Para dar
continuidad a lo expuesto en la primera parte, seguiremos mencionando otras
alteraciones en la alimentación de los niños que pueden influir en sus
condiciones nutricionales.
Preferencias
alimentarias. Su definición a diferencia de lo que se llega a creer, tiene sus
orígenes desde el tiempo del embarazo, ya que está demostrado que de los
alimentos ingeridos por la madre, sus sabores particulares son establecidos por
moléculas muy específicas, que se encuentran presentes y diluidas en el líquido
que rodea al bebé, y es el que traga desde esta temprana edad a su sistema
digestivo. Posteriormente durante la época de la lactancia, a través de la
leche materna, también se filtran estas moléculas de los alimentos ingeridos
por la madre hacia el niño y de nueva cuenta hay oportunidad que el niño reciba
estos sabores mezclados con la leche. De ahí que durante el embarazo y la
lactancia, no deberá haber restricción de alimentos, ya que de los sabores que
el niño no disfrute durante esos periodos podrá haber poca atracción cuando el
niño se alimente por su propia iniciativa en edades mayores.
Como comentario
adicional se puede señalar que cuando un niño muestre adversidad a un tipo de
alimento, la sugerencia es mezclar con alguno de su preferencia o bien agregar
condimento de su agrado. No se vale obligar a un niño a comer la lechuga sola,
si quizás le atraiga mejor con un poco de limón, vinagre, aceite, jugo de
tomate. Se debe evitar siempre hasta donde sea posible, no agregar como
condimentos sustancias de alto contenido azucarado para no causar su
acumulación en forma de grasa en su cuerpo, a excepción que el estado
nutricional del niño, requiera recuperación por desnutrición.
Ambiente
emocional de comidas. Es altamente recomendable que la alimentación se realice
en el horario familiar, y de preferencia bajo un ambiente emocional estable.
Tomar en cuenta que los regaños y la ingesta forzada, se vuelven estímulos
negativos que harán considerar al niño, el momento de la alimentación como un
momento de posibles regaños, castigos o culpas.
Desde edades
tempranas el niño empezará por imitar el acto de la alimentación al ver el
comportamiento de los familiares y con ello, no se estará forzando a la ingesta
de sus alimentos. Durante la alimentación, se procurará establecer un ambiente
de armonía emocional para disfrutar de los alimentos y restablecer las energías
necesarias para la continuidad de las actividades. Es preferible que en ese
momento no se establezcan reclamos, obligaciones, culpas o situaciones que
puedan generar intranquilidad. Se puede aprovechar para hacer comentarios sobre
actividades de cada miembro familiar en sus labores previas a la comida, y
también de proponer algunas soluciones para situaciones conflictivas más que
complicar los problemas planteados en ese momento. Se aprovechará también para
enseñar al niño a participar respetando el momento de hacerlo y se le dará
también la oportunidad de poder ser oído, cuidando siempre de hablar sin que se
tenga alimentos en la boca por educación y riesgo de ahogamiento.
Orden de los
alimentos. Cuando el niño se sienta a la mesa, recordar que lo hace en un
ambiente familiar que busca la mejoría en su estado nutricional, y por ello, se
deberá de evitar de tratarlo como si fuera un asistente a un restaurante donde
se sirve la comida con un riguroso orden. Es muy probable que con esta actitud,
el niño se encuentre lleno de su estómago al momento de terminar con el primer
plato y se le reclamará el hecho de no comer el resto. De forma adecuada, al
niño se le colocarán sus alimentos en su cercanía para que vaya consumiendo un
poco de todo, y al final habrá terminado con una alimentación variada y
completa. El postre deberá de tener menor contenido de azúcares para no condicionar
preferencia hacia este sabor particular. Mención especial es de señalar que se
deberá de respetar desde muy pequeño y siempre la cantidad que el niño tolere y
no estarlo forzando a una ingesta mayor, ya que ello puede ir modificando el
volumen de su estómago de forma progresiva al paso de los años.
Condición
emocional del niño. De acuerdo a su estado de ánimo y personalidad que vaya
desarrollando el niño, es conveniente al momento de la comida, invitarlo a
comer en integridad al resto de la familia, pero si en ese momento el niño no
manifiesta apetito, no se le deberá de forzar a sentarse a comer. Lo más
apropiado es dejarlo, sin forzar, pero señalando de forma muy clara que la
siguiente alimentación será hasta que los demás integrantes tengan la siguiente
comida, y hasta ese momento se le ofrecerá, y sobre todo, hacérselo válido. En
caso de decir algo a un niño y no cumplirlo, el notará una falta de veracidad y
continuará manipulando a los familiares a darle de comer a la hora que él
quiera, y no lograremos educarlo en el hábito de alimentación familiar. Influye
también el tipo de convivencia que se tiene en algún momento para que al niño
se le fije en ocasiones la preferencia por algún alimento, y su repetición del
alimento, estará en búsqueda también del lado emocional (por ejemplo: pasteles
con fiestas infantiles). En el extremo contrario, el niño rechazará la
alimentación cuando antes se la ha castigado con golpes o limitación de
actividades.
Cada niño es un
caso específico para ser considerado, y a pesar de tener hermanitos que tengan
otro tipo de conducta, no deberá ser motivo de comparación recurrente ya que
esto solo puede generar conflicto emocional por competencia con su propio
hermano.
Son varias
condiciones que pueden influir para que un niño tenga una alimentación adecuada
y posteriormente haremos referencia al tipo de alimentos que en forma
específica deben comer a diferentes edades.