Son definidas como
acciones rítmicas sin un propósito específico y son comunes en los niños.
Ocurren más frecuentemente en niños con desarrollo normal y se consideran
benignas y autolimitadas, pero se les debe prestar atención especial debido a
su frecuente aparición también en niños con problemas orgánicos o emocionales o
trastornos del desarrollo. A continuación se describen algunas de las conductas
repetitivas que causan preocupación a los padres y son motivo frecuente de
consulta.
Chupa dedos. Es un fenómeno casi universal en recién nacidos a las pocas horas
de vida, inclusive se puede ver desde el vientre materno. Entre un 30-45% de
los preescolares chupan dedo y alrededor de un 5-20% o sigue haciéndolo a los 6
años o más. Se puede convertir en un hábito adaptativo en situaciones de baja
estimulación asociadas con aburrimiento o para calmarse cuando el niño se
encuentra cansado, molesto, con sueño, con hambre o inseguro. Chuparse el o los
dedos es una conducta benigna en los niños sin embargo cuando persiste más allá
de los 4-6 años de edad, y dependiendo de la frecuencia o intensidad puede
traer consecuencias, entre ellas:
Dentales: son las más
comunes, en especial la mala oclusión tanto de la dentición primaria como
secundaria, lesión de la mucosa, crecimiento alterado de los huesos faciales.
Digitales: deformidad de
los dedos con formación de callos, e infecciones cerca de las uñas.
Envenenamiento
accidental: los niños que chupan dedo se encuentran en mayor riesgo de ingerir
accidentalmente sustancias tóxicas.
Psicológicos: por ser visto como una conducta
inaceptable socialmente, éstos niños pueden ser víctimas de críticas, burlas, o
castigos por parte de sus compañeros o sus padres.
Ha sido controversial
considerar el chupar dedos como un indicador de stress emocional, ansiedad o
problema conductual; los eventos que ocurren alrededor del niño cuando se chupa
el o los dedos deben ser observados para descartar una posible relación con ansiedad
existente. El tratamiento de ésta conducta es rara vez indicado en niños
menores de 4 años o en aquellos que la presentan de manera temporal ante en
respuesta a algún estímulo o situación. Se aconseja tratarlo cuando lo hacen en
forma indiscriminada (a cualquier hora y en cualquier lugar) y están a riesgo
de sufrir las secuelas antes mencionadas. Generalmente el tratamiento consiste
en combinar reforzadores positivos por no chuparse el dedo, aplicar sustancias
de mal sabor en el dedo en cuestión o el uso de barreras físicas (guante,
media, férula) y en algunos casos se recomienda el uso de dispositivos dentales
que interfieren con el efecto de sello que se crea con la acción de chupar.
Bruxismo (Rechinar los dientes). Es una conducta común tanto en niños como en adultos, que en la
población general se considera secundaria a parásitos, pero en realidad se
deben con mayor frecuencia a otros factores. En la infancia el bruxismo aumenta
en frecuencia hasta alcanzar un pico entre los 7 y 10 años; se piensa que esto
se debe en parte a la presencia mixta de los dientes desiguales y permanentes.
Se debe distinguir entre el bruxismo de día y el nocturno. Cuando es nocturno
el sonido audible a distancia que genera es debido a movimientos de amoladura y
de apretar los dientes. En general cada episodio es breve, entre 8 a 9 segundos
y durante toda la noche se puede presentar en un promedio de 42 segundos. En el
caso del diurno generalmente se debe al hecho de apretar duro los dientes no a
movimientos de amoladura; puede estar asociado reacción emocional ó a otros
hábitos orales como son el comerse las uñas, morderse los labios, etc. Se puede
considerar como secuela en pacientes con daño neurológico. En los niños el síntoma observado más
comúnmente es dolor a la palpación de los músculos masticatorios; se puede ver
también alteración de la articulación de la mandíbula, dolores de cabeza
recurrentes, y sensibilidad mayor en los dientes. Se le han relacionado algunos
factores de índole psicológica como problemas por frustración, rabia, miedos,
ansiedad. El manejo inicial consiste en asegurar a los padres que es un
fenómeno transitorio en los niños (a excepción de los pacientes con trastornos
neurológicos), y si el paciente presenta síntomas importantes, considerar una evaluación
odontológica. De ser necesario, las opciones de tratamiento incluyen ajustes de
oclusión en la dentición, psicoterapia y medicamentos.
Jalarse el cabello. Es un desorden caracterizado por romperse en forma recurrente el
pelo resultando en zonas de pérdida del pelo. Generalmente se jalan los del
cuero cabelludo, cejas, o pestañas y en algunos casos puede ser el vello axilar
o pubiano. Para considerarse problema psiquiátrico, se requiere que el paciente
experimente una sensación de tensión o estrés antes de jalarse el pelo y una
sensación de alivio o gratificación después de hacerlo. Existen dos variantes: Una
que aparece en niños menores de 6 años de edad, de carácter benigno, se quita
solo y es fácilmente tratable con
modificación de conducta. Frecuentemente se ven asociados con chuparse el dedo
durante períodos de poca o baja estimulación, por ejemplo en la siesta o al
dormirse en la noche. La otra variante aparece en niños mayores y adolescentes,
generalmente se instala como una condición crónica y es muy probable que vaya
asociada a trastornos de ansiedad o depresión. Es importante saber si también el paciente se
come el pelo para prevenir o descartar una acumulación de pelos en las vías
digestivas.
Comerse las uñas. Se observa entre un 30-60% de los escolares. En la infancia la
incidencia es igual, pero en la adolescencia y en la edad adulta se ve más
frecuentemente en varones. Frecuentemente se ha pensado que el comer uñas es
indicador de tensión o ansiedad. En algunos casos el hábito por si mismo puede
ser factor de tensión en la familia. Generalmente las personas que comen uñas,
se comen las diez de las manos por igual, aunque algunos se comen o evitan
selectivamente unas, otros se comen también las de los pies. Los bordes de las
uñas mordidas son cortos e irregulares; a veces se comen también la piel
cercana a la uña y puede causarse infección asociada. Cuando se identifican situaciones emocionales
de angustia relacionadas con esta conducta, el tratamiento se dirige a ayudar a
enfrentar mejor esas situaciones. Se deberá insistir con la familia para
brindar apoyo ya que los castigos, burlas y regaños, pueden empeorar la
conducta e inclusive deteriorar la relación del niño con sus padres. Se
recomienda una buena higiene de las uñas ya que los bordes ásperos pueden
estimular y empeorar la conducta de masticar las uñas.