El
ruido es, con mucho, una de la exposición ambiental más común y es
experimentada por casi todos a diario. A lo largo de la historia humana, el
ruido ha sido reconocido como una molestia y, en algunos casos, un peligro ambiental
ocupacional.
El
ruido produce efectos negativos sobre el ser humano y su entorno. Actualmente
se conoce que debido a los altos niveles de ruidos el 75 % de los habitantes en
las ciudades industrializadas padecen algún tipo de deficiencia auditiva, por
lo que se ha establecido normas de protección específicas; sin embargo, en
condiciones recreativas y en ambientes no industriales, no se toma conciencia
de este problema.
En
el área biológica el ruido u ondas acústicas que se propagan pueden provocar
reacciones desagradables en el organismo que afectan la conducta y, puede
producir pérdida de la audición. Su medición se realiza por decibeles (dB) que
son unidades especiales que miden la intensidad, fuerza o presión de la
frecuencia sonora en un área.
Existen
estudios que demuestran la influencia negativa para los recién nacidos; en
particular, para los prematuros, en los ambientes hospitalarios donde se
recomienda un máximo de 35 dB. Notando que hay diversos factores que lo
modifican, como: el empleo de aire acondiciona que lo eleva hasta 70-79dB,
durante las visitas médicas y de enfermería 55-75 dB, motor de la incubadora
cuando está cerrada (actúa como caja de resonancia) hasta 85-90 dB y abierta
(en sus ventanas) de 65-70dB. Cuando se coloca un expediente clínico de pasta
de acrílico sobre el techo de la incubadora 84-87 dB y de 78-95 dB en su
modalidad brusca, que igual sucede al tamborilear los dedos sobre el techo de
acrílico de la incubadora. La administración de oxígeno puede llegar a 85 dB.
El
ruido generalmente daña al oído interno (donde el impulso mecánico se
transforma en estímulo nervioso), aunque también al oído medio (donde las ondas
sonoras generan movimientos mecánicos) y aunque pareciera clara la causa, el
efecto de la herencia (predisposición) oscurece la relación agente-daño. Los
ruidos intensos son capaces de provocar tempranamente daños en la zona basal del
caracol (donde el movimiento mecánico estimula a las células para generar el
estímulo nervioso en sus frecuencias medianas y bajas). El cerebro del recién
nacido se encuentra inmaduro para registrar y procesar la información sensorial
que le llega por los oídos, que lo hace extremadamente sensitivo e incapaz de
seleccionar la información recibida debido a falta de controles inhibitorios
(coordinación neuronal de respuesta y/o adaptativa de los otros sentidos);
asimismo los prematuros son más susceptibles a efectos del ambiente y a menor
edad de embarazo, hay mayor compromiso en desarrollo cerebral y sensorial. A
nivel internacional se ha establecido que los niveles de ruido que sobrepasan
los 60 dB son factores que contribuyen a la deficiencia auditiva en los recién
nacidos.
En
el recién nacido los ruidos producen disminución en su concentración de
oxígeno, disminución de la frecuencia cardíaca, aumento de presión
intracraneana, hipertensión arterial, falta de respiración, estrés, conducta
desorganizada e inefectiva y no adaptativa, así como inestabilidad metabólica
porque aumentan sus requerimientos calóricos, perturbaciones del sueño,
irritabilidad, cansancio, vómitos y pérdida del apetito.
Ante
tales consecuencias a nivel hospitalario existen recomendaciones específicas.
Ya en ambiente familiar para los recién nacidos, a fin de evitar alteraciones
y/o daños secundarios al ruido, se recomienda mantenerlos en ambientes
silenciosos o de mínimo estímulo auditivo, evitar el sonido de teléfonos,
impresoras, radios. Evitar conversación cerca de ellos, favorecer el sueño del
paciente entre las horas de alimentación; implementar horarios de quietud y
agrupar sus cuidados habituales. Hablarle con voz suave; no despertarlo y no
interrumpir el sueño profundo, facilitar la transición gradual del sueño a la
vigilia, hablándole suavemente antes de iniciar alguna intervención; y de ser
posible, tener asesoría con los especialistas en fonoaudiología para
proporcionar protectores auriculares específicos ante ambientes que puedan ser
de riesgo. En forma lamentable, es hasta la fecha un aspecto del cual existe
poco interés por los familiares y en especial por el personal de salud.
En
los niños y adolescentes la hipoacusia inducida por ruido (HIR), se define como
la disminución de la capacidad auditiva de uno o ambos oídos, parcial o total,
permanente y acumulativa, de tipo neurosensorial que se origina gradualmente,
durante y como resultado de la exposición a niveles perjudiciales de ruido, de
tipo continuo o intermitente de intensidad relativamente alta, durante un
periodo grande de tiempo, debiendo diferenciarse del trauma acústico, que se
presenta de forma súbita.
La
HIR se caracteriza por ser de comienzo insidioso, curso progresivo y de
presentación predominantemente bilateral y simétrica, precedida por la
percepción de zumbidos. Al igual que todas las hipoacusias neurosensoriales, es
una afección irreversible, pero en cambio, la HIR puede ser prevenida
manteniendo una correcta higiene auditiva.
Una
de las formas más comunes del consumo de música por adolescentes y jóvenes es
el empleo de reproductores individuales (celulares, tabletas, reproductores
mp3, etc.). Este método se ha generalizado tanto que en algunos medios y en
determinadas edades, no hay adolescente que no disponga de algún aparato de
estas características. Se ha comprobado que la audición de música en estos
equipos se realiza frecuentemente a elevada intensidad y durante un tiempo muy
prolongado, lo que puede producir un deterioro auditivo En la actualidad cada
vez es más común que las personas presenten problemas de audición a una menor
edad, debido a la mayor cantidad de sonidos fuertes y uso prolongado de
audífonos a los que nos estamos exponiendo, superando los límites.
En
el caso de los reproductores de música (celulares, MP3, etc.), la descarga de
decibeles llega a los 130 dB, contra el tope de los 50 dB recomendados. Una
hora de exposición a sonidos a alta intensidad (105 decibeles o más) al día,
degenera progresivamente las células del oído por lo que se recomiendan no
exponerse más de 60 minutos al día a cualquier fuente de sonido, sea teléfono o
audífono, escuchar aparatos reproductores de sonido con una intensidad no mayor
de 60% de su capacidad de salida y evitar los audífonos que se introducen en el
oído. Son mejores los que recubren la oreja con una almohadilla, ya que aíslan
el ruido externo y disminuyen la necesidad de aumentar el volumen para escuchar
la música. Los niveles de presión sonora promedio de las discotecas superan, en
todos los casos los 100 dB. Aproximadamente 60 % de las discotecas alcanzan el
umbral de dolor llegando a 110 dB. Después de haber estado expuestos a altos
niveles sonoros, el 45 % de los adolescentes presentan zumbidos.
La
hipoacusia por exposición al ruido en etapa temprana puede causar como efecto
más obvio, la pérdida auditiva en la infancia y, en consecuencia, puede ser del
desarrollo del lenguaje. También tiene un impacto en la alfabetización, la
autoestima y las habilidades sociales, genera estrés, afecta la calidad del
sueño y puede condicionar tendencia a la depresión. Y es que la pérdida
auditiva no tratada, a menudo es asociada con motivación disminuida, memoria
inferior y capacidad reducida para extraer información auditiva, obtener
competencia en un idioma, adquirir habilidades de lectura y posiblemente también
da como resultado una atención reducida. Todos estos efectos son importantes
para el aprendizaje y, por lo tanto, el ruido puede dar lugar a una disminución
del rendimiento escolar. al bajo rendimiento académico, que puede conducir a
mayores dificultades de comunicación y consecuencias psicológicas que pueden
influir en el estado emocional del paciente. El impacto en las familias también
es negativo. De igual forma se recomienda a jóvenes y adolescentes que al
utilizar equipos que estén directamente dentro del oído, el volumen deberá ser
menor al 60 % de su capacidad… y ante la percepción de zumbidos en el escolar o
adolescente realizar evaluación auditiva.
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