Nuestro cuerpo
para poderse relacionar con los demás seres humanos y el ambiente externo,
requiere de órganos (los sentidos) especializados en percibir los estímulos de
forma adecuada, y transmitirlos a nuestro cerebro en donde se interpretan como
señales especiales, generando de forma inmediata una experiencia que se
almacena, para ser empleada en forma posterior, en la ejecución de otros
procesos mentales.
Todos los
órganos de los sentidos, requieren de integridad estructural y de
funcionamiento adecuado durante la etapa de desarrollo infantil, para poder
permitir al ser humano, conseguir un desarrollo adecuado mediante un
aprendizaje constante, a través de la acción frecuente del ambiente externo, y
modificar sus experiencias y conocimientos en forma continua y progresiva.
Los oídos al
igual que la vista, son órganos que nos permiten percibir a distancia los
estímulos que en forma abundante en el transcurso del día, van llenando de
información variada nuestro cerebro para reaccionar de forma inmediata.
Mantener la función de estos dos órganos es garantizar la continuidad de
percepción de estímulos variados.
Hablando en
particular del oído, es el órgano que desde el vientre materno nos permite ir
conociendo los diferentes estímulos que nos rodean; y en especial, los
generados por nuestra madre. Posterior al nacimiento, la estimulación auditiva
nos permite establecer la comunicación adecuada por el desarrollo del lenguaje,
que se motiva ante una audición adecuada. Después durante nuestra etapa de
formación académica, el funcionamiento auditivo normal nos permitirá obtener la
enseñanza sin deficiencia, y en la medida del desempeño posterior laboral, la
integridad auditiva seguirá siendo parte significativa en el desarrollo de labores
específicas.
Sin embargo
existen riesgos desde el inicio de nuestra vida, que pueden amenazar la
integridad en el funcionamiento de nuestros oídos; y son variados, pero el más
habitual y quizás más recurrente son las infecciones que pueden desarrollarse
en el interior de éstos órganos y ante un descuido en la atención, se podrá
desarrollar una disminución en su capacidad auditiva o incluso la pérdida
total.
La infección se va a desarrollar cuando los
gérmenes como virus y bacterias dañinas tienen la oportunidad de abundar en
número y de invadir las estructuras del oído.
Cuando los
gérmenes infectan el conducto externo, la infección recibe el nombre de otitis
externa u oído de nadador, ya que esta actividad es la que predispone más a
esta alteración, al permitir contacto del oído externo con los diferentes
productos químicos con los cuales se da tratamiento al agua de albercas para
evitar su contaminación, destruyendo a los microorganismos que son benéficos en
el interior de esta cavidad y darle oportunidad a los dañinos, de llegar a
multiplicarse de una manera más fácil.
El oído medio es
un una pequeña cámara de aire que tenemos detrás del tímpano. Un niño contrae
una infección del oído interno cuando los gérmenes entran en la cámara del oído
interno y ésta se llena de un líquido espeso (o pus), que contiene células que
luchan contra los gérmenes. Los gérmenes pueden proliferar en el momento que el
niño desarrolla un cuadro gripal al engrosar su mucosa, y favorecer con esto
que la cavidad tenga menor contenido de aire, y con ese ambiente permite el
crecimiento de las bacterias dañinas.
Otro mecanismo,
se genera cuando el niño padece de infección en la garganta y a través de
dispositivos de succión, puede facilitar el paso de material mucoso
(contaminado) de la garganta que suba al interior del oído para desarrollar la
infección, con los gérmenes presentes en la infección de la garganta. Cuando el
pus o líquido inflamatorio se acumula en el interior del oído medio, se tiene
la desagradable sensación de que la membrana timpánica -como un globo a punto
de explotar-, sea una experiencia muy dolorosa, y los niños lo expresan con
llanto intenso y en ocasiones con manipulación constante del oído enfermo. En
los niños mayores, las trompas de Eustaquio se alargan y generalmente funcionan
mejor que en los niños pequeños, pero todavía pueden causar problemas. Si el
niño o joven tienen alguna alergia, las trompas de Eustaquio se pueden obstruir
por tejido respiratorio inflamado a su alrededor y facilitar así la infección.
Ningún niño
puede contagiar una infección de oído a otro; en cambio, si es posible que el
catarro se pueda transmitir de forma fácil y los mecanismos ya señalados antes,
se puedan desarrollar para causar la infección del oído.
Las
manifestaciones que se originan ante la infección del oído medio, son variables
en intensidad pero generalmente incluyen: fiebre, deficiencia en la capacidad
auditiva (sordera relativa) y el característico dolor localizado, que tiene
mayor intensidad en las horas que la temperatura ambiental disminuye
(clásicamente en las madrugadas o con temporadas estacionales de frío). De
preferencia, con el antecedente de cuadro gripal previo y datos de
irritabilidad intensa en los niños más pequeños, se justifica asistir en forma
inmediata a la atención médica para evitar las complicaciones.
En caso de no
recibir tratamiento específico, se corre el riesgo que la acumulación de pus en el oído, termine por reventar la
membrana en su parte más frágil, lo cual hace perder su integridad, necesaria
para el funcionamiento adecuado de la captación de sonidos. Al eliminarse la
secreción y no haber más producción constante, en forma natural, la membrana
timpánica volverá a cicatrizar, pero en la medida que se cuente con
recurrencias de perforaciones y cicatrices, la membrana irá perdiendo capacidad
de movimiento y en forma secundaria, se tendrá una disminución en la capacidad
auditiva de forma progresiva.
Otra alteración
se produce al momento en que se rompe la membrana timpánica y hay continuidad
en la eliminación de líquido que impide su cicatrización. Esta condición podrá
dejar para el resto de la vida una membrana timpánica rota o con cicatrización
mayor, que también impide una función auditiva adecuada.
Durante la
revisión médica, se comprueba las condiciones inflamatorias del oído mediante
un instrumento especial, para poder ver
y hacer pruebas en su interior. Con la valoración del médico, se
definirá el tratamiento que mejor corresponda; y en ocasiones, no es necesario
emplear antibióticos al reconocer –por la experiencia del médico-, que el
cuadro es originado por virus y el manejo se condiciona, a mantener el oído
medio con su funcionalidad natural. En otras ocasiones, el antibiótico es para
limitar la extensión de la infección causada por bacterias. Otra alternativa
adicional en el manejo- más frecuente en cuadros crónicos-, es la aplicación de
tubos de ventilación que limitan la extensión de la perforación timpánica, y
permiten la salida del líquido interno. Al terminar su proceso exudativo se
podrán retirar para permitir la cicatrización normal.
Cuando un niño
tiene infecciones de oído crónicas o frecuentes, es posible que necesite
algunas pruebas adicionales. Éstas incluyen la audiometría, que evalúa la audición, y la timpanometría, que
evalúa si el tímpano se mueve con normalidad.
Para la
prevención de estas infecciones se recomienda evitar la exposición a la
inhalación de humo de tabaco que genera disfunción en las trompas de Eustaquio.
Se debe evitar los cuadros gripales con aseo adecuado de las manos de forma
frecuente y evitar la relación con niños o personas enfermas de cuadros
gripales. Si se conoce alguna alergia específica llevar el tratamiento
correspondiente o evitar la respiración de la sustancia dañina.
Un niño con
infecciones en edades tempranas, frecuentes o crónicas del oído, tiene riesgo
de pérdida permanente de la audición, por posible daño en las estructuras
internas. No arriesgue esta función tan importante para la vida de su hijo y
menos con empleo de tratamientos empíricos, consulte al especialista de forma oportuna.