También
conocidas como de transmisión sexual, son infecciones que se contagian por
medio del contacto íntimo, derivado de una relación sexual, que afectan a los
grupos humanos que la practican. Este concepto es elemental, para diferenciar
de aquellas enfermedades de origen sexual, que se pueden transmitir al hijo
durante el embarazo o el momento del parto.
Desafortunadamente
la población adolescente es la más afectada, tomando en cuenta la variedad de
factores que coinciden en esta etapa de la vida, para llevar a cabo relaciones
de riesgo. Entre los factores a considerarse, podemos señalar: desarrollo
cerebral, inmadurez genital, hábitos higiénicos, ambiente social, información
equivocada.
El desarrollo
cerebral durante la adolescencia, permite en etapa inicial la existencia de
impulsos instintivos (primitivos), que dominan de forma evidente al desarrollo
del control racional (función frontal). Por otra parte, la maduración cerebral
induce a que el adolescente tenga la sensación que nada malo puede pasarle,
debido a su apreciación mental de su capacidad inmortal (nada le puede hacer
daño), por lo que toda situación de riesgo se valora siempre como un reto a
vencer y mostrarlo ante los demás.
La inmadurez
genital establece posibilidades de lesión a los tejidos, por una anatomía en
ocasiones sin complementar en forma adecuada. Algunas adherencias posibles y
deficiencias en mecanismos de lubricación, pueden abrir heridas pequeñas por
donde se pueden introducir los microorganismos causantes de las infecciones. El
sistema inmunológico genital en la adolescencia aún es deficiente y el cuello
del útero no ha logrado su desarrollo total y es más susceptible a las
infecciones.
Por hábitos
higiénicos, una buena proporción de adolescentes no realizan al menos la
práctica del baño diario. Los genitales masculinos con mayor frecuencia se
encuentran contaminados en sus tejidos externos, por las manos sucias al
momento de realizar la micción. Los genitales femeninos pueden ser portadores de
flujos infecciosos y de prácticas deficientes de aseo.
El grupo social
que rodea al adolescente representado por sus amigos, compañeros de clase,
familiares y adultos con la influencia presencial de personalidades distorsionadas y ejemplos
conductuales inadecuados, además de los factores sociales de la localidad en
donde se desarrolla, pueden favorecer a la ejecución de prácticas sexuales
tempranas, irresponsables, con múltiples parejas, distorsionadas y/o con empleo
de tóxicos o enervantes, pueden favorecer a no llevar a cabo prácticas con
medidas preventivas adecuadas; y por tanto, en condiciones de riesgo elevado
para el contagio múltiple.
La información
que llega a tener el adolescente sobre las enfermedades de adquisición sexual,
en muchas ocasiones no es tan completa por quedar influidas por mitos,
información equivocada o confusa sobre los mecanismos de contagio, tipos de
enfermedad, evolución, complicaciones y el tratamiento adecuado a cada una de
ellas. Basta señalar que la mayoría desconoce, que en una relación sexual se
puede adquirir un tipo especial de hepatitis, por el intercambio de saliva con
la persona infectada, cuando muchos solo se protegen la región genital con
mecanismos de barrera mecánicas. Unas formas raras de amibiasis en la piel o
mucosas de nariz y boca, pueden ser adquiridas por prácticas sexuales poco
habituales. De vital importancia también a establecer, es señalar que cualquier
herida presente en el cuerpo, que llegue a tener contacto con alguna excreción
por donde se pueda eliminar el microbio, es la puerta de entrada a la
infección. Si en la relación participan elementos de piercing hay situación de
riesgo.
Aunque en
algunas ocasiones (muy raras) no hay presencia de alteraciones inmediatas, una
vez que la infección se inicia en el organismo, sus manifestaciones (de acuerdo
al tipo especial de enfermedad) se hacen evidentes al paso de un límite
variable de tiempo, que pueden
incluir: lesiones de la superficie genital como ampollas, verrugas, úlceras,
heridas, enrojecimientos, secreciones anormales; dolores en región genital,
urinaria o pélvica; parásitos en regiones genitales o boca, afección en otros
órganos distantes con desarrollo de infecciones o funciones deterioradas a
condiciones previas normales (ejemplo: abscesos o hepatitis), manifestaciones
generales: fiebre, pérdida de peso y/o malestar general. En casos especiales,
pueden condicionar el desarrollo de cáncer.
Todas las
alteraciones, pueden justificar diferentes estudios de laboratorio o de imagen
para identificar de forma específica su causa. Solo de esta forma, se podrán
encontrar algunas enfermedades que no tienen relación con este tipo de
prácticas sexuales, pero se pueden confundir, por ejemplo: infecciones
vaginales por deficiencia de aseo (hongos) o procesos superficiales en
genitales masculinos, por infección superficial.
Desafortunadamente,
cuando el adolescente inicia algunas de estas manifestaciones, puede negar que
se relacione con sus prácticas sexuales previas. En otras ocasiones, al
relacionar la posible causa, pueden buscar soluciones con consultas de mala
calidad sin tratamientos adecuados. Así constituye con ello un problema de
salud grave, ya que ante el temor de exhibirse bajo este tipo de actividad con
su consecuencia, pueden condicionar un tiempo prolongado de atención, que puede
establecer daños recurrentes, permanentes (esterilidad) o incluso la muerte.
Por estas consecuencias, se insiste a los padres de familia de adolescentes,
que mantengan un ambiente de comunicación eficiente, para poder dar la atención
en forma apropiada.
En forma similar
a muchas otras enfermedades, la prevención es fundamental ya que resulta más
sencilla la prevención de las enfermedades que su evolución y curación.
La única forma
de prevenir totalmente la adquisición de una enfermedad de transmisión sexual,
es abstenerse de cualquier tipo de contacto sexual. A fin de proteger cada
familia a sus adolescentes, se deberá de promover de preferencia los valores
relacionados con el amor, la responsabilidad y fidelidad, para permitir una
verdadera identidad con su pareja sentimental que libre de infecciones, les
podrán permitir una vida más sana.
En situación
ideal, la relación sexual deberá establecerse en la última etapa de la
maduración del adolescente, cuando las funciones de razonamiento y control
emocional por la maduración frontal, se encuentren presentes. Antes, existe
siempre el riesgo que el comportamiento instintivo los motive a buscar
satisfacerlo; y sin limitación social, las enfermedades de transmisión sexual y
los embarazos de adolescentes, continuarán siendo problemas persistentes.
Lamentablemente,
en la actualidad se vive una ausencia normativa familiar que facilita al
adolescente tomar iniciativas equivocadas. Por los grupos jurídicos, se
desconoce el mecanismo de maduración cerebral del adolescente y en forma legal,
se le justifica atribuyendo a ese comportamiento como un derecho biológico,
cuando por protegerlo se le debería de regular dentro del comportamiento social.
La promoción de
empleo de barreras mecánicas en la relación sexual, limita el contacto de
secreciones potencialmente contaminadas, con tejidos en donde se puedan
introducir los microorganismos y hasta la fecha es una medida eficiente, pero
se deberá de incluir entre las medidas preventivas: el intercambio de saliva o
el contacto de la boca o tejidos corporales heridos con secreciones genitales,
saliva o sangre de una pareja desconocida, además de evitar la promiscuidad por
dar mayor margen a la transmisión de gérmenes.
No se justifica
permitir que por la vergüenza que pueda sentir el adolescente, para abordar
estos temas o describir sus alteraciones, se desarrolle y se complique en su
evolución. Por otra parte, en la revisión periódica del adolescente se deberán
de incluir siempre revisiones que descarten la presencia de este tipo de
enfermedades, para su detección temprana y de preferencia, se deberá fomentar
una educación sexual eficiente.