Se le define
como la expulsión forzada por la boca, del contenido almacenado en el estómago.
Como manifestación de diferentes alteraciones, es común que lo presenten muchos
niños como dato inicial de algunas enfermedades.
Sus causas más frecuentemente
están relacionadas con alteraciones en la función digestiva, que pueden verse
alteradas por reacciones inflamatorias secundarias a infecciones virales o
bacterianas, existencia de parásitos ó alteraciones en hábitos de alimentación.
Pero también pueden tener otro origen como manifestación de alteraciones que
afectan al sistema nervioso como golpes en la cabeza; hormonales por
descontroles de la presión arterial ó azúcar,
sustancias incrementadas en la circulación sanguínea de origen interno o
externo (intoxicaciones) o como simple estimulación al sistema nervioso ante el
inicio de un cuadro infeccioso (que es más frecuente ante una menor edad).
La utilidad que
representa para el organismo es establecer un mecanismo de expulsión de
sustancias dañinas en el sistema digestivo; o bien, tratar de equilibrar la
relación de concentración entre solutos y solventes dentro de la circulación
sanguínea si hay trastornos en su relación, trayendo como efecto secundario la
sensación de sed en algunas ocasiones para diluir la alteración inicial.
Su presencia
causa alarma entre los familiares de un niño que manifiesta esta alteración, y
consigue también como propósito adicional, el señalar que el infante sufre de
una enfermedad para buscar atención y con ella, orientar su causa y tratamiento
correspondiente de forma adecuada.
El riesgo se
puede generar con el empleo de remedios caseros o medidas empíricas que solo
buscan eliminar la manifestación de la alteración, pudiendo señalar desde las
clásicas purgas, hasta el empleo de medicamentos contra el vómito que incluso
algunos especialistas emplean de forma inmediata.
La complicación mayor
que puede condicionar la existencia del vómito, es que con su recurrencia se
puede ir perdiendo de forma progresiva el contenido líquido del cuerpo (agua) y
la deshidratación secundaria sin tratamiento adecuado, hace disminuir la
eficacia de la circulación de la sangre en el cuerpo, y si no hay medidas
apropiadas a tiempo, las células más importantes del cuerpo dejan de funcionar
al no recibir de forma eficiente su nutrición de forma regular y el individuo
de forma inevitable fallecerá.
Las causas las
podemos revisar de forma breve de acuerdo al grupo de edad que se trate, para
ir señalando con ellas su tratamiento posible correspondiente.
Cuando son
menores de un año, es posible que se puedan confundir con la regurgitación, que
se manifiesta como un escurrimiento por la boca, de la leche que tiene poco
tiempo de haberse ingerido, y que en la mayoría de las ocasiones se corresponde
con un exceso de alimentación; y se evitará, teniendo un hábito de alimentación
adecuado en frecuencia y cantidad, recordando siempre que la duración de la
alimentación al seno, dependerá de las características del tipo de succión y se
suspenderá en el momento que se noten disminución de intensidad, lentitud en frecuencia
o irregular en su ritmo, y no hasta que el niño se quede dormido o deje de
succionar.
Cuando se
presentan los vómitos desde las primeras tomas luego del nacimiento, con la
asociación de ausencia de evacuaciones y de incremento en el volumen abdominal,
deben hacer sospechar de obstrucción del tubo digestivo, y es necesario la
valoración urgente de la condición, para su corrección quirúrgica de ser
necesario, ya que puede presentarse como complicación la perforación intestinal
o infección intensa.
En las primeras
semanas o meses de vida, también se pueden presentar vómitos secundarios a
alteraciones neurológicas, ó metabólicas por alteraciones hormonales,
trastornos alimentarios o por errores del metabolismo, y constituyen un grupo
de riesgo mayor estas causas, ya que cuando los pacientes no son estudiados de
forma adecuada; y por tanto, es posible que reciban un manejo inadecuado, el
vómito suele acompañarse de otras alteraciones progresivas que lleven al
lactante a la pérdida de la vida en etapa temprana.
Bajo esta
condición, se podrá justificar al médico general o especialista, juzgar la alternativa
de considerar otras etiologías diferentes a las habituales, cuando la evolución
manifieste deterioro progresivo; y en la mejor de las oportunidades, solicitar
una evaluación por alguien de especialidad mayor.
Generalmente a
partir del año de vida, las causas de los vómitos se encuentran más
relacionados con problemas de infecciones virales o bacterianas, que solo
requieren de mantener las condiciones generales estables del paciente, para
favorecer a su recuperación.
El sistema
digestivo cuando se encuentra inflamado, es como otros tejidos que tienen
alguna inflamación (por ejemplo: un dedo inflamado por uña enterrada). Se
encuentra demasiado sensible al contacto con agentes externos y reacciona de
forma inmediata, -una persona con el dedo inflamado evita de forma intencionada
tocar objetos para no causarse dolor-, y de forma similar debería ser el
comportamiento similar en el caso de las infecciones digestivas.
Conociendo que
la percepción sensitiva del niño está conservada en cuanto a la sensación de
sed o de hambre, es natural que quiera ingerir algún alimento, pero por la
inflamación digestiva, se deberá de evitar comer como si existiera una función
normal.
Con la
inflamación digestiva, para evitar la recurrencia de vómitos, se justifica ofrecer
los alimentos o los líquidos en cantidades o volúmenes muy pequeños (incluso
por cucharada), a fin de no ser rechazados por la inflamación existente, y
además con un intervalo de tiempo más amplio, para poder permitir su absorción
en pequeños volúmenes (mayor tiempo del habitual). Y por otra parte, si el niño
luce bien y no manifiesta apetito por su propia enfermedad, no forzar su
ingesta y permitir que su periodo de ayuno relativo le permita recuperar la
función digestiva normal.
El error común
de los cuidadores de los niños o familiares, es querer darle de comer en forma
“normal” cuando tienen alguna inflamación, notando con desesperación progresiva
que los vómitos son recurrentes con esa forma de alimentación; y de manera
lamentable, con la pérdida adicional de líquido que lo encamina a la
deshidratación posterior.
El uso de
medicamentos contra el vómito, puede alcanzar fácilmente efectos secundarios
cuando el volumen en el que se diluyen, ya está alterado con una deshidratación
previa, y representan riesgo de toxicidad con manifestaciones variables
neurológicas e incluso persistencia de vómitos, por no actuar en forma
específica.
Otras causas
menos comunes de vómitos son los golpes en la cabeza que hacen evidente una
presión aumentada en el cerebro secundario al golpe que genera el vómito, y las
intoxicaciones con medicamentos o sustancias provenientes del metabolismo
interno del niño, pueden generarlos también por lo que su causa debe
determinarse de forma adecuada para dar el tratamiento correspondiente.
El consejo final se
encamina a no intentar remedios o medicamentos contra los vómitos de forma
insistente y de preferencia buscar la orientación médica adecuada para evitar
las complicaciones, además de las sugerencias en modificar su alimentación.