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Hierro y desarrollo

 

El hierro es un mineral vital para el ser humano que participa en múltiples procesos químicos de transformación biológica, ya que forma parte de la sustancia (hemoglobina) encargada de transportar y liberar el oxígeno a los tejidos, y es parte de compuestos adicionales con función de transporte de electrones, que influyen en la formación de material genético (ADN) y activar/desactivar otras estructuras moleculares.
Son esas funciones señaladas, las que durante la etapa del desarrollo del ser humano pueden ser alteradas ante la deficiencia del hierro (ferropenia) y no solo un tipo de anemia, que es el efecto más conocido por la mayor parte de la población.
Los efectos de su deficiencia sobre la salud y desarrollo del niño han sido objeto de diferentes descripciones, dada la elevada prevalencia a nivel mundial de este trastorno nutricional, tanto en países desarrollados como en los de vías de desarrollo y, la ingesta excesiva de hierro sin una valoración apropiada también requiere aclarar que puede generar alteraciones.
Es un mineral que se pierde muy poco en condiciones normales. El promedio por diferentes edades establece una cantidad entre 40-50mg por cada kilogramo de peso como el contenido corporal total; del cual, el 50% forma parte de la sustancia (hemoglobina) contenida en las células de la sangre (eritrocitos o glóbulos rojos), 25% se almacena como reserva en el hígado y el resto en el interior de células musculares y sustancias químicas (enzimas) especializadas en modificar reacciones.
Su mayor parte almacenada se reutiliza en especial ante la destrucción diaria de eritrocitos. Es insignificante su pérdida por orina y sudoración. En algunas etapas de la vida, por el desarrollo y sustancias por formar, sus requerimientos llegan a incrementarse para sus funciones específicas, que se afectarán en caso de no haber aporte adecuado, o bien, ante condiciones anormales que condicionen su pérdida, como hemorragias, infecciones, estados inflamatorios.
Durante el último trimestre del embarazo y los dos primeros años de vida, es rápido el crecimiento cerebral, por lo que su vulnerabilidad a las carencias nutricionales es máxima. La deficiencia de hierro en épocas tempranas de la vida tiene consecuencias sobre la maduración del sistema nervioso y, puede afectar tanto en su configuración de integridad anatómica como en su funcionamiento. La forma de manifestarse con alteraciones neurológicas asocia su relación, no solo con la severidad en la limitación del aporte de hierro, sino también con el momento del desarrollo en que se produzca la deficiencia y de su duración.
En etapas tempranas del desarrollo cerebral, el hierro es importante para una adecuada formación de envoltura (mielina) de las prolongaciones nerviosas (axones); en especial, de los sistemas sensoriales como la vista y el oído. La velocidad de conducción nerviosa se deteriora. Su deficiencia también puede causar alteraciones morfológicas en áreas cerebrales donde se asientan procesos de memoria. Altera la maduración de sustancias químicas con funciones de transmisión, como la dopamina, serotonina, noradrenalina y ácido gamma aminobutírico (GABA) que están relacionadas con el desarrollo del comportamiento, control motor, ciclos de sueño, aprendizaje y la memoria. Incluso se ha relacionado también con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, con el síndrome de la piernas inquietas y espasmos del sollozo
Aunque no se conoce bien cuál es el periodo crítico en el que el hierro puede influir de manera más decisiva sobre la maduración de las funciones ya señaladas, los efectos negativos generados durante la vida intrauterina y los primeros meses de vida persisten a largo plazo, a pesar de la restitución posterior a un adecuado nivel de hierro. Hay en cambio, efecto benéfico en el futuro desarrollo mental del niño, cuando se suplementa el hierro en forma adecuada, en los mayores de dos años o con anemia ferropénica.
La función inmunológica también se nota alterada ante la ferropenia, ya que, ante su limitación, las células defensoras sanguíneas (leucocitos) ven reducida su capacidad de poder neutralizar gérmenes. Las células asociadas al sistema inmune (linfocitos) tienen menor capacidad de poderse replicar, generando una menor concentración de células productoras de inmunidad celular y la respuesta a nivel de la piel a diferentes agresores está disminuida. Por otra parte, dado que el hierro también influye para el crecimiento bacteriano, se ha considerado que las situaciones de ferropenia podrían proteger al desarrollo de las infecciones; considerando conveniente, establecer también su alternativa que, en niños con reservas óptimas de hierro que reciben aporte adicional, asocian aumento de casos de morbilidad y mortalidad infecciosa.
Cuando la deficiencia de hierro existe en los primeros dos años de vida, la cantidad y calidad del sueño -que tienen influencia en la conducta afectiva y función cognitiva-, se modifica afectando los procesos de memoria y plasticidad cerebral. Por otra parte, también asocia una mayor recurrencia de pausas respiratorias durante el sueño.
La función glandular tiroidea se modifica también ante la deficiencia de hierro, que se manifiesta en forma más evidente con deficiencia a la generación de calor ante el frío.
La capacidad de actividad física aeróbica disminuye, al no existir con el hierro un transporte de oxígeno adecuado fuera y dentro de la célula y finalmente, otra afección que también se considera influida por la deficiencia de hierro, es el accidente vascular cerebral en donde participa como factor predisponente.
De forma normal, el recién nacido sano cuenta con depósitos suficientes de hierro para cubrir sus necesidades durante los primeros seis meses de vida aproximadamente, pero cada bebé debe ser valorado en forma individual desde los tres a cuatro meses, para considerar si requiere de aporte adicional a fin de asegurar sus reservas adecuadas, ya que el contenido de hierro en la leche humana va disminuyendo progresivamente, de forma independiente de la dieta de la madre y es insuficiente a partir de los seis meses, cuando los bebés tienen requerimientos mayores de hierro por su etapa de desarrollo físico y neurológico en que se encuentran. Los bebés que nacieron de forma prematura, debido a su elevada tasa de crecimiento posterior al nacimiento y, a no haber recibido la misma cantidad de hierro por la placenta en el tiempo final del embarazo, hace necesaria la suplementación temprana de hierro.
Para evitar los efectos negativos de la deficiencia de hierro, se requiere en especial de un abordaje preventivo que se inicie en la etapa prenatal, gestacional y que se continúe durante el periodo de lactancia, primera infancia y adolescencia. Se debe evitar la ligadura precoz del cordón umbilical al nacimiento, debiendo esperar 2-3 minutos para permitir paso de sangre de la placenta hacia el recién nacido, que favorece a sus reservas de hierro. Ya posterior al nacimiento las estrategias para la prevención de ferropenia se basan en educación nutricional durante la lactancia, diversificación, composición y fortificación de alimentos y, en casos necesarios la suplementación medicamentosa.
Existen dos formas de hierro en los alimentos: el hemínico (principalmente en carnes rojas y derivados sanguíneos) permite mayor absorción y el no hemínico, presente en leche, huevo, leguminosas, cereales. que deben proporcionarse combinados en forma diaria y asociado en especial con consumo de frutas o jugos cítricos para facilitar su absorción. Se debe evitar el consumo excesivo de fibra, leche de vaca, empleo de antiácidos, alimentos que contengan oxalatos, fosfatos, calcio y también las afecciones inflamatorias, ya que todos ellos disminuyen su capacidad de absorción.
…cuando se ofrezca como medicamento, se debe tomar en ayunas sin mezclar con otro tipo de nutriente y, por periodos específicos ante su limitación de absorción digestiva.