Es muy común
entre las pláticas de mamás, escuchar que alguno de sus hijos padece o tuvo
enfermedad por reflujo gastro-esofágico; o peor aún, que algún médico considere
este cuadro en un niño que puede tener características normales, y no estar enfermo.
El sistema
digestivo inicial, está formado por una estructura bucal en donde se fragmentan
los alimentos, y a través de la garganta se impulsa su paso hacia un tubo
descendente (esófago), para llegar al estómago en donde se almacena y
desintegra por el jugo gástrico, en tiempo variable de acuerdo a la cantidad y
naturaleza del alimento.
El estómago
tiene un tejido contráctil en la parte inferior, para evitar que escape el
alimento hasta que se encuentre digerido. En la parte superior no existe un tejido
específico que lo mantenga cerrado, y funciona con los movimientos esofágicos
maduros, y el desarrollo anatómico del diafragma y estómago en su parte superior.
Es a considerar entonces, que durante los cuatro primeros meses de vida, los
niños tienen “natural” predisposición para no poder controlar su cierre
superior del estómago.
Se le conoce
como reflujo, al evento donde parte del alimento contenido en el estómago,
fluye hacia la parte superior. Esto de forma común se produce cuando se rebasa
la capacidad normal del estómago, y con los movimientos de su mezcla puede
subir. Esto es un reflujo normal o fisiológico.
En forma patológica,
se genera cuando hay un defecto importante en el cierre funcional de la parte
superior del estómago. Por no poder contener el alimento, se tiene la
recurrencia de fluir con ácido gástrico al esófago, generando reacción
inflamatoria por quemadura química; y en forma secundaria, riesgo de sangrados
por destrucción de tejido, formación de cicatrices que puedan disminuir el
calibre del esófago; o bien, en forma adicional, deficiencia en el desarrollo
al no permitir que haya volumen normal de alimento para nutrir al niño, y/o
problemas respiratorios por escurrimiento de material al pasar por la parte
superior hacia los pulmones. A este tipo de alteración se le conoce como: enfermedad
por reflujo gastroesofágico.
La sensación
habitual que genera esta enfermedad, es un ardor en el pecho, cuello y garganta
que puede ser percibido de intensidades variables, y en el lactante se podrá
notar expresado con llanto frecuente, posterior al momento de la alimentación
con o sin presencia de regurgitaciones o vómitos.
Son estos niños
los que requieren de tratamiento especial, para evitar que tengan lesión de su
esófago con ardor, inflamación o sangrado; además, para evitar que no tengan
desnutrición progresiva y/o problemas respiratorios.
Durante el
inicio de la alimentación es muy común que se cometan algunos errores que
puedan condicionar diferentes trastornos, y entre el desarrollo de sobrepeso o
de obesidad, la confusión entre reflujo normal del patológico.
Un factor muy
significativo que tenemos en cuanto a los hábitos de alimentación, es que hay
desconocimiento sobre la forma de cómo alimentar a los niños, y la actitud ante
este requisito, tiene más comportamiento instintivo que racional.
Posterior al
nacimiento, es habitual que las instrucciones del pediatra establezcan la
alimentación al seno materno a libre demanda; esto es, tan frecuente como en
apariencia lo desea el niño, pero no debería ser como lo piense la mamá… el
papá… abuelos… vecinos… etc.
Hay que señalar
que de forma natural, todos los niños tienen un reflejo persistente que
establece que ante cualquier estímulo que toque cerca de su boca, lo haga girar
en su búsqueda para tomarlo con la boca y ser succionado. No refleja sensación
de apetito, y por tanto, no justifica darle nuevamente de comer.
Ante esa
maniobra que no conocen los familiares, la mayoría piensa que el niño continúa
con hambre y de forma instintiva le ofrecen nuevamente la alimentación, y en la
peor de las circunstancias, se le complementa con una leche industrial (de una
vaca), que condiciona deformidad con distensión de su estómago; y ahora sí, ya
quedará listo para que ante los movimientos de mezcla gástrica, posteriormente
tenga su eructo con leche o vómito franco.
La justificación
para ofrecer en forma frecuente el seno materno en los primeros 10 a 15 días,
está condicionado para estimular la producción de leche en la madre que en los
primeros dos a tres días máximos, solo produce hasta 30 ml (una onza) al día,
pero que en realidad no justifica que agreguemos fórmula adicional, ya que para
esa condición, el agua acumulada en el cuerpo del niño en exceso presente al
nacimiento, se empieza a distribuir para no generar deficiencia de líquidos, y
de forma similar la grasa de su espalda, se consume para darle la energía
necesaria en sus primeros días. Estos cambios justifican que todos los niños de
forma natural y normal, pierden parte de su peso en los primeros días de nacido,
hasta un máximo de 15% de su peso al nacimiento, y no deberán de justificar por
esa razón el complementar la leche de la mamá con la industrial (de vaca).
Ninguna mamá
tiene el conocimiento de cuánto es el volumen de capacidad en el estómago de su
niño, pero la mayoría refiere considerar que su hijo “no se llena” y por eso se
justifican en ofrecerle complementaria.
Para darle la
cantidad justa, solo la mamá podrá percibir en el ritmo de succión de su hijo,
el momento en que su estómago está llegando a su capacidad normal. Se deberá de
retirar el seno cuando note cambio en el ritmo de succión: más lento, suave o
de forma irregular, y no seguirle insistiendo, ya que por instinto el niño
seguirá succionando mientras tenga el pezón entre su boca.
El tiempo de
vaciamiento de su estómago durante los primeros dos meses puede ser de tres
horas, por lo que es la razón de su frecuencia de alimentación. A partir del
segundo mes, en la mayoría cambia el tiempo de vaciamiento a cada cuatro horas.
Otras personas
tienen idea de “sacar el aire” al niño después de comer. De forma natural,
todos los mamíferos terrestres tenemos aire en nuestro estómago que no requiere
ser extraído, pero ahí las vemos como los respetables taxistas llenando sus
tanques de gasolina. Le dan golpes inexplicablemente en la espalda cuando el
aire que quieren sacar está en su estómago. Es una costumbre que se podrá
practicar como eso, pero no es una indicación médica.
Si sospecha que
su niño tiene reflujo o bien que pueda cometer error en su forma de darle de
comer, acuda a valoración con su médico de confianza. Al explorarlo podrá darse
cuenta del volumen del estómago y le dirá si está o no crecido, y con el
análisis del peso, se podrá dar cuenta si le está ofreciendo usted más alimento
del necesario.
En caso de tener
enfermedad por reflujo le dará el tratamiento por el tiempo habitual, y de ser
necesario se efectuarán estudios adecuados o bien cirugía especial de
ameritarla...