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Identidad de género


Se define como una concepción personal de uno mismo como hombre o mujer (o raramente, ambos o ninguno). Este concepto está íntimamente relacionado con el concepto de rol de género, que se define como las manifestaciones externas de la personalidad que reflejan la identidad de género. 
La identidad de género, en casi todos los casos, se autoidentifica, como resultado de una combinación de factores inherentes y extrínsecos o ambientales; El rol de género, por otro lado, se manifiesta en la sociedad por factores observables como comportamiento y la apariencia. Por ejemplo, si una persona se considera hombre y se siente más cómodo al referirse a su género personal en términos masculinos, entonces su identidad de género es masculina. Sin embargo, su rol de género es masculino solo si demuestra características típicamente masculinas en comportamiento, vestimenta y / o gestos.
En el ámbito de la pediatría, el reconocimiento de la identidad de género es un proceso más que un logro del desarrollo en particular, y la variación de las normas sociales puede causar angustia tanto al niño como a la familia del niño. Es necesario comprender las variadas vías que conducen a un rol de género maduro y congruente para evaluar completamente la salud conductual de una persona.
El sexo se define por la característica hereditaria de la información genética (genotipo: XX para mujeres y XY para hombres) y/o por rasgos específicos externos (fenotipo) de los genitales evidentes (o internos específicos). Generalmente se asigna al nacer por la apariencia genital externa, debido a la suposición común de que esto representa el estado anatómico cromosómico o interno. Así bajo estas características, se puede considerar en forma simple que la identidad sexual está en los genitales y la identidad de género está en el cerebro.
Cuando se identifica al nacimiento un verdadero estado intersexual indiferenciado, se evitará por parte de los médicos a los padres la definición sexual específica, hasta identificar con estudios, el que corresponderá a su vida futura, para favorecer al desarrollo del género del individuo. Existen por otra parte, alteraciones que no se identifican de forma adecuada en los primeros años de vida o funciones hormonales alteradas en el desarrollo puberal, que pueden confundir al adolescente en desarrollo, para lo cual deberán ser valorados de forma específica con un equipo multidisciplinario, a fin de establecer armonía entre su enfermedad y su estado emocional ya en progreso o definido, para evitar trastornos de comportamiento.
Todo individuo durante su desarrollo e independiente de su sexo, tiene que evolucionar desde su infancia temprana, una particular imagen mental de sí mismo basado en un modelo del ser humano con el que da sentido a su complejo mundo interior. Así, desde los primeros años de vida, desde que nacemos, somos encaminados a la construcción activa y pasiva por parte de nuestros familiares, educadores y resto del ambiente, a desarrollar una identidad personal particular, que se extiende a lo largo de la vida, con punto crítico durante la adolescencia donde se definen conductas, actitudes y preferencias, que le den coherencia al individuo para mantener su constante autoestima.
En el desarrollo del género participan la influencia de los estereotipos sociales y familiares, que se inducen en los primeros años de vida, para ir formando el comportamiento del niño en especial en sus primeros dos años. Estos estereotipos incluyen los relacionados con la personalidad: pasividad-actividad, sumisión-dominancia, dependencia-independencia, intuición-raciocinio, inseguridad-confianza. Roles específicos: hacer pasteles, limpiar la casa, reparaciones eléctricas, labores con herramientas, etc. Estereotipos de tipo profesionales asistenciales como enfermeras, maestras comparadas con las de responsabilidad y dirección como empresarios, jefes, abogados, etc. y los estereotipos relacionados con la apariencia física: voz suave, cabello largo, comportamiento delicado y en los hombres: voz grave, altos, musculosos, etc. que se empiezan a tomar como modelos sociales y se aplican en los juegos infantiles, donde cada individuo se identifica con los de su mismo rol y sexo.
El proceso de adquisición del género se estructura a lo largo de diferentes etapas que incluyen: asignación del género, discriminación, identificación y la flexibilidad del género. En todas ellas, tienen gran peso para la transmisión de estereotipos la participación de agentes socializadores.
La asignación de género se establece desde el momento de su identificación por estudios de ultrasonido o al nacer, pero la influencia ambiental en los primeros dos años no es definitiva para el desarrollo de su género al asociar su desarrollo neuromotor.
En forma interesante parece resultar que un individuo puede reintegrarse a su desarrollo de género en forma normal, después de los primeros dos años y que la influencia que pudo tener en los años anteriores si fueron equivocados, por deficiencia en su identificación sexual, no le generan secuelas psicológicas posteriores. 
La discriminación del género se nota a partir de los cuatro años con el desarrollo del lenguaje. Se considera el establecimiento de las bases en su identidad de género al poder identificarse en forma propia y en los demás, más en forma de etiqueta ya que por la apariencia de ellos y de las personas que lo rodean pueden definir el sexo de cada individuo, sin tener concepto específico de su género, que lo empiezan a desarrollar en la medida que ejercitan conductas asociadas a su género específico, que en forma normal establece la práctica de juegos y convivencia por identidad sexual con amigos.  
En la etapa de los cinco a seis años, se logra la constancia del género cuando el individuo comprende que es algo invariable a lo largo del tiempo o de las situaciones y que no depende, por tanto, de aspectos externos a la persona como el vestido. Coincide con la identidad personal y los modelos de conducta empiezan a entender y aprenderse. La discriminación de las conductas obliga a una identificación con una de ambas posibilidades y un rechazo infantil de la otra, auto conocimiento y autovaloración de sí mismos, identificando a lo otro como algo peor. Se incrementa la preferencia por ambientes y juguetes tipificados según el propio género.
Entre los siete a once años, se produce otra etapa del desarrollo que se conoce como flexibilidad de género, donde el individuo empieza a considerar que los contenidos de género no son normas de comportamiento inmodificables o inquebrantables. El género ahora se influye por el desarrollo de la sexualidad, las relaciones interpersonales, afectivas y el progresivo abandono a la familia como núcleo de referencia exclusivo. El ingreso a la vida adulta exige haber consolidado una identidad personal y de género que le permita su autoestima particular.
Como influencia al desarrollo de cada una de estas etapas, participan de forma significativa el roll funcional y normal de la familia, en donde la pareja debe desempeñar sus características en forma definida y sin predominio intenso o disminución evidente de valores al género que corresponde. Es de riesgo cuando alguna figura es muy dominante o la otra es muy pasiva, para que el niño en desarrollo tome una actitud preferente diferente a su rol de género natural. Otros factores que influyen incluyen la escuela con la participación de amistades dentro de la misma y la información que en ella proporcionen; además en forma adicional, los juegos que se realizan en diferentes etapas y los juguetes que se empleen.
El desarrollo de género, deberá ser otra pauta para revisar en el desarrollo del niño en el control periódico médico, para corroborar su evolución adecuada, que en caso de notarse con alguna alteración podrá requerir de la evaluación psicológica temprana para la familia y el niño…