intervienen varios grupos musculares, raíces nerviosas y regiones cerebrales específicas. Consta de cuatro fases: preparatoria, oral, faríngea y esofágica.
Las dos primeras fases son voluntarias e involucran la masticación, la formación y transferencia del bolo alimenticio a la parte posterior de la boca (inicio de la faringe). En el niño sano, las funciones en la boca incluyen cambios en el tamaño, la forma, el volumen, el pH, la temperatura y la consistencia de los alimentos. Este cambio en las propiedades físicas le proporciona unas características más adecuadas para la deglución. En la fase faríngea el alimento se mueve a través del sitio común del sistema digestivo y respiratorio superior, requiriendo de un mecanismo eficiente que facilite el paso del alimento, secreciones o material deglutido al esófago y se impida su entrada al sistema respiratorio inferior. Hay movimientos muy rápidos y coordinados con duración total de un segundo, a partir de un impulso con alta velocidad para dejarlo en la parte superior del esófago, asociando una elevación rápida de la faringe y del sistema inicial respiratorio superior (laringe) donde una estructura especial cubre ese orificio superior y permite el deslizamiento del material hacia su parte posterior (esófago).
La fase esofágica se inicia por apertura de un musculo en la parte superior del esófago, seguido por un movimiento coordinado de impulso hacia el estómago.
Durante la deglución, el centro especializado a nivel del cerebro inhibe la respiración produciendo un cese temporal respiratorio y desplaza una estructura para cubrir la entrada al sistema respiratorio inferior. Su eficiencia involucra la integridad del impulso nervioso adecuado desde el centro específico, hasta las uniones con músculos incluidos, así resulta sencillo entender la elevada incidencia de disfagia faríngea, en niños con enfermedades neurológicas.
Al nacimiento, succión y deglución se coordinan con la respiración, en lo que se denomina el ciclo de succión-deglución-respiración. La succión es el patrón del lactante para alimentarse en los primeros meses de vida, una actividad refleja que se transforma en voluntaria pasados los 5-6 meses de vida. De forma fisiológica, durante los primeros 6 meses de vida, algunos reflejos como el de mordedura, lateralización lingual y extrusión desaparecen como tales, mientras otros como el de náusea, deglución y tusígeno, permanecen hasta la edad adulta. El desarrollo de la deglución tiene lugar en una serie de fases definidas, que se inician en la época prenatal y finalizan a los 3 años.
Las causas de la disfagia son múltiples y en relación con ellas, el grado de severidad es variable. En general, pueden dividirse en: daño cerebral congénito o adquirido, miopatía inflamatoria, funcional o madurativa; enfermedades neurodegenerativas, patología cardiorrespiratoria y anomalías craneofaciales. La parálisis cerebral infantil supone el grupo de causa más frecuente de la disfagia, que puede alcanzar el 90% de pacientes. Como manifestaciones infecciosas inflamatorias frecuentes para disfagia, se incluyen: la estomatitis (vesículas rojas en la garganta y/o boca), faringitis infecciosa, absceso periamigdalino, esofagitis y traumatismo orofaríngeo.
Como causas potencialmente letales (urgentes), está la aspiración de cuerpo extraño, la ingesta de sustancias cáusticas, absceso retrofaríngeo, epiglotitis, tétanos, difteria y las meningitis, donde su respuesta inmediata compromete la función respiratoria.
Otras alteraciones en menor frecuencia incluyen: síndromes genéticos (Down, Pierre-Robin, Cornelia de Lange, etc.). Las enfermedades neurodegenerativas establecen una disfagia de tipo progresivo sin afectación a nivel cognitivo. De anomalías anatómicas, principalmente el desarrollo deficiente de la mandíbula (hipoplasia), tamaño de las amígdalas y en forma más sencilla (adquirida) una caries o malposición dental puede ser motivo de disfagia a sólidos. Tumores cerebrales (de fosa posterior) y secuelas por daño vascular cerebral, son ejemplo de daños cerebrales adquiridos. En niños pequeños los problemas pulmonares o cardíacos modifican el ciclo succión-respiración-deglución y pueden causar limitación de la ingesta, al igual que el reflujo. Como alteración muscular inflamatoria algunos procesos alérgicos son de aparición súbita y, de forma progresiva en afecciones reumáticas (dermatomiositis y esclerodermia). La disfagia funcional o madurativa se caracteriza por una dificultad a la deglución de líquidos, que tiende a mejorar al paso del tiempo hasta 2-3 años para su resolución completa.
Las formas en que se manifiesta la disfagia incluyen signos y síntomas diversos, que varían de acuerdo con la causa, textura y volumen del alimento. Los signos que asocian urgencia de atención establecen: el inicio brusco de tos intensa, dificultad respiratoria, ruidos respiratorios anormales, salivación excesiva, dificultad o incapacidad para hablar, respiraciones rápidas, coloración morada de la piel. Ante estos datos, es prioridad asegurar una vía respiratoria eficiente inmediata para evitar el fallecimiento.
Como manifestaciones de la disfagia en grados menores o progresivos, puede incluir: degluciones fraccionadas con tiempo prolongado de alimentación, sensación de malestar en garganta, cuello y/o tos durante la deglución, sudoración y/o fatiga al alimentarse, pérdida progresiva de peso, regurgitación nasal (emisión del alimento por la nariz, estornudos o náuseas durante las tomas, dolor en el tórax durante la deglución, infecciones recurrentes pulmonares. La alteración predominantemente a sólidos se asocia a afección esofágica, mientras que la predominante a líquidos a la orofaríngea.
Para facilitar la detección de esta alteración en los niños, los familiares podrán contar con las siguientes circunstancias, para sospechar su presencia: el niño se atraganta, tiene dificultad para pasar alimentos líquidos y/o sólidos, su deglución involucra realizar esfuerzo, no gana peso por tener limitada su ingesta, tiene incomodidad al comer fuera de casa, manifiesta dolor o tos durante la deglución, no quiere comer, hay reporte de sufrir ahogamientos mientras come, hay temor al sentarse a comer.
La presencia o sospecha de esta alteración, justifica evaluación médica para identificar la causa específica y ofrecer tratamiento correspondiente. En algunas ocasiones por datos en el interrogatorio y/o hallazgos en la exploración, se podrá requerir de estudios de laboratorio o de imágenes especiales, para comprobar la causa.
El tratamiento incluye además del de la causa específica, medidas nutricionales que ofrezca seguridad y eficiencia de la deglución para favorecer la recuperación nutricional y evitar problemas respiratorios. Aparte, la terapia de rehabilitación establece el proceso adaptativo, control postural, tono muscular y maniobras específicas para tener mejor control del proceso de la deglución… conviene poner atención a la forma de comer.
La función principal de la deglución es el ingreso, preparación y transporte de alimentos al sistema digestivo y, como funciones secundarias, establece el control de secreciones nasales, de la boca y garganta, la eliminación de la mucosidad y contaminantes de las vías respiratorias superiores y compensación de la presión en el oído medio.
La función vital de la deglución se establece por el aislamiento de la vía respiratoria durante el ingreso de nutrientes, secreciones o contaminantes, evitando la aspiración del material sólido o líquido sobre las vías respiratorias y sus consecuencias.
La deglución en el niño presenta características evolutivas propias, como consecuencia del crecimiento y el desarrollo de las estructuras que componen el aparato de deglución. Es un proceso complejo en el que intervienen varios grupos musculares, raíces nerviosas y regiones cerebrales específicas. Consta de cuatro fases: preparatoria, oral, faríngea y esofágica.
Las dos primeras fases son voluntarias e involucran la masticación, la formación y transferencia del bolo alimenticio a la parte posterior de la boca (inicio de la faringe). En el niño sano, las funciones en la boca incluyen cambios en el tamaño, la forma, el volumen, el pH, la temperatura y la consistencia de los alimentos. Este cambio en las propiedades físicas le proporciona unas características más adecuadas para la deglución. En la fase faríngea el alimento se mueve a través del sitio común del sistema digestivo y respiratorio superior, requiriendo de un mecanismo eficiente que facilite el paso del alimento, secreciones o material deglutido al esófago y se impida su entrada al sistema respiratorio inferior. Hay movimientos muy rápidos y coordinados con duración total de un segundo, a partir de un impulso con alta velocidad para dejarlo en la parte superior del esófago, asociando una elevación rápida de la faringe y del sistema inicial respiratorio superior (laringe) donde una estructura especial cubre ese orificio superior y permite el deslizamiento del material hacia su parte posterior (esófago).
La fase esofágica se inicia por apertura de un musculo en la parte superior del esófago, seguido por un movimiento coordinado de impulso hacia el estómago.
Durante la deglución, el centro especializado a nivel del cerebro inhibe la respiración produciendo un cese temporal respiratorio y desplaza una estructura para cubrir la entrada al sistema respiratorio inferior. Su eficiencia involucra la integridad del impulso nervioso adecuado desde el centro específico, hasta las uniones con músculos incluidos, así resulta sencillo entender la elevada incidencia de disfagia faríngea, en niños con enfermedades neurológicas.
Al nacimiento, succión y deglución se coordinan con la respiración, en lo que se denomina el ciclo de succión-deglución-respiración. La succión es el patrón del lactante para alimentarse en los primeros meses de vida, una actividad refleja que se transforma en voluntaria pasados los 5-6 meses de vida. De forma fisiológica, durante los primeros 6 meses de vida, algunos reflejos como el de mordedura, lateralización lingual y extrusión desaparecen como tales, mientras otros como el de náusea, deglución y tusígeno, permanecen hasta la edad adulta. El desarrollo de la deglución tiene lugar en una serie de fases definidas, que se inician en la época prenatal y finalizan a los 3 años.
Las causas de la disfagia son múltiples y en relación con ellas, el grado de severidad es variable. En general, pueden dividirse en: daño cerebral congénito o adquirido, miopatía inflamatoria, funcional o madurativa; enfermedades neurodegenerativas, patología cardiorrespiratoria y anomalías craneofaciales. La parálisis cerebral infantil supone el grupo de causa más frecuente de la disfagia, que puede alcanzar el 90% de pacientes. Como manifestaciones infecciosas inflamatorias frecuentes para disfagia, se incluyen: la estomatitis (vesículas rojas en la garganta y/o boca), faringitis infecciosa, absceso periamigdalino, esofagitis y traumatismo orofaríngeo.
Como causas potencialmente letales (urgentes), está la aspiración de cuerpo extraño, la ingesta de sustancias cáusticas, absceso retrofaríngeo, epiglotitis, tétanos, difteria y las meningitis, donde su respuesta inmediata compromete la función respiratoria.
Otras alteraciones en menor frecuencia incluyen: síndromes genéticos (Down, Pierre-Robin, Cornelia de Lange, etc.). Las enfermedades neurodegenerativas establecen una disfagia de tipo progresivo sin afectación a nivel cognitivo. De anomalías anatómicas, principalmente el desarrollo deficiente de la mandíbula (hipoplasia), tamaño de las amígdalas y en forma más sencilla (adquirida) una caries o malposición dental puede ser motivo de disfagia a sólidos. Tumores cerebrales (de fosa posterior) y secuelas por daño vascular cerebral, son ejemplo de daños cerebrales adquiridos. En niños pequeños los problemas pulmonares o cardíacos modifican el ciclo succión-respiración-deglución y pueden causar limitación de la ingesta, al igual que el reflujo. Como alteración muscular inflamatoria algunos procesos alérgicos son de aparición súbita y, de forma progresiva en afecciones reumáticas (dermatomiositis y esclerodermia). La disfagia funcional o madurativa se caracteriza por una dificultad a la deglución de líquidos, que tiende a mejorar al paso del tiempo hasta 2-3 años para su resolución completa.
Las formas en que se manifiesta la disfagia incluyen signos y síntomas diversos, que varían de acuerdo con la causa, textura y volumen del alimento. Los signos que asocian urgencia de atención establecen: el inicio brusco de tos intensa, dificultad respiratoria, ruidos respiratorios anormales, salivación excesiva, dificultad o incapacidad para hablar, respiraciones rápidas, coloración morada de la piel. Ante estos datos, es prioridad asegurar una vía respiratoria eficiente inmediata para evitar el fallecimiento.
Como manifestaciones de la disfagia en grados menores o progresivos, puede incluir: degluciones fraccionadas con tiempo prolongado de alimentación, sensación de malestar en garganta, cuello y/o tos durante la deglución, sudoración y/o fatiga al alimentarse, pérdida progresiva de peso, regurgitación nasal (emisión del alimento por la nariz, estornudos o náuseas durante las tomas, dolor en el tórax durante la deglución, infecciones recurrentes pulmonares. La alteración predominantemente a sólidos se asocia a afección esofágica, mientras que la predominante a líquidos a la orofaríngea.
Para facilitar la detección de esta alteración en los niños, los familiares podrán contar con las siguientes circunstancias, para sospechar su presencia: el niño se atraganta, tiene dificultad para pasar alimentos líquidos y/o sólidos, su deglución involucra realizar esfuerzo, no gana peso por tener limitada su ingesta, tiene incomodidad al comer fuera de casa, manifiesta dolor o tos durante la deglución, no quiere comer, hay reporte de sufrir ahogamientos mientras come, hay temor al sentarse a comer.
La presencia o sospecha de esta alteración, justifica evaluación médica para identificar la causa específica y ofrecer tratamiento correspondiente. En algunas ocasiones por datos en el interrogatorio y/o hallazgos en la exploración, se podrá requerir de estudios de laboratorio o de imágenes especiales, para comprobar la causa.
El tratamiento incluye además del de la causa específica, medidas nutricionales que ofrezca seguridad y eficiencia de la deglución para favorecer la recuperación nutricional y evitar problemas respiratorios. Aparte, la terapia de rehabilitación establece el proceso adaptativo, control postural, tono muscular y maniobras específicas para tener mejor control del proceso de la deglución… conviene poner atención a la forma de comer.