Es una
obstrucción que se desarrolla, en la conexión presente del estómago al
intestino delgado, durante los primeros días posteriores al nacimiento,
causando compromiso con la alimentación del recién nacido y/o lactante, por la
presencia de vómitos progresivos en frecuencia e intensidad.
Es una
enfermedad que requiere en su tratamiento, la corrección mediante intervención
quirúrgica, por el médico especialista en cirugía pediátrica, que tiene la
habilidad adecuada para resolver esta alteración. Es un padecimiento que puede
comprometer el estado nutricional del recién nacido, que en caso de no
someterse a este tratamiento, puede causar su muerte por deshidratación asociada
a la desnutrición.
Normalmente, el
píloro es una zona anatómica que controla el paso del bolo alimenticio, del
estómago al intestino delgado. Está condicionado por la contracción de las
fibras musculares, que pliegan la mucosa de su superficie, para mantener
separadas esos espacios digestivos. Permite que el alimento recién ingerido, se
acumule de forma inicial y se someta a la acción digestiva del ácido, con los
movimientos de mezcla del estómago. Al contar con un proceso inicial de
digestión, permite con su apertura, el paso del alimento hacia la primera parte
del intestino, en donde se expondrá a las secreciones de la vesícula biliar y
del páncreas, para facilitar su absorción posterior.
El nombre
preciso de la enfermedad (estenosis hipertrófica del píloro), permite conocer
los factores anormales. Por causas no bien definidas, se produce un
engrosamiento (hipertrofia) progresivo de las fibras musculares circulares del
píloro que causa un estrechamiento y obstrucción paulatina (estenosis) del
canal intestinal. Al contar con esa obstrucción, el estómago tiene dificultad
para realizar su vaciamiento y empieza a manifestar vómitos en frecuencia e
intensidad progresivos.
La estenosis
pilórica es más común en hombres que en mujeres (proporción 4:1). La mayor
incidencia se da en los primogénitos. Se sugiere una predisposición genética en
familias con casos de estenosis pilórica informada, en al menos tres
generaciones. Otro factor a considerar es el riesgo asociado con la edad
materna, que es mayor cuando la madre es más joven (<20 años), mientras que
una edad materna superior a 30 años, se asocia con un riesgo significativamente
menor.
Hasta el momento
no existe una causa específica definida para considerar su desarrollo. Se han
encontrado algunos factores hereditarios y ambientales que pueden influir en su
desarrollo, de los que se describen: asociación de grupos sanguíneos B y O,
además del estrés materno durante el último trimestre del embarazo. A nivel bioquímico
participan de forma más específica, receptores nerviosos relacionados con el
óxido nítrico. Ya en etapa posterior al nacimiento, el empleo de un antibiótico
(eritromicina) en los primeros días del nacimiento, se ha observado que puede
influir al desarrollo de esta enfermedad.
En los niños que
llegan a tener esta alteración, pueden tener asociación con otras anomalías
orgánicas que habrán de considerarse, como: enfermedades cardíacas, del esófago, riñón, síndrome de Turner y trisomía
18.
Cuando se
desarrolla la enfermedad, el engrosamiento (hipertrofia) del musculo incrementa
su volumen, hasta alcanzar el tamaño de una aceituna (2cm de largo por 1cm de
ancho), produciendo bloqueo progresivo al paso de la leche parcialmente
digerida por el jugo gástrico. Su retención, causa vómitos con pérdida de
líquidos (agua-leche) y ácido
clorhídrico, que favorecen a una deshidratación progresiva con tendencia al
otro estado orgánico (alcalosis). También hay pérdida de potasio que ante su
deficiencia, manifiesta en el recién nacido: debilitamiento notorio con actitud
decaída.
La forma como se
manifiesta en los niños, establece: un inicio posterior a la primera semana de
vida, clásicamente a partir de la segunda semana, con rangos variables de
acuerdo al desarrollo de la hipertrofia muscular, que puede incluir de cinco
días hasta los primeros cinco meses. El vómito posterior a su alimentación es
el dato a tomar en cuenta por su comportamiento.
Empieza
manifestando regurgitación escasa y aislada, que al paso del tiempo, se va
transformando en vómitos recurrentes cada vez de mayor volumen y menor tiempo
posterior a su alimentación, con aspectos de vómitos en chorro, expulsándola de
la boca con fuerza en forma de arco, a veces hasta medio metro de distancia.
Esta leche
vomitada puede tener un olor agrio, como si estuviera cuajada, por haberse
mezclado con los jugos gástricos. Los vómitos pueden ser tan frecuentes, que
pueden llegar a condicionar ausencia de alimentación y cuadro de deshidratación,
que pueda justificar su diagnóstico en atención hospitalaria.
Deberá alertar a
los padres, cuando los vómitos se presentan dentro de los primeros 30 a 60
minutos después de la alimentación. El bebé se manifiesta hambriento y en
general, intenta alimentarse inmediatamente después de vomitar. Por su
recurrencia, se podrá distinguir deficiencia en el desarrollo del peso
corporal. En ocasiones, es posible que los padres noten después de alimentar al
niño, que en su abdomen se puedan visualizar movimientos intestinales en forma
de abultamientos o de ondas, que se impulsan de izquierda a derecha, haciendo
notoria la hipertrofia en su zona media.
Ante los
primeros eventos de regurgitación de los primeros días de la enfermedad, la
alteración puede ser confundida con mala técnica de alimentación, recomendando
frecuencia y duración de lactancia en tiempos establecidos, pero al no haber
mejoría, se puede considerar el diagnóstico diferencial de estenosis
hipertrófica del píloro.
Otro cuadro que
puede confundirse con esta enfermedad, es el reflujo gastro-esofágico, en donde
la deficiencia funcional de la parte superior del estómago, para contener la
leche, condiciona en su tratamiento el empleo de medicamentos para corregirlo.
Su persistencia a pesar del tratamiento, también deberá orientar sobre la
hipertrofia. Otros cuadros que pueden confundirse por la presencia de vómitos,
son: las infecciones digestivas y la alergia a la leche, que tendrán
alteraciones diferentes (diarrea) asociadas.
El tipo de
vómito sin contenido biliar (verdoso) y en ocasiones, con coloración marrón o
apariencia de café molido, puede orientar a esta enfermedad asociada ya con
gastritis.
Si el cuadro se
sospecha con la existencia de los vómitos iniciales, la identificación de la
oliva por la palpación del médico sobre el abdomen del niño, podrá justificar
el estudio de ultrasonido, para comprobar la sospecha de esta enfermedad y
planear su tratamiento quirúrgico, si no hay alteraciones de su estado hídrico.
Si los vómitos
son frecuentes, se podrán encontrar los datos de la deshidratación que se
asocia por: la disminución de la actividad normal, ausencia de lágrimas al
llanto, ojos hundidos, disminución de orina (cantidad y frecuencia) con
ausencia mayor de 4 a 6 horas, piel con pérdida de su turgencia natural (aspecto
arrugada) y la fontanela (mollera) caída. Cuando el paciente tiene datos de
deshidratación y vómitos persistentes, requiere en primer lugar estabilizarlo
con atención hospitalaria, para rehidratarlo por soluciones endovenosas como
prioridad.
El tratamiento
quirúrgico a realizar lo debe realizar el cirujano pediatra. Consiste en
separar el musculo engrosado, para dar una mayor amplitud al espacio
disminuido. Se puede realizar mediante cirugía tradicional abriendo la parte
superior del abdomen; o bien mediante laparoscopia, con incisiones pequeñas que
permitan la introducción de una cámara de video e instrumentos reducidos, para
cumplir el mismo objetivo. Es posible que a las tres o cuatro horas de la
intervención realizada, los niños puedan reiniciar su alimentación. Se pueden presentar
algunos vómitos, como dato de inflamación posterior a la cirugía. Sin
complicaciones egresan a las 24-48hrs.
Todo niño con
problemas de alimentación en sus primeros días, deberá ser revisado…