El humor no es
fácil de definir. Lo que hace reír a una persona depende de muchos factores, que
incluyen sus conocimientos previos, cultura y personalidad especial.
Se puede
considerar como la respuesta emocional de risa o sonrisa ante una condición real o imaginaria, que se
modifica a partir de la percepción de una incongruencia en la secuencia lógica
habitual.
Requiere como
elementos en su percepción y desarrollo los conocimientos adquiridos (para
poder establecer las características de un objeto o la secuencia habitual o
lógica de un proceso), capacidad emocional que se manifiesta por la capacidad
de respuesta ante la ruptura con una secuencia lógica o condición especial, y
la conducta que permita la expresión de la emoción mediante la risa y la
descarga de tensiones emocionales.
En el niño es
una sensación agradable que se desarrolla a partir de sensaciones corporales especiales
o de una fantasía en su imaginación, que se manifiesta con la risa estimulando
y modificando sus funciones del conocimiento, emocionales y sociales.
El sentido del humor
se ha caracterizado como una de las herramientas más flexibles en la
interacción social, al servicio de una variedad de funciones, que incluyen mejorar
las relaciones, aumentar o mantener la cohesión del grupo, aliviar la tensión, modificar
el aspecto facial agresivo.
En los niños está
muy vinculado con el desarrollo emocional, social y de su inteligencia. Permite a los niños integrarse
a diferentes grupos sociales ya sea como parte activa o receptiva del sentido
de humor hacia otros. La autoestima se desarrolla en forma más eficiente al
evaluar problemas en forma alternativa y
mejora la inteligencia por proporcionar alternativas variadas de solución
asociadas con la diversión.
En el primer
grupo social que es la familia, reírse juntos es una forma de conectarse, y un
buen sentido del humor también puede hacer que los niños sean más inteligentes,
más saludables y más capaces de enfrentar los desafíos.
Se puede llegar
a considerar que el humor es parte de nuestra composición genética, como el
color del cabello o el tamaño de los pies, pero en realidad, el sentido del
humor es una cualidad que se aprende y evoluciona en los niños a partir de su
ambiente primario frecuente, no es algo que lo tenga definido desde el
nacimiento.
El sentido del
humor es la capacidad de reconocer algo
que sea gracioso. El niño que tiene el humor bien desarrollado tiene la
capacidad de identificar lo que es divertido en los demás y que también puede
divertirlo a él mismo. .Es una herramienta en la que los niños pueden confiar
durante toda la vida para ayudarlos a ver cosas desde muchas perspectivas,
distintas a las más obvias. Le permite ser espontáneo, tener capacidad para captar
ideas no convencionales o formas de pensar alternativas, ver más allá de la
superficie de las cosa. Le permite disfrutar y participar en aspectos lúdicos
de la vida y no tomarse demasiado en serio las condiciones tensionales (evita
depresiones).
Los niños con un
sentido del humor bien desarrollado son más felices y más optimistas, tienen
una mayor autoestima y pueden manejar bien las diferencias (las suyas y las de
los demás). Los niños que pueden apreciar y compartir el humor son más
apreciados por sus compañeros y más capaces de manejar las adversidades de la
niñez.
El buen sentido
del humor no solo ayuda a los niños emocional o socialmente. Las
investigaciones han demostrado que las personas que se ríen más son más sanas,
tienen menos probabilidades de estar deprimidas e incluso pueden tener una
mayor resistencia a las enfermedades o problemas físicos. Experimentan menos estrés;
tienen ritmos cardíacos, pulsos y presión arterial más bajos; y tener mejor
digestión. La risa puede incluso ayudar a soportar mejor el dolor, y los
estudios han demostrado que mejora nuestra función inmunológica para tener una
mejor respuesta a las infecciones.
La relación
humor con el desarrollo de estructuras anatómicas durante la infancia, involucra al hemisferio izquierdo por las
funciones del lenguaje y al hemisferio derecho para la integración cognitiva y
afectiva, en especial, la región frontal derecha. El desarrollo del humor como
función requiere de integridad anatómica básica y desarrollo progresivo
especializado para definir su complejidad futura con interacciones variadas.
Durante los
primeros seis meses de vida, el bebé aprende a sonreír y reír, pero estas
acciones carecen de intencionalidad, pues forman apenas una parte del
desarrollo general del sistema nervioso. Se considera como etapa de pre-humor.
Los estímulos táctiles y auditivos se convierten en la principal fuente de
disfrute para el bebé, con variantes extremas limitadas al notar que la
frontera de la alegría y el miedo es corta.
Entre los 6 y 15
meses los bebés empiezan a ser más conscientes de su entorno y el papel de las
personas que los rodean, causando mayor socialización que se manifiesta en sus
conductas humorísticas. Los estímulos inesperados o sorpresivos visuales
(gestos), cutáneos (cosquillas) y acústicos (trompetillas) pueden generar su
risa en etapa primaria para continuar después ante la incongruencia de acciones
por los adultos (calcetines en orejas) o del mismo bebé al notar la respuesta
de alegría (risas) en los adultos que los rodean. Esta fase se prolonga hasta
los dos primeros dos años, agregando en esta fase su desarrollo del lenguaje
para identificar el ambiente que lo rodea con palabras. Durante esta fase los
bebés consiguen sentirse seguros en sus relaciones.
La siguiente
etapa de los dos a tres años, el humor se identifica como fase de tratar a un
objeto como un objeto diferente (un plátano como un teléfono). Aquí los niños
desarrollan un papel activo al establecer funciones incongruentes a diversos
objetos, estimulando al desarrollo de sus propias creaciones, que se acompañan
de claves para-lingüísticas (gestos, ademanes, etc.) que establecen su condición
de carácter intencional.
De los 3-4 años,
su sentido del humor incluye conceptos lingüísticos para divertirse al entrar a
la etapa de mal nombrar objetos o acciones y de forma intencionada. En esta
fase el niño entiende el significado específico de la palabra y la emplea en
forma intencionada para producir el aspecto cómico. Pueden nombrar a un perro
como gato o al pie como mano. Puede confundir a los padres como una deficiencia
de lenguaje.
De los 4-5 años
el humor se desarrolla jugando con las palabras y conceptos, condiciona
imágenes muy diferentes a los conceptos habituales, con absurdos visuales
(piñata colgada de un avión) y personajes fantásticos con diferentes
capacidades.
De los 6-11
años, se considera la etapa de adivinanzas y bromas, memorizando en inicio
diversos chistes y juegos de palabras para luego para compartir con sus
compañeros y al paso del tiempo, por su autoestima y habilidades propias
comienzan a generar sus propias muestras humorísticas con chistes y bromas, estableciendo sus respectivos límites. Con
los medios digitales tempranos, se pierde esta interacción y se compromete el
bienestar futuro de los hijos.
Finalmente a
partir de los once años, se desarrolla el humor filosófico o meta humor que se
inicia con la comprensión de los dobles sentidos, además de las formas más
sofisticadas del pensamiento que se va adecuando a los conocimientos
adquiridos.
El desarrollo
del humor en el niño, le produce disminución de estrés por liberación de
mediadores bioquímicos que proporcionan una sensación de relajación física y
mental. El aprender a reír les proporciona un estado emocional más fuerte para
poder enfrentar condiciones frustrantes que es clave para su desarrollo
emocional.
El humor en la
familia y escuela, es el motivo para llevar a cabo las clases o sesiones de
forma más amena, generar motivación y favorecer la creatividad y la
imaginación.
El humor en las aulas no suponer contar
chistes constantemente sino procurar transmitir alegría, diversión, favorecer
la motivación y formar personas que vean la vida con optimismo, positivismo y
seguridad. Evitando de esta manera quedar absorbidos por los fracasos e
intentando ver siempre la vida desde otras perspectivas…