Se le considera cuando existe escape urinario durante el transcurso
del día, en los niños mayores de cuatro años, por lo menos una vez al día, en
un periodo de observación al menos de un mes. Este término se incluye dentro de
las alteraciones de la micción (disfunción urinaria) en los niños.
Las alteraciones de la micción pueden ser primarias, cuando se
encuentra alterado el funcionamiento del control urinario. En ellas se incluyen
la enuresis que es diferente a la incontinencia urinaria porque una se presenta
durante la noche y la otra durante el día. Otras alteraciones son consideradas
como secundarias, cuando el funcionamiento se encuentra modificado por causas
anatómicas (raíces nerviosas incompletas), mecánicas (estreñimiento) o inflamación
(infecciones urinarias).
La orina es un líquido que proviene de la filtración sanguínea
realizada en los riñones, que por medio de su conducto (uréteres) la lleva a su
acumulación progresiva en una bolsa (vejiga urinaria), que en la medida que se
expande genera la sensación de plenitud para que, en un límite especial permita
la apertura -por control voluntario-, del orificio que lleva la orina al
exterior por medio de otro segmento tubular (uretra).
Para que un niño sea continente, necesita una vejiga de buena
capacidad y acomodación y que sea capaz de vaciarse completamente. La válvula
inferior (esfínter urinario) debe estar cerrada durante la fase de llenado y
abierto durante la micción, para permitir un vaciamiento suave, sin
interrupción y completo de la vejiga a baja presión y sin residuo al terminar
la emisión. En la condición de la incontinencia, el problema elemental es que
el niño no puede vaciar completamente su vejiga urinaria; y así, un flujo
interrumpido o intermitente de orina o un vaciado incompleto, son causas de
disfunción miccional.
La maduración del control miccional en el niño se desarrolla en
tres etapas principales. La primera etapa abarca el período de lactante, y
corresponde al crecimiento rápido del musculo (detrusor) que forma la vejiga, con
relación al volumen urinario, lo que conlleva mayor capacidad de almacenamiento;
por ende, las micciones se hacen menos frecuentes. Los bebés anulan
regularmente el llenado de la vejiga urinaria por contracción del detrusor cada
hora, con pequeños volúmenes vaciados permiten un vaciado incompleto de la
vejiga. Con el aumento de la edad, aumenta la capacidad de la vejiga. La
coordinación entre el sistema de vejiga y esfínter madura, lo que lleva a una
mejora en la capacidad de vaciado de la vejiga.
Después de los dos años se inicia el segundo período, fase en la
cual el niño descubre la capacidad de contraer el orificio inferior (esfínter
externo) voluntariamente y de esta manera evitar el escape de orina, tienen
mayor conciencia de la plenitud de la vejiga y desarrollan la capacidad de
anular voluntariamente hasta que sea socialmente aceptable; postulándose que la
sobreestimulación de este control esfinteriano para alcanzar rápidamente un
control miccional, y así lograr el ingreso a jardines infantiles, es quizás el
responsable de la mayoría de las disfunciones que se manifiestan por
incontinencia en la edad escolar.
La tercera y última etapa es la capacidad que adquiere el niño
alrededor de los cuatro años para detener la contracción del musculo vesical (detrusor)
en centros y vías que parten desde su superficie cerebral.
Durante el primer año de vida, en un niño normal, la frecuencia de
micciones es de 20 veces al día aproximadamente. Con el crecimiento va
disminuyendo y a los dos años se reduce a la mitad. Ya sobre los siete años es
de alrededor de 5 veces al día.
La incontinencia diurna, normal hasta los 5 años, afecta por igual
a los dos sexos y la frecuencia disminuye con la edad: un 8-10 % de los niños
de más de cinco años tiene pérdidas de orina durante el día; a los siete años
es un 2-3 % de los niños y un 3-4 % de las niñas, y es menor de un 1 % a partir
de los doce años.
Esta alteración también puede ser un problema aprendido. Por
ejemplo, cuando su hijo domina (soporta) el deseo de orinar puede contener en
forma prolongada la orina durante parte del día, porque no quiere dejar de
jugar para ir al baño, o por haber sufrido una infección urinaria que causó
dolor y, como resultado, tienen miedo de orinar, o por otras causas. Cualquiera
sea la razón, algunos niños adoptan un patrón de no relajar sus esfínteres. Sus
vejigas pueden tolerar esto durante meses y, en algunos casos, años,
dependiendo de lo difícil que trabaje el niño para evitar orinar. Finalmente,
el músculo de la vejiga, que tiene que trabajar continuamente contra este
bloqueo voluntario, se volverá tan fuerte que superará el bloqueo y se vaciará
periódicamente por sí solo, ya sea que el niño esté sentado en un aula o en el
campo de fútbol.
Los síntomas clásicamente
pueden incluir: goteos o flujo de orina intermitente, micción frecuente y/o
urgente, dolor o tensión al orinar, vacilación, sensación de micción sin
eliminación, ardor durante la micción o infección, dolor en la espalda, flanco
o abdomen, y/o sangre en la orina.
Desde otro punto de vista, podemos clasificar la incontinencia
urinaria: de urgencia, como una pérdida involuntaria de orina asociada a un
intenso deseo miccional. Por estrés, cuando la pérdida de orina se asocia por
un aumento de la presión abdominal. Por goteo si la pérdida de orina se produce
después de orinar y generalmente es causada por el paso de orina a la vagina
durante la micción, por reflujo vaginal en la mujer, o por quedar orina en la
uretra en el hombre. Por risa, cuando micción es desencadenada por la risa.
En ocasiones, se deberán considerar algunos datos adicionales que
nos puedan hacer sospechar de causas particulares significativas, que se
señalan como signos de alarma, e incluyen: signos o datos posibles de abuso
sexual, sed excesiva, cantidades exageradas de orina y pérdida de peso, por
tener una causa primaria que requiere atención especial.
Si su hijo experimenta algunos de los síntomas descritos
anteriormente, es conveniente consultar a un urólogo pediátrico para su
evaluación. Lo más probable es que el urólogo lleve un historial de los
patrones de la micción de su hijo y le pida que registre un diario de las
características de la micción que debe incluir su frecuencia, duración, volumen
eliminado, síntomas referidos por el niño, consumo de alimentos, forma de
evacuaciones.
Los estudios y tratamientos específicos dependen de la evaluación
del especialista, pero como recomendaciones generales, se puede tratar de
orinar despacio, contando despacio hasta 15 o silbando suavemente, para relajar
la musculatura perineal. Se vacía mejor la vejiga sentado, la espalda recta
(leve inclinación hacia delante) y con los pies apoyados. En las niñas puede
recomendarse la micción en dos tiempos: después de orinar se vuelve a sentar e
intenta vaciar un poco más, para que no quede residuo. También se puede
recomendar orinar “al revés” mirando a la pared, para que abra bien las piernas
y pueda relajar mejor el periné. Se deben eliminar la cafeína (estimulante y
diurético) y las bebidas carbonatadas, tomar una ingesta regular no excesiva de
líquidos y evitar el estreñimiento. La higiene genital adecuada para evitar
irritaciones, evitando baños prolongados y ropa ajustada. Se aconseja orinar
con frecuencia: cada 2-3 horas y en ratos libres, sin soportar el deseo
miccional. El empleo de medicamentos queda reservado al especialista…
El diagnóstico y tratamiento son importante por los cambios morfológicos
y funcionales que puede ocasionarse en la vía urinaria superior, llevando después
a insuficiencia renal.