Esta palabra se
emplea, para describir la situación particular en la que una persona desprende
un olor desagradable de su boca, generando malestar por su percepción en las
que se encuentran próximas. Genera de forma secundaria alteraciones
psicológicas en la persona que lo
padece, por sentir disminuida su autoestima y notar una situación de rechazo
social.
Las causas que
producen estas alteraciones son variadas, de acuerdo al sitio que tenga la
alteración y en la edad que se presentan durante la vida de una persona.
Una primera
clasificación considerando su origen, puede definir tres tipos de halitosis: la
normal (fisiológica), la asociada a alguna(s) enfermedad(es) y la de tipo
emocional.
La halitosis normal,
se produce tanto en niños como en adultos durante el transcurso de la noche. Al
no haber movimientos musculares frecuentes, se produce una reducción del flujo
de saliva, que permite que algunas bacterias presentes en el dorso de la
lengua, fermenten residuos microscópicos de alimentos, llegando a producir
sustancias químicas especiales que tienen condición de generar un olor
particular. Por esta razón, una forma sencilla de disminuir su frecuencia e
intensidad, es realizando cepillado dental y limpieza del dorso de lengua de
forma frecuente.
Otras causas de
la condición normal, son los ayunos prolongados y existencia de residuos de
alimentos atrapados; en especial, en los huecos de las anginas que al
desprenderse como bolitas blancas, se distinguen por su olor intenso. En los
niños alimentados exclusivamente a base de leche, es normal su aliento
característico relacionado con el material acumulado en el dorso de su lengua,
que justifica luego la recomendación higiénica, de realizar tallado sobre su lengua
para retirar el material blanquecino acumulado.
El consumo de
algunos alimentos o bebidas, condiciona de forma transitoria olores
característicos: como el consumo de cebolla, ajos, alcohol, quesos. Por otra
parte el empleo de sustancias inhalantes, puede desprender olores especiales
como: tabaquismo, marihuana, gasolina, petróleo, cementos, etc.
La halitosis
secundaria a enfermedades, en su mayoría corresponde a alteraciones de la
cavidad bucal como las principales causales. Entre las condiciones que pueden
generar mal aliento puede estar la presencia de hongos (algodoncillo) en la
lengua, frecuente con empleo inadecuado de antibióticos y/o mal aseo; acúmulo
de alimento, infecciones localizadas como caries, inflamación e infección de
las encías, herpes, malformaciones (paladar abierto), infecciones en anginas o
glándulas salivales, alteraciones de motilidad lingual que cause retención de
alimentos en los dos tercios posteriores, efecto de medicamentos especiales,
tumoraciones o por empleo de radio o quimioterapia.
Existen otras
enfermedades fuera de la boca que pueden generar el mal aliento, y su origen
puede ser: de tipo respiratorio, digestivo, renal, inmunológico y metabólico.
Entre las causas
de tipo respiratorio, tenemos en mayor frecuencia durante la etapa infantil, la
inflamación de los huecos (senos) que se encuentran en el interior del hueso a
un lado de la nariz (sinusitis maxilar), que por su contenido de moco
respiratorio y pus, pueden generar un mal aliento persistente a pesar de los constantes
lavados dentales. Otra causa posible en la infancia, es la presencia de un
cuerpo extraño guardado en el interior de una fosa nasal, que al paso del
tiempo causa olores muy desagradables. Los sangrados nasales causan un olor
particular transitorio relacionado con el coagulo.
Del sistema
digestivo, los olores más importantes se producen en: hepatitis, que puede dar
un olor específico, que fácilmente invade la habitación donde se encuentra el
paciente. Habrá un olor similar al de la materia fecal ante casos de
obstrucción intestinal. Los pacientes con gastritis, esofagitis, úlcera o
reflujo tendrán olor referido por el paciente como “agrio o acedías”. Algunas
infecciones intestinales por su fermentación de gases intestinales darán olores
particulares.
La insuficiencia
renal, genera un aliento similar al olor de orina con mayor intensidad.
Pueden causar
mal aliento las enfermedades inmunológicas, por la alteración a las glándulas
salivales, de forma prolongada y de intensidades variables.
Entre las
–raras- enfermedades del metabolismo, existen algunos olores que se pueden
detectar desde los primeros días o semanas de vida del niño, y que por esta condición
y su persistencia, podrán permitir que se sospechen y traten de forma temprana
antes de generar más daños en otras partes del cuerpo. Entre estas
alteraciones, las que más comúnmente producen olores a frutas, son algunas
alteraciones en el metabolismo de los azúcares; y entre ellos de forma más
habitual, el aliento clásico a manzanas fermentadas, se relaciona con niños en
ayuno prolongado o diabéticos en descompensación. Se sospechará de otras
alteraciones especiales, cuando la madre con el consumo de algún alimento en
particular, note que su hijo (alimentando con su leche) cambia su aliento
habitual; y en otras condiciones, la alteración metabólica puede generar olores
tan sutiles, que no podrán ser percibidos por el familiar y por el médico, a
reserva de una experiencia previa para poder relacionar con la alteración
metabólica.
La halitosis de
tipo emocional, representa un temor excesivo de la persona a tener mal aliento
y desarrolla conductas obsesivas para modificarlo mediante mentas o sprays.
Es normal que el
niño o adolescente que sufra de halitosis, no sea el primero en percibirlo ya
que su propio sentido del olfato lo ignora por tenerlo de forma constante, pero
se podrá sospechar que la halitosis se encuentra presente cuando: al acercarnos
al niño se percibe un olor desagradable de su boca; cuando sus amigos se
mantienen a distancia y evitan el acercamiento; si hay sensación de sequedad
frecuente en la boca; si recurre al empleo frecuente de chicles o mentas para
disimular la intensidad o si sus amigos le ofrecen este tipo de alternativa.
Los adolescentes
en especial, al momento de percibir o considerar que tienen mal aliento, buscan
alternativas empíricas para evitar su presencia o poder disimularla. Entre esas
prácticas se encuentran: hablar cubriéndose la boca con diferentes medios
(libretas, mano, bolsos, etc.) o bien, evitando hablar de frente, masticar
chicles de forma frecuente, o consumir alcohol o fumar cigarros para cambiar el
olor especial del aliento. Estos recursos, no ayudan más que a fomentar la
inseguridad emocional en escolares y adolescentes y ante estas evidencias se
les debe ayudar, proponiéndoles a acudir a una revisión clínica dental en
primer lugar.
Como medida
preventiva a fin de evitar una halitosis normal o transitoria, se sugiere en
especial: realizar limpieza de la superficie superior de la lengua y piezas
dentales durante el día y en especial antes de dormir. Empleo regular del hilo
dental para extraer los residuos de alimentos acumulados entre las piezas
dentales; evitar el consumo de alimentos que favorezcan al reflujo de alimentos
como café, chocolate, tés, picantes. Efectuar enjuague bucal adecuado y tomar
agua en cantidad suficiente, para evitar la sequedad en la mucosa de la boca; consumir
alimentos de forma alejada al momento de dormir por la noche para evitar
reflujos; disminuir el consumo de grasas o comidas copiosas o muy condimentadas
que retrasan el vaciamiento del estómago. Por parte de alimentos aromáticos, se
recomienda disminuir el consumo de ajos y cebollas.
La
identificación del aliento por parte del médico, le permitirá sospechar el tipo
de enfermedad y posterior a confirmarla con revisión general y/o de estudios
especiales, podrá permitir ofrecer el tratamiento que terminará con esa
alteración.
El obstáculo a
vencer en primer lugar es la vergüenza que pueda sentir el afectado. Si el
examen odontológico descarta la alteración bucal como causante del mal aliento,
se deberá de consultar con el médico la enfermedad asociada que lo puede
generar.