El crecimiento del
ser humano a partir de su niñez se establece en forma sorprendente y rápida,
pasando por diferentes momentos, sin mostrar un comportamiento estático.
En la
transformación del niño al adulto, se establecen dos cambios importantes que
incluyen a la pubertad y la adolescencia. La pubertad, se relaciona más con el
concepto funcional y biológico enfocado en el aspecto físico y sexual del
individuo, que en meta final lo define su aptitud para la procreación. La
adolescencia por su parte se establece por la aparición de actitudes y
características afectivas, que definen al individuo en un comportamiento
particular o personalidad.
La palabra adolescente
tiene su raíz latina que expresa falta o carencia. La persona adolescente es el
ser humano que adolece (carece) de una parte importante del conocimiento, que
lo ubica en un plano de transición donde comienza a adquirir experiencias y
aprender de sus errores, en proyección a mejorar para su vida adulta.
La adolescencia es
una etapa de crecimiento rápido acompañado de cambios corporales notorios. Se
produce como periodo de transición entre la infancia y la vida adulta. Se
inicia con la pubertad y se extiende en periodos diferentes según el sexo,
hasta los dieciocho años en la mujer y hasta los veinte en el hombre. Esas
edades son relativas ya que diferentes factores influyen para su culminación,
como las características geográficas, socioculturales, ambientales y cognitivas
personales como las principales.
Es a partir de
esos cambios que una niña se transforma en adulto capaz de reproducirse
sexualmente, sin que se considere ya apta en forma inmediata para ser madre.
Las relaciones
sexuales, desde el punto de vista de la sexología, se pueden definir como el
contacto físico entre personas fundamentalmente con el objeto de dar y/o
recibir placer sexual, o con fines reproductivos. La actividad sexual ocurre
cada vez en edades más tempranas, registrando promedios de inicio entre los 13
a 16 años, con edades tan tempranas como los once años.
Los determinantes
asociados para el inicio de la actividad sexual temprana incluyen: sexo
masculino, consumo de alcohol, tabaco y drogas. Por parte de la familia se
establece: ausencia de uno o ambos padres, convivir con familias
reconstituidas, pobre educación sexual en el hogar, nula o pobre relación con
los padres, madre de la adolescente con escolaridad inferior a los once años de
estudio, padres trabajadores, conductas disciplinarias extremistas, por un lado,
baja supervisión y sin limitación o reglas sobre actividades de noviazgo y en
otro extremo: conductas disciplinarias muy exigentes. Como factor social,
influye pertenecer a estratos socioeconómicos bajos.
El embarazo no
deseado representa un riesgo entre adolescentes. El 59% de embarazos terminan
en nacimientos y 41% en abortos, 14% de ellos abortos involuntarios. El 15% de
los abortos en el mundo (casi dos millones) ocurren en mujeres entre 15 a 19
años. Cuando una mujer adolescente se embaraza, el binomio (madre e hijo)
tendrá consecuencias negativas porque el hijo se verá afectado con alteraciones
durante su formación y estado nutricional y, la madre podrá correr riesgos
orgánicos en su salud y/o consecuencias en su condición emocional y social.
El niño como
consecuencia de un embarazo en madre adolescente puede ser obtenido en forma
prematura, con desnutrición dentro del vientre y/o malformaciones congénitas o
alteraciones cromosómicas, traumatismo al nacimiento, sufrimiento fetal,
depresión respiratoria al nacimiento con secuelas asociadas, maltrato y
abandono porque se trata de un ser cuyo desarrollo se realiza bajo la
dependencia de otro, que aún no ha completado el suyo.
La madre
adolescente puede tener alteraciones variadas de acuerdo con el momento del
embarazo en que se encuentre. Puede en inicio ser viable a suicidarse, abortar,
anemia, infecciones, hipertensión arterial, fallas renales o hepáticas,
hemorragias por alteración placentaria, rotura prematura de membranas,
desproporción de su pelvis para el parto y trabajo de parto prolongado.
Para el binomio se
conjugan en su vida futura conflictos psicológicos, sociales y ambientales en
su redefinición personal. Las condiciones de salud se verán modificadas por la
influencia de su sociedad cercana: la familia, donde la mayoría de las
ocasiones es inevitable la crítica a su actividad sexual temprana. Ahora el rol
materno y la crianza de su bebé dependerá de la calidad de relación que se establece
entre ambos, con deficiencia natural del conocimiento mínimo, sobre: los
cuidados y atenciones que otras madres de mayor edad son conscientes y
responsables de poder proporcionar a sus hijos, ya que tienen expectativas
menos realistas para la conducta infantil, tendencia a un castigo mayor por la
menor sensibilidad a las necesidades de su hijo, en comparación con las madres
de mayor edad. Lo anterior será dependiente del apoyo familiar que pueda o no
recibir para continuar integrada a su núcleo familiar o se haya rechazado.
En forma
inevitable la adolescente embarazada enfrenta una serie de condiciones de
angustia que la desestabilizan a nivel emocional, reaccionando con depresión
durante esta etapa. Su equilibrio emocional se afecta ante los cambios de
adaptación que tiene que confrontar a nivel de su propio cuerpo y de sus
expectativas de vida en los aspectos sociales y emocionales, agregando el
rechazo por la sociedad cuando se encuentra en condición de madre soltera; o
bien, si el padre de su hijo se encuentra en la misma condición de adolescente
sin perfil definido.
Se llenan de
sentimientos de culpa y frustración al ver limitadas sus expectativas de vida y
metas académicas, tienen inestabilidad emocional con preocupaciones y dudas
recurrentes, que disminuyen en forma excesiva su autoestima, condicionando a
pensar que sus expectativas no se pueden lograr.
Para la prevención
del embarazo, se deben tomar en cuenta la autoestima del adolescente, la
abstinencia sexual y empleo adecuado de métodos anticonceptivos.
La autoestima
considerada como el sentimiento de aceptación y aprecio hacia sí mismo del
adolescente, se vincula al sentimiento de competencia y valor personal. Es una
condición no heredada sino aprendida y, desarrollada a partir del análisis y
satisfacción de su propio comportamiento y de la reflexión de la opinión de los
demás.
La autoestima
elevada le permite al adolescente establecer y lograr objetivos específicos en
su vida diaria. Le permite fijar y lograr metas sociales y académicas. Su
conducta y definición apropiada de metas en el plano sexual consideran llevar a
cabo, relaciones con parejas que tengan valores sociales y morales similares,
con el conocimiento del desarrollo corporal progresivo y la responsabilidad de
la procreación. No requieren de mostrar a otros que tienen relaciones solo como
respuesta a un instinto sexual, ya que esa experiencia la valoran como de mayor
identificación y plenitud emocional con su pareja. Los adolescentes que inician
más tarde sus relaciones tienden a formar una autoestima más alta, que sus
pares sexualmente activos, o que inician tempranamente.
La edad de la
mujer al momento de la primera unión representa el comienzo de la exposición al
riesgo de embarazo y al inicio de la vida reproductiva; por lo tanto, tiene un
efecto significativo en la fecundidad, en el sentido de que mientras más joven
forme pareja la mujer, mayor será su tiempo de exposición y mayor su potencial
de tener hijos.
La comunicación
apropiada con los padres y el consejo médico con prescripción de
anticonceptivos con educación sexual eficiente, evitan el embarazo y las
enfermedades de transmisión sexual. Conviene siempre actuar en forma preventiva
para evitar el conflicto emocional y social a los adolescentes, pero una vez ya
con el embarazo establecido, también pueden tener éxito en su adaptación a la
maternidad y a su propio futuro, dependiente del apoyo que reciba de su propia
familia y/o su pareja.