Son reacciones
inflamatorias que se presentan en el trayecto más inferior del sistema
respiratorio, y generalmente como consecuencia de complicaciones respiratorias
superiores, deficiencia en condiciones orgánicas y/o acción del ambiente
externo.
Durante la
temporada de frío, estas enfermedades son motivo de internamientos
hospitalarios, por el riesgo potencial de causar la muerte en los extremos de
edad de la población general.
En la estructura
natural de los pulmones, se pueden distinguir como sus componentes: un sistema
de conductos que se ramifican hacia la periferia con un calibre cada vez más
pequeños, conocido como sistema bronquial y bronquiolar. En su función
establece el transporte de gases durante los tiempos de la respiración, con
entrada del oxigeno y salida del bióxido de carbono. El otro componente, es el
sistema que es continuidad del anterior (implantado en su extremo), con forma
de sacos redondeados (debido a la presión de gases acumulados) que tiene
contacto por sus paredes, con los vasos sanguíneos para el intercambio de gases
entre la sangre y el sistema respiratorio.
En relación a
las referencias previamente señaladas, se considera como bronquitis a toda
respuesta inflamatoria que se presenta en el trayecto de los bronquios, y como
neumonía a toda reacción inflamatoria que incluye de forma más predominante a
los tejidos alveolares. En ocasiones, hay procesos infecciosos o estadio
intermedio de la evolución de la enfermedad de una zona a otra, que se
identifica como bronconeumonía.
Todas estas
alteraciones en general, son identificadas como infecciones de las vías
respiratorias bajas, y por su compromiso con las funciones de oxigenación a la
sangre, causan alteración evidente en el paciente con manifestaciones
respiratorias y generales, que le impiden desarrollar sus actividades
habituales; y en el peor de los casos, cuando la evolución continúa sin
atención o respuesta favorable, puede haber deficiencia total en el intercambio
de gases, con oportunidad de producir la muerte.
El tejido
respiratorio, es el que se encuentra más frecuentemente en contacto con las
partículas y microorganismos provenientes del exterior; de forma secundaria,
cuenta con mecanismos superficiales eficientes la mayor parte del tiempo, para
evitar su colonización o invasión. Podemos poner como ejemplo las condiciones
de un niño de un año de edad, que en el transcurso de un día, llega a movilizar
en su sistema respiratorio una cantidad aproximada de 6500 litros de aire, para
considerar la cantidad de microorganismos que potencialmente pueden invadir a
su sistema respiratorio.
En los
mecanismos de defensa respiratorios, interviene en forma significativa la
viscosidad del moco respiratorio para atrapar a estos gérmenes, y su
movilización eficiente para eliminarlos en forma constante al sistema
digestivo. Otras condiciones son la presencia de sustancias superficiales, que
se encargan de desintegrar o destruir a los gérmenes al ser detectados en la
superficie, y cuando la infección es de mayor riesgo: la eficacia en la respuesta
inflamatoria en el sistema respiratorio superior (al inicio), con el desarrollo
de fiebre y toda la cascada de eventos biológicos como son: expansión de los
vasos sanguíneos, salida y ataque con glóbulos blancos, destrucción microbiana,
estimulación en la formación de defensas, “suicidio” de células invadidas para
evitar que se produzca más daño, estimulación de la reparación de tejidos, impiden
la multiplicación de microorganismos y su invasión.
En base a lo
anterior, es relativamente común que la mayoría de los niños lleguen a padecer
cuadros respiratorios superiores (de nariz o garganta), de forma más frecuente
que tienen como finalidad, impedir que la infección o invasión se lleve a cabo
en sistema respiratorio inferior.
Dentro de ese
sistema respiratorio superior, también existe como mecanismo de defensa, la
participación de algunos microorganismos (virus o bacterias), que por
competencia impiden que se desarrollen algunos gérmenes que pueden ser dañinos
al tejido respiratorio. Cuando se genera un desequilibrio en su proporción
habitual, es viable que sea factor adicional para dar origen a la infección
secundaria.
La eficacia del
tejido respiratorio, se ha conseguido al paso del tiempo de la evolución de las
especies, y ante cada experiencia de infección se logra conseguir mayor
maduración orgánica del sistema de defensas.
A fin de evitar
la progresión de una infección respiratoria superior a la vía inferior, se
debería de conservar y cuidar las condiciones espontaneas; y en el manejo
médico, solo dar apoyo necesario a incrementar su eficiencia.
Se puede
predisponer a desarrollar infecciones respiratorias inferiores, cuando al
inicio de un cuadro superior (por parte del médico o familiar espontáneo), se
proporciona manejo con algunos medicamentos especiales como: antiinflamatorios
potentes que desactivan los mecanismos naturales de defensa, y peor aún el
empleo de antibióticos si no hay razón objetiva justificada, ya que solo
modificarán el equilibrio microbiológico del sistema respiratorio. Los
antitusígenos también limitan el medio de eliminación y favorecen el desarrollo
de la infección inferior.
De preferencia
para evitar que la infección respiratoria superior progrese a complicación
inferior, deberá de fomentarse condiciones biológicas más naturales, como son:
la respiración de aire húmedo y de temperatura tibia, no exponerse a irritantes
respiratorios como humos de cigarros o partículas muy pequeñas (talcos,
perfumes o “la untadita que alivia”), respirar en ambientes ventilados o sin
concentraciones excesivas de microbios (no asistir a cines, reuniones
familiares, etc.), tomar una mayor cantidad de líquidos para reponer los que pierde
el niño con la fiebre y el incremento de secreciones respiratorias, consumir
alimentos ricos en vitaminas A y C (frutas ácidas) a fin de favorecer la
integridad de los tejidos respiratorios, no forzar la ingesta y de forma
significativa, llevar control adecuado de la fiebre evitando cifras muy
elevadas, pero sin suspender de forma muy intensa, mediante medicamentos
especiales o medios físicos.
La forma de
sospechar el desarrollo de una infección respiratoria inferior, se caracteriza
por tener antecedente previo de un proceso superior, tratado de forma irregular
o con medicamentos no convenientes, con aparición en el niño de mal estado
general, progresivo o súbito, decaimiento o falta de actividad habitual, fiebre
elevada o de difícil control (en niños muy pequeños o desnutridos habrá
temperatura baja), alimentación disminuida, cansancio con las actividades
corporales, incremento en los movimientos respiratorios asociado con esfuerzos
para respirar, como quejido, hundimiento de costillas o movimiento notorio de
su estómago al respirar, sensación de sueño constante o de llanto continuo, con
aparente sensación de dolor al respirar, o llanto durante los accesos de tos.
Ante cualquiera de estos datos, es conveniente acudir a valoración médica para
dar prioridad al manejo correspondiente.
Para confirmar
la enfermedad, es necesario obtener una radiografía de los pulmones, en donde
se podrá distinguir la reacción inflamatoria de forma específica. Su tratamiento
de preferencia debe establecer hospitalización del niño, para favorecer a la
administración del antibiótico por la vena, para que de forma inmediata inicie
sus efectos a nivel pulmonar y evite las complicaciones, además de otros
medicamentos o dispositivos que se justifiquen de acuerdo a cada situación
particular.
Durante esta
temporada las condiciones ambientales pueden favorecer a las infecciones
respiratorias. Se recomienda que ante las manifestaciones iniciales en un niño,
se lleve a cabo la valoración médica en forma oportuna y el seguimiento del
cuadro, a fin de evitar la infección respiratoria inferior.