Durante los
últimos años, se han modificado las características nutricionales de nuestra
población, con tendencia a disminuir la desnutrición, pero con el inconveniente
de incrementar el sobre peso y la obesidad.
De forma
natural, cuando un ser vivo tiene información en su genética de estar sometido
a condiciones disminuidas de aporte nutricional, las generaciones siguientes
modifican la información genética para establecer mecanismos de ahorro de
energía con el aporte escaso que se ofrezca, y las generaciones siguientes ya
estarán preparadas para el ambiente adverso. El inconveniente resulta al paso
de los años, cuando se mejoran las condiciones nutricionales, por tener
entonces la facilidad para incrementar de peso en base a la acumulación de
energía ya establecida de forma genética.
Los médicos
encargados de vigilar la salud de los niños, deberán de tener el compromiso de
estar pendientes de las enfermedades que presenten y también de evitar las
alteraciones en el desarrollo. Lamentablemente en relación al cuidado del
desarrollo del peso infantil, se ha descuidado este aspecto durante los últimos
años, pero en otras ocasiones a pesar de
ofrecerse las sugerencias o recomendaciones dietéticas especificas, son los mismos
familiares quienes hacen caso omiso de estos señalamientos al notar que su niño
tiene un apetito “aceptable” y con aspecto gordito como señal de bienestar
nutricional. Estas recomendaciones, en especial durante los primeros años de
vida, siguen teniendo vigencia y no deben ser motivo de confusión si queremos
tener niños con desarrollo nutricional adecuado.
Cuando se
analiza el problema de sobrepeso y obesidad en forma global, resulta difícil de
encontrar alternativas adecuadas para aplicarse de forma general. No deja de
ser loable la noble intención de los legisladores, por establecer leyes que
impidan a los niños el consumo excesivo de calorías en la adquisición de
algunos productos en las cooperativas escolares, o también querer implementar
horarios de ejercicios en toda la población escolar. Se corre el riesgo que no
todos los niños sean sujetos de ser limitados en la ingesta o bien que a todos
se les obligue a realizar ejercicios sin atender condiciones particulares, y se
podrán ver luego niños con peso normal o bajo, involucrados en la actividad
similar al resto de sus compañeros por disposición legal.
Para tener
resultados favorables en la colectividad, vale la pena ir tomando acciones de
forma individual en cada grupo familiar para definir estrategias específicas y
solo entonces, podremos tener un mejor resultado general.
Durante la
infancia y adolescencia, tenemos modificaciones orgánicas y emocionales que nos
condicionaran nuestro desarrollo físico, emocional y elemental en los hábitos de alimentación y
serán los que influyan en una sociedad para tener un desarrollo nutricional
adecuado el resto de la vida. Describiremos algunos de los más importantes:
Peso al
nacimiento. Determina el estado nutricional que llegamos a tener en el vientre
materno y el factor a cuidar de desarrollo normal en los siguientes años. El
niño que nace con bajo peso, tiene riesgo de incrementar el almacenamiento de
grasas, por estar condicionado a un bajo aporte en su formación orgánica, y
tendencia a almacenar el material ofrecido de forma importante. Son niños que
con agrado notan los padres que suben de peso de forma rápida posterior al
nacimiento y al año de edad están por arriba del valor normal. El niño que nace
con peso elevado, sugestiona a los familiares como un individuo al que
necesariamente hay que ofrecer alimento en mayor cantidad, comparativo a niños
normales.
Frecuencia de
alimentación. Tiene que estar condicionado al tiempo de vaciamiento del
estomago y también relacionado con el volumen normal. En la medida que se
ofrece de forma frecuente y también de mayor cantidad, se le condiciona al
estomago a irse deformando en su volumen con tendencia a consumir mayor
cantidad para saciar la sensación de apetito. La obesidad excesiva durante la
vida adulta contempla en su tratamiento alternativas para eliminar el volumen
excesivo que tiene para ese momento el estomago, y esta alternativa se puede
evitar desde etapas tempranas. La alimentación en los primeros quince días, es
a libre demanda para estimular la formación de leche en la madre y después de
este tiempo se ofrecerá en frecuencia de cada tres a cuatro horas.
Alimentos
diferentes a la leche. Deberán de ser iniciados de acuerdo al desarrollo que
cada niño manifieste, y en especial se deberá de iniciar al momento de notar
que el aporte de leche, ya no permite el incremento normal del peso del niño.
El error que aun arrastramos de forma burocrática, es el hecho de establecer
por instituciones oficiales de salud, este inicio en el periodo de 4 a 6 meses
de edad como parámetro obligatorio. Este inicio incluye a partir de ese
momento, empezar a estimular la liberación de insulina, para controlar los
niveles de azúcar circulante y al paso del tiempo, puede relacionarse con
problemas para tener respuesta a esta sustancia (resistencia a insulina),y
favorecer a la existencia de problemas relacionados con otra alteración
(síndrome metabólico), que incluye al sobre peso o la obesidad como patología
adicional. Estos aportes también son iniciados en guarderías en donde debería
de contar por lo menos en la atención de estos niños, con personal
especializado de enfermería en área pediátrica para sus cuidados
correspondientes, pero lamentablemente cuando se hace solicitud de inicio
tardío de estos alimentos, el personal no cede al significar mayor carga de
trabajo y los familiares tienen que someterse, ante la necesidad de tener
disponible un lugar donde “cuiden” de sus hijos.
Evaluaciones
periódicas. Con la finalidad de ir comprobando que los niños tengan proporción
apropiada entre su peso, talla y edad; se debería acudir para establecer que se
tiene un desarrollo sano. Lamentablemente en gran proporción, nuestra población
no tiene la cultura de la prevención y solo asisten al médico con la finalidad
de curar sus padecimientos.
Tipos de dieta.
En nuestro medio y en particular en nuestro estado, se consumen los alimentos
por el sabor y aspecto más que por el contenido nutricional. Esta cultura de la
alimentación es difícil de modificar por los hábitos específicos de los
familiares y la disponibilidad de recursos, que favorecen al consumo excesivo
de azúcares en forma de pastas, harinas, almidones, golosinas, postres,
refrescos; y difícil de obtener proteínas en base a verduras y carnes. La
cantidad es un capítulo especial en cada familia al obligar a los niños de edad
variable a comer lo que se sirve en un platillo que forma parte de la vajilla
de adultos y como consecuencia el volumen gástrico continuará incrementando. Los
niños deben de comer en forma proporcional a su peso (si pesa la cuarta parte
del adulto, deberá comer la cuarta parte). A los niños se les deberá de enseñar
a respetar horarios de alimentación y no comer de forma irregular.
Por el momento, solo
damos algunas referencias con idea de seguir ofreciendo orientación nutricional
que nos ayude a mejorar el desarrollo de peso de cada niño y la mejoría en el
aporte nutricional de cada familia. Se recomienda pedir información individual
a su médico de confianza.